Se cumplen este lunes 50 años de la muerte de Ernesto "Che" Guevara. Su historia -que sigue alentando pasiones y controversias- tiene, como la de muchos personajes contemporáneos, un capítulo marplatense.
“Un día nos decidimos y toda la familia partimos rumbo al gran balneario. Llegamos a la estación terminal de ferrocarril una mañana muy temprano. Toda la familia trepó en un “mateo” tirado por dos caballitos y nos pusimos en marcha hacia la playa. Los chicos estaban locos de contentos. Ernestito, el mayor de mis hijos, era el que más aprovechaba aquel viaje”, narra en sus memorias Ernesto Rafael Guevara Lynch.
“Ernestito” o “Teté”, como lo llamaban familiarmente, se convertiría décadas después en un ícono de la revolución cubana con otro apodo: “El Che”.
Celia Guevara de la Serna, Celia de la Serna, Roberto y Ana María Guevara de la Serna, Ernesto Guevara (luego “El Ché”), su padre Ernesto Guevara Lynch. En brazos, Juan Martín Guevara de la Serna en brazos”. Año 1945. Playa Bristol.
En San Martín y Córdoba
Pero volvamos al relato de su padre, que nos remonta a la Mar del Plata de la década del ’30. El motivo de aquel viaje no fue meramente turístico. “Ernestito” padecía asma y sus padres seguían recomendaciones médicas en procura de mejorar su calidad de vida. La primera los llevó a Alta Gracia, en las sierras cordobesas, hasta que otro especialista les sugirió pasar una temporada junto al mar.
“Después de dar una vuelta por las playas nos dedicamos a buscar alojamiento en algún hotel y lo hallamos en uno llamado Regina. En la azotea de ese hotel alquilamos un pequeño apartamento de cuatro piezas que tenía además a nuestra disposición toda la azotea de la casa. Allí vivimos un par de meses y lo pasamos muy bien”, refiere en sus memorias el padre del “Che”.
Por aquellos tiempos, el Regina era un hotel caracterizado que desde 1914 funcionaba en San Martín y Córdoba, donde hoy se encuentra el Edificio de las Américas y el café La Fonte D`Oro.
A partir de aquel viaje, la familia se convertiría en visitante habitual de Mar del Plata y así lo especifica Ernesto Rafael Guevara Lynch en sus memorias: “Difícil hubiera sido para nosotros imaginar lo mucho que nos habría de gustar ese balneario que fuera con el tiempo algo tan atractivo para toda la familia que se convirtió en una verdadera necesidad de ir hasta allí todos los años. En el mes de diciembre o enero partíamos hacia Mar del Plata donde nos quedábamos todo el tiempo que el bolsillo nos permitía. Veranear allí significaba gastar mucho dinero”.
“Colado” en el Casino
La historia se traslada entonces a un veraneo allá por el año 1945″ cuando la familia Guevara Lynch decide ir “a la ruleta” con unos amigos. Ernesto, que entonces tenía 17 años, estaba encaprichado con ir junto a ellos y “consiguió un carnet prestado para que lo dejasen entrar. La dirección del Casino exigía tener veinte años cumplidos para permitir la entrada al salón a los jóvenes. Ernesto con sus diecisiete años apenas si representaba quince. Como insistía en ir, entre chanzas y risas al grupo que le rodeaba lo maquilló un poco, le arreglaron el cuello, y le pusieron una gran corbata para que aparentara mas edad. Con estos recaudos Ernesto se lanzó hacia la puerta de entrada”.
“Todos estábamos pendientes de lo que iba a suceder. Los porteros, acostumbrados a la “colada”, apenas lo vieron, encontrándole cara de pibe, le cerraron el paso. Ernesto volvió hecho una furia lanzando toda clase de improperios. Nosotros nos divertíamos en grande con el episodio y lamentando que Ernesto no pudiera divertirse esa noche nos dirigimos hacia el salón principal. Pero cual no sería nuestra sorpresa cuando ya dentro, a quien primero encontramos fue a Ernesto frente a una mesa de ruleta, ¿Como hizo para entrar? No lo supimos nunca.”
Siempre volvió
Cuando los hijos crecieron, aquellos acostumbrados viajes familiares terminaron, pero Ernesto no perdió su relación con nuestra ciudad. “Siguió siempre Ernesto teniendo un gran interés en aquel balneario y siendo ya un hombre continuamente volvía a Mar del Plata, y lo hizo hasta que partió del país”.
De hecho, cuando a principios de los ’50 emprendió el mítico viaje en moto por “La Mayúscula América” junto a Alberto Granado, pasó por Mar del Plata y dejó escrito en su diario: “Alberto conoció esa noche a un viejo amigo mío, el mar.”
“Así llamaba Ernesto al mar y ese amigo que conoció en su niñez cuando llegamos a Mar del Plata en aquel cochecito tirado por caballos, lo acompañó muchas veces en su vida a través de tantos viajes que, ya habiendo encontrado su destino, tuvo que hacer por todo el mundo”, recordó su padre.
Debe recordarse que aquella “visita motoquera” fue una caprichosa escala del largo periplo que comenzó en Córdoba y que los trajo al sudeste bonaerense porque Ernesto quería despedirse de su novia Chichina Ferreira, que estaba veraneando en Miramar.
Ernesto Guevara a los 15 años caminando por una solitaria Rambla Bristol. Por esos años, entabló una partida simultánea de ajedrez con el maestro Najdorf. Y según se dice, logró tablas.
Simultáneas
Otra de las historias marplatenses del adolescente Ernesto Guevara lo ubica jugando una partida de ajedrez simultánea con el maestro Miguel Najdorf. Según narran los biógrafos, la partida fue tablas.
Años después, tras el triunfo de la Revolución Cubana, se encontraron en La Havana y jugaron al ajedrez junto a Fidel Castro y su hermano Raúl. Guevara ya era “El Ché”, ostentaba el rango de Comandante y jamás regresaría a Mar del Plata.-