Si bien la inseguridad es un problema complejo que afecta a todo el país, en Mar del Plata la falta de respuestas no deja de preocupar.
En Mar del Plata, la inseguridad ha dejado de ser un tema esporádico para convertirse en una preocupación diaria. Los robos de vehículos se han multiplicado en distintos barrios, sin importar la hora ni el lugar. Las denuncias de hurtos y asaltos a mano armada contra personas en plena vía pública también han crecido, extendiendo la sensación de desprotección en una ciudad que solía ser un refugio para marplatenses y turistas. Cada vez más vecinos sienten que deben estar atentos al llegar a sus casas, al estacionar el auto o incluso al pasear en zonas céntricas.
Si bien la inseguridad es un problema complejo que afecta a todo el país, en Mar del Plata la falta de respuestas no deja de preocupar.
La falta de un plan coordinado y sostenido en el tiempo, que incluya a fuerzas de seguridad, justicia y políticas sociales, provoca que los intentos de solución sean insuficientes. La rotación de patrullas en zonas críticas, la escasa presencia policial en ciertos barrios, y la insuficiente capacidad de respuesta frente a emergencias son solo algunos de los problemas que permiten que los delitos se repitan con alarmante frecuencia.
En los barrios alejados del centro, la situación es aún más grave: la sensación de abandono y vulnerabilidad es tal que algunos vecinos han comenzado a organizarse en redes de alerta vecinal, tratando de llenar un vacío que deberían cubrir las fuerzas de seguridad. Este es un reflejo de cómo la falta de acción deja a la ciudadanía expuesta y la obliga a asumir responsabilidades que corresponden al Estado.
La inseguridad también impacta en la economía de la ciudad. Muchos comercios se ven afectados por robos y actos vandálicos, que a su vez desmotivan a los turistas. Mar del Plata vive en gran medida de su actividad turística, y la percepción de inseguridad es un factor decisivo para quienes piensan en visitar la ciudad. La falta de garantías de seguridad pública es un golpe directo a la economía local, poniendo en riesgo tanto empleos como la imagen de una ciudad que, en otro tiempo, inspiraba tranquilidad y era símbolo de descanso. “Cuando oscurece cerramos”, repiten comerciantes de distintos puntos de la ciudad.
La seguridad no es solo una responsabilidad de los funcionarios de turno; es una deuda con la sociedad en su conjunto. Frente a un problema que afecta la calidad de vida, la respuesta debe ser seria y sostenida, sin promesas vacías o medidas a medias.