Arte y Espectáculos

La Vela Puerca y la “discopatía”: “Intentamos contagiar esta enfermedad”

El músico Sebastián "Cebolla" Cebreiro habló sobre el valor del vinilo en una época digital y contó qué aprendió en estas casi tres décadas de música junto a La Vela Puerca, su "familia". La banda se presenta este sábado en Mar del Plata.

 

Recuerda los tiempos en que visitaban La Vinoteca o Elvis, como banda invitada de la Bersuit. Casi tres décadas después, La Vela Puerca reconoce su crecimiento: este sábado desembarcará en el escenario de Gap (Constitución 5780) para volver a a reproducir “Discopático”, un disco nuevo que instala un concepto lúdico: la enfermedad de los discos.

“Es una enfermedad poco contagiosa”, dijo a LA CAPITAL Sebastián “Cebolla” Cebreiro. “Pero enfermedad al fin, nosotros la defendemos porque obviamente pasamos la barrera de los cuarenta”.

Juegan con esa palabra: lo de Discopático dicen los músicos uruguayos, es la enfermedad de melómanos, de quienes no aguantan y siguen comprando discos y, sobre todo, quienes siguen escuchando bajo aquellas condiciones óptimas: en bandejas, con tiempo, advirtiendo “la parábola emocional” que propone cada álbum.

“Somos de la generación que para consumir música teníamos que comprar un disco, la generación nueva tiene más acceso a la música mundial, nosotros teníamos que esperar a que veniera un amigo de España para conseguir un disco de La Polla Récords, de Nirvana o un cassette. El acceso se ha facilitado, entonces esta generación no le da valor a que un disco tenga arte etapa, a que las canciones tengan un orden cronológico y que planteen una parábola emocional. Nosotros sí vemos la música desde ese lugar”, señaló el artista.

 


Juego de luces en un show de La Vela Puerca.


 

Una postura algo a contrapelo de lo que impera, “a pesar de las contranormas”, admitió Cebreiro. Y encontró consuelo: “Por suerte se ha vuelto a valorizar el vinilo porque es el formato en que se escucha la música. Hoy la gente se compra una televisión 4K de 80 pulgadas para ver una película cómodo en su casa y escucha la música toda comprimida desde su teléfono con los auriculares que vienen de regalo con el teléfono y y no les importa escuchar la música de mejor calidad. Nosotros intentamos contagiar esta enfermedad, lo logramos de a poco”.

Lejos de la crítica a las nuevas maneras de consumir música, dijo: “No hay que enojarse tampoco porque las generaciones lo entiendan diferente. Creo que simplemente hay que enseñar, o mostrar desde el lugar que te toca, tratar de contagiar desde un lugar sano lo que uno cree que está bueno, nada más”.

Eso sí: “Impulsaría que la gente que ame la música intente escuchar lo mejor posible, el que corre maratones se compra las mejores zapatillas para correr, el que es carpintero intenta comprarse la mejor herramienta y el que es melómano intenta comprarse el disco para que suene bien y el equipo que pueda reproducirlo”.

-Hablaste de la parábola emocional, ¿”Discopático” transita lo existencialista?

-Yo creo se pasea por lo existencial, en canciones Las pastillas rezongamos por el mundo actual, por esta necesidad de aprobación consante, del me gusta, no me gusta. Y claro que tiene una parábola emocional, arranca con una voz a capella, dice: “Para seguir hay que parar y resolver”. Tiene mucho contenido en esas aparentes palabras fáciles, por algo sacamos el disco, si no sacaríamos un tema solo y sería más barato para nosotros y para los músicos que gastan un montón de dinero alquilando un estudio, pagándole a un productor artístico y es un dinero que no se recupera. Es como si el carpintero comprar materia prima y después no la puedes vender. Bueno, nosotros grabamos un disco porque entendemos que es la forma de comunicarnos que tenemos, después es lo que nos hace mantenernos vivos, hacer una gira, sacar un disco nuevo es una gira nueva. Tal vez la realidad nos dé una bofetada en cualquier momento y nos haga entender que no vale la pena, pero bueno, hasta que nos convenzamos a nosotros mismos lo seguiremos haciendo.

-Una de las letras de las canciones habla de “besar el dolor del infierno”. ¿Amigarse con el dolor?

-Es el dolor de seguir vivo, es como la frase trillada de “no hay mal que por bien no venga”. Hay que saber estar mal, porque es el trampolín para estar bien. Mis canciones son particulares, son muy terrenales y hablan siempre del dolor. Un día un amigo me dijo que tenía que escribir una canción feliz, alegre, entonces tendría que ser otra persona, le dije. El Indio Solari dijo en una entrevista que las canciones de rock nacen del dolor y que para cantar la canción la felicidad ya lo había hecho Palito Ortega. Hay que saber estar en el dolor para poder estar mejor.

-En casi tres décadas de música, con lo que implica, el negocio de la música, los recitales, los discos, las giras, ¿qué aprendiste?

-Aprendí de todo. Primero a conocerme, después aprendí lo que no me gusta y después aprendí que solo no puedo hacer nada, que necesito una banda amiga, en estos treinta años que vengo acompañando a Seba (Teysera) aprendí a componer, a producir, a relacionarme, a escuchar. Un montón de gente me pregunta “¿che, cuándo vas a tener una banda tuya?”. Yo te digo que lo más difícil es tener una familia, tener una banda es facilísimo, ¿qué haces con una banda? Yo estoy más tiempo abajo del escenario que arriba, aprendí que lo más importante es tener una familia, tener una banda es algo secundario.

-¿La banda como una familia?

-Sí, por supuesto. Tenemos treinta años de banda, pero tocamos dos horas como banda. Ya lo dijo Keith Richard: “Tengo 50 años de rock, 48 esperando”. Vos esperás para subirte al ómnibus, para tomarte el avión, para irte, esperas para volver a tu casa. Tocás un rato. Es mucho más importante lo que suceda abajo del escenario, que termina siendo una consecuencia de las canciones y las canciones son una consecuencia de tu vida. Yo le doy mucho más valor a tener una familia que a tener una banda. Tener una banda es fácil, tener una familia es difícil.

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