El secretario de Hacienda no para de abrirle frentes de conflicto al intendente. Y no recibió ninguna amonestación pública. Arroyo parece no percibir los costos.
por Ramiro Melucci
Denigró al sindicato municipal. Destrató a los empresarios teatrales. Ofendió a los dirigentes de la Sociedad Rural. Dinamitó la relación con la UCR. Y agravió a los presidentes de los principales clubes de Mar del Plata. La breve trayectoria política de Hernán Mourelle puede narrarse como una colección de peleas. El intendente asiste a ellas como un actor de reparto. Todavía no mensuró el costo político de las enemistades que le granjea su secretario de Hacienda.
La última semana el funcionario abrió un foco de conflicto con los clubes que disputan los torneos más relevantes de fútbol y básquet. Tildó de “chantas” a los presidentes de Alvarado, Aldosivi, Quilmes y Peñarol. Carece, como su jefe político, de alguna virtud para hacer declaraciones públicas. No consigue hablar sin agraviar.
El intendente parece no distinguirlo, pero las formas de Mourelle ya se le convirtieron en un problema político: una vez que sufren el destrato del secretario, el vínculo de esos sectores con la administración no vuelve a ser el mismo. Aunque los artilugios comunicacionales muestren lo contrario.
En unas semanas, Mourelle cumplirá su primer aniversario como funcionario. El protagonismo que adquirió con sus declaraciones ya supera al de cualquier otro funcionario. Es la estrella del gabinete. Y no parece sentir ninguna inhibición.
Esta vez Arroyo decidió convocar de urgencia a los dirigentes deportivos para bajar la tensión. Pero de su boca no salió ni una sola reprimenda pública. Apenas dijo que “habla bien de su persona” que Mourelle se haya disculpado por la frase.
Desde su llegada, la intención del secretario es aumentar los recursos del municipio. Bajo el lema de no privilegiar a nadie, reparte críticas a los que buscan beneficios. Lo ayuda su condición de foráneo: no conoce a ninguno de los actores contra los que arremete. Y tiende a sobredimensionar el poder de sus oponentes.
Tras su pelea con los clubes, sumó en la semana una denuncia penal de una empleada municipal por acoso. Como acostumbra, tuvo una reacción intempestiva: mencionó el “equilibrio emocional de la denunciante”. Suficiente para poner en alerta al colectivo de mujeres y a las integrantes del Concejo Deliberante, que organizaron un encuentro con la empleada. La Multisectorial de la Mujer directamente habló de su actitud “machista y misógina”.
El camino de confrontación permanente al que lo conduce Mourelle no parece el conveniente para un intendente que dice anhelar la reelección. Menos para uno que viene de un nuevo round con la gobernadora y solo está en el radar de la Provincia por el cartel de Cambiemos que exhibe el municipio en el mapa bonaerense.