El Nuevo Start (o Start III), el único acuerdo de desarme vigente entre Washington y Moscú -potencias que acaparan el 90% del arsenal atómico del mundo-, tiene como objetivo prevenir una guerra nuclear, y con ese propósito limita la cantidad de ojivas estratégicas que ambos países.
La decisión del presidente ruso, Vladimir Putin, de suspender su participación en el tratado de desarme nuclear Nuevo Start a un año de iniciarse la invasión a Ucrania tendrá “un alcance real nulo”, opinó en una entrevista el politólogo y experto en relaciones internacionales Juan Battaleme, al argumentar que las salvaguardas establecidas entre Rusia y Estados Unidos, las dos potencias atómicas mundiales, “están terminadas” hace tiempo.
El Nuevo Start (o Start III), el único acuerdo de desarme vigente entre Washington y Moscú -potencias que acaparan el 90% del arsenal atómico del mundo-, tiene como objetivo prevenir una guerra nuclear, y con ese propósito limita la cantidad de ojivas estratégicas que ambos países pueden desplegar, además de otorgar a cada uno el poder de supervisar al otro.
Esta tercera versión del pacto fue firmada originalmente en 2010 por los entonces presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de Rusia, Dmitri Medvedev, y exige que ambas naciones pueden disponer de hasta 1.550 cabezas nucleares de largo alcance, lo que supone un recorte de cerca del 30% respecto al límite establecido en 2002, además de limitar a 800 el máximo de lanzadores y bombarderos.
Según datos del año pasado recolectados por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri), ninguna de las dos potencias había alcanzado esta reducción: Estados Unidos cuenta con 1.744 ojivas desplegadas, y Rusia con 1.588.
El martes pasado, poco antes de que la invasión a Ucrania cumpliera un año, Putin anunció en su discurso anual ante las dos Cámaras del Parlamento, pronunciado bajo una gran cresta de águila rusa de dos cabezas, que su país suspendía la participación en el pacto.
Entre varias reacciones al anuncio, considerado “profundamente irresponsable” por el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, consideró que “desmantelará” la arquitectura de control global de armas.
Pero Battaleme, licenciado en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y secretario académico del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), aportó una mirada distinta: “El alcance real de la decisión es nulo, porque desde que se inició la guerra las inspecciones están suspendidas y, en realidad, el Start nunca ha terminado de entrar en vigencia, ya que las administraciones de Obama y Putin no se terminaron de poner de acuerdo acerca del número oficial de reducción para esta nueva etapa”.
“En consecuencia, el efecto real en sí en este momento es ninguno. Eventualmente, en el largo plazo, generará la discusión si se van a modernizar los arsenales nucleares o si van a haber pruebas nucleares o no”, explicó y recordó que el canciller ruso, Serguei Lavrov, dijo que en principio el país no realizará ninguna prueba “a menos que Estados Unidos si lo haga”.
El experto matizó que lo que sí puede ocurrir es que regresen los debates sobre la cantidad de cabezas nucleares que pueden poseer “y que las potencias, no solo Estados Unidos y Rusia, entren en una lógica mucho más parecida a las discusiones de hace algunas décadas”, aunque ahora “en un contexto espacial, cibernético y de inestabilidad estratégica nuclear”.
Pese a esto, Battaleme no suscribe a la hipótesis de Stoltenberg y la OTAN sobre un desmantelamiento de la arquitectura global de control de armas tras el anuncio del jefe de Estado ruso.
“La arquitectura global de armas ya está afectada desde 2003 con la salida de Estados Unidos de lo que fue el tratado de Escudos Antimisiles (AMB), que se había firmado en 1973”, argumentó.
“El régimen de salvaguardias nucleares entre los dos grandes poderes está terminado”, manifestó y recordó “la salida en 2019 de Estados Unidos del Tratado de Fuerzas Intermedias (INF) y la retirada de Rusia, en junio de 2021, del Tratado de Cielos Abiertos, que habilita a los firmantes a realizar vuelos de vigilancia aérea sobre instalaciones militares de otros países”.
Lo único que queda en pie es el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), de alcance mundial, que “probablemente se caiga también a pedazos ahora que hay menos consenso acerca de por qué las potencias de segundo y tercer orden no pueden tener armas nucleares”, explicó.
En resumen, para Battaleme el anuncio de Putin solo formaliza una situación de hecho que ya venía ocurriendo hace tiempo y, por lo tanto, sus palabras revisten solo un carácter simbólico.
Lo anterior, sin perjuicio de los rumbos insondables que puede tomar el conflicto en Ucrania, tras su primer aniversario y en momentos en que “las partes no dan muestras de querer retroceder”.
Por otra parte, el anuncio del mandatario ruso desató una serie de cruces verbales, no solo con la contraparte ucraniana, sino con la otra gran potencia nuclear.
El presidente estadounidense, Joe Biden, calificó como un “gran error” la decisión rusa y agregó que “los apetitos del autócrata (aludiendo a su homólogo) no se pueden apaciguar y se los debe enfrentar”.
Un día después, en Polonia, volvió a criticar la decisión del líder ruso y advirtió, durante una reunión con líderes del flanco oriental de la OTAN, que Washington defenderá “literalmente cada centímetro” de la Alianza Atlántica.
Este escalamiento verbal se produce en momentos en que se acerca la fecha para que lleguen a Kiev los tanques Leopard alemanes, y los Challenger británicos, lo que centrará la discusión en el mayor involucramiento de Occidente en otorgar equipamiento militar a Kiev.
El Kremlin advirtió en repetidas oportunidades que esa ayuda no dará a Ucrania el triunfo y “solo prolongará el conflicto”, además de potenciar el riesgo de que haya una escalada “hasta niveles impredecibles”.
“Yo creo que si bien todos son conscientes de ese riesgo, no están seguros de si Putin está dispuesto a sostener en el tiempo ese tipo de dinámica política”, señaló Battaleme.
“Es que, como se dice en la teoría de juegos: ambos están jugando al juego de la de la gallina, que es a ver quién se planta primero. Y cuando ninguno de los dos se planta, terminan chocando y eso sería una tragedia para todo el mundo”, apuntó.
Por último, el investigador agregó que otro punto que a Occidente le preocupa es que China pueda estar considerando suministrar armas a Rusia, un paso que podría transformar la guerra en una batalla entre Rusia y China, por un lado, y Ucrania y la OTAN, por el otro.
“Aunque el país asiático niegue cualquier escalada nuclear, reafirmó una nueva alianza de amplio alcance con Rusia, que lo ve como un as en la manga para luchar contra Occidente”, concluyó.