por Raúl Motta
Los impactos de los procesos de transformación estructural, de corto y largo alcance, en todas las dimensiones del planeta, cuestionan no sólo la supervivencia de las instituciones públicas y privadas (estados, partidos, iglesias, sindicatos, ejércitos, corporaciones, etc.), sino también, las destrezas, los métodos, las hipótesis, la experiencia, la espiritualidad, la organización de los conocimientos, la gobernabilidad y sobre todo, la calidad de la vida humana en casi todos los planos de la actividad social.
Los dos núcleos más críticos de dicho impacto son la crisis de la planificación estratégica y la organización de las instituciones, quienes despistadas frente a al envergadura de los problemas, se hallan fuera de escala. En consecuencia, el desafío de la política institucional hoy es encontrar la escala organizacional que demanda lo enorme de los problemas emergentes.
La vida colectiva en el presente es una sociedad de riesgo global que requiere la presencia de la reflexión estratégica en todos los planos de la organización social, con elevados grados de participación y búsqueda de consensos. De lo contrario, todo esfuerzo conduce a la ingratitud y la crueldad social. Las sociedades de riesgo requieren una gobernabilidad basada en una sismografía política inteligente y al mismo tiempo, una estrategia de amparo inclusiva y participativa, articuladas de forma complementaria.
La lectura de las variables de cambio global y sus manifestaciones en las comunidades locales, hace imprescindible la búsqueda de nuevos modelos de percepción y planificación prospectiva que no pueden estar ajenos al esfuerzo de pensar la complejidad emergente.
Pero nada de ello resulta, sin antes diseñar e institucionalizar una renovada estrategia educativa, dando una verdadera relevancia a la calidad de liderazgo e investigación de los docentes en la organización de la información, la gestión del conocimiento y la formación ciudadana en todos los niveles.
Las instituciones que puedan renovar sus fines y sus principios fundacionales, a la luz de un nuevo prisma individual y colectivo, que contenga una original interpretación de los procesos que dinamizan el contexto global y sus impactos locales y a la inversa, encontrarán su fortaleza en la revisión creativa de sus objetivos estratégicos.
La recontextualización de la sociedad, la redefinición del progreso y la complejidad del desarrollo humano inclusivo, junto a la reinvención del futuro, son los grandes temas que sobrevuelan explícitamente o no, las agendas políticas del presente. Frente a la complejidad emergente no hay recetas ni soluciones tecnocráticas y dogmáticas, porque ambas sólo producen exclusión. La participación de la diversidad ciudadana en el fortalecimiento y expansión de la educación es imprescindible.
Esta turbulencia con sus incertidumbres y riesgos parece ser la tendencia persistente de los próximos años. Frente a ella, hay dos aspectos destacables, la gobernabilidad de las sociedades y la inteligencia organizada de las instituciones educativas. Ambos aspectos pueden entrar en un círculo vicioso de destrucción o en un círculo virtuoso de permanente reorganización y crecimiento inclusivo.
El éxito de las políticas educativas en este contexto, parece radicar en al menos cuatro aspectos estratégicos: 1) La calidad de percepción del cambio de contexto y de su interpretación por parte del colectivo educativo. En este sentido, la construcción de un prisma estratégico-institucional y participativo en cada una de las instituciones educativas es imprescindible. 2) La calidad del liderazgo y el aprendizaje organizacional a partir de un curriculum metaestable. 3) La gestión colectiva del conocimiento, la calidad de la formación y capacitación permanente de sus estamentos. 4) El desarrollo de las habilidades de investigación que faciliten la reflexión y actualización permanente de la práctica docente y la reorganización articulada de los conocimientos a partir de la selección estratégica de los problemas.
Pero nada de ello es posible sin el retorno de la participación social a nivel local y planetaria, porque la gobernabilidad de lo enorme sólo se resuelve desde una inteligencia general, no reducida al hiperconsumo insensible y a una competencia productiva salvaje. El desafío parece imposible, pero la historia muestra que la imaginación asociada a la inteligencia general y la empatía humana pueden crear alternativas concretas frente a situaciones apocalípticas, sin desconocer también, que la catástrofe está a la vuelta del éxito y del triunfalismo tanto individual como colectivo.
(*): Profesor e Investigador de la Universidad del Salvador. Director Cátedra Intinerante UNESCO “Edgar Morin” que pertenece al Instituto Internacional para el Pensamiento Complejo (IIPC).