por Vito Amalfitano
El fútbol tiene una épica única. La esencia es el juego. Después vienen los factores psicológicos, físicos, lo impensado de la dinámica. Pero también eso que cuesta explicar con palabras y que tiene que ver con factores emocionales que en una circunstancia pueden cambiar toda una historia.
A los 19′ de la final de la Eurocopa se lesionó Cristiano Ronaldo. Sus lágrimas fueron conmovedoras. Y deberían llamar a la reflexión sobre las frases hechas y prejuzgamiento sobre determinadas situaciones o protagonistas.
Algunos se atrevieron a decir que Cristiano Ronaldo era solo marketing o un “ídolo de plástico”. Y resulta que el tipo que gana miles y miles de millones de euros, que para algunos solo era una “cara bonita” con unos cuántos goles, sacó a relucir todo su espíritu amateur en esas lágrimas desconsoladas del hombre que, como gran estrella del fútbol mundial, veía esfumarse la posibilidad de jugar la que probablemente sea la última final de selecciones de su vida. Porque cierta lógica futbolera indica que Messi, quien aun no puede celebrar lo que ayer festejó Cristiano, tiene más posibilidades potenciales de jugar otras finales porque está en la Selección Argentina, que es potencia y está primera en el ranking mundial. Portugal en una final continental o mundial es una “rareza” difícil de repetirse.
De hecho, Portugal llegó a esta final por el influjo extraordinario de Ronaldo, por su actuación notable en la semifinal ante Gales, independientemente de la regular actuación de su equipo en la etapa previa.
Pero esa no fue la única influencia de un líder. Sus lágrimas, esas lágrimas, que detuvieron los relojes del fútbol a los 19′ de la final de ayer, abonaron la épica del espíritu de un equipo que se multiplicó en el esfuerzo y en su pericia para sobrellevar la situación sin su conductor y figura. En ese instante se conmovió el estadio. Se apreció claramente en la televisación. Y ovacionaron todos, hasta los franceses, cuando Cristiano salió en camilla. Pero después de unos minutos de dudas de los dos, por esa misma conmoción, Portugal empezó a administrar mejor el balón, con un Nani enorme, y después el técnico Fernando Santos acertó en el planteo y los cambios, con las entradas de Moutinho, para incluso tener más la pelota, y de Eder, que fue un revulsivo y terminó marcando el gol de la victoria.
Es verdad que Francia llegó más y mejor, y erigió en figura al arquero Rui Patricio, y que Gignac tuvo el título en el último instante del tiempo reglamentario con su tiro en el palo, pero lo cierto es que Portugal se sobrepuso a la localía, a esa inferioridad futbolística y sobretodo a la pérdida de Cristiano Ronaldo con el espíritu insuflado de todos, arengados por el propio C7R desde afuera, y también con aciertos tácticos y de postura ante la circunstancia.
Cristiano Ronaldo fue líder para llevar a su equipo a la final. Y sus lágrimas de fútbol amateur le dieron un plus a sus compañeros, y terminó siendo también líder afuera. Campeón de Europa de selecciones y también de clubes con Real Madrid. No solo el seguro Balón de Oro 2016. También la reivindicación de un elegido, por más de uno subestimado. Una tarde, las lágrimas disolvieron el “plástico”. Y le dieron carnadura a uno de los grandes del fútbol de la historia.