Alberto Fernández lo elogió en público y el intendente devolvió deferencias. El vínculo le sirve por si en algún momento se resiente la confianza con el gobierno bonaerense, que atraviesa su punto más alto. Vidal le recomienda que siga por la senda del diálogo y el consenso. Inesperada disonancia con una funcionaria provincial.
Por Ramiro Melucci
Al volver al palacio municipal tras la inauguración del hospital modular, a Guillermo Montenegro le acercaron un libro que había quedado encima de una pila de textos después de una limpieza. Era uno de derecho penal escrito a cuatro manos por Esteban Righi y Alberto Fernández, con dedicatoria del fallecido ex procurador. Enseguida el intendente tomó su teléfono, le sacó una foto y se la envió por whatsapp al Presidente. El “buen alumno”, como lo había llamado Fernández en público unos minutos antes, volvía a remitir a su profesor a las viejas épocas. “Cuánta emoción”, le respondió el primer mandatario, que siempre recuerda a Righi como su “amigo” y “maestro”.
La escena refleja la relación que mantienen el Presidente y el jefe comunal, esa que en la semana quedó a la vista de todos cuando Fernández lo elogió desde Olivos durante la inauguración del hospital modular.
El vínculo se fue cimentando en la cuarentena. Tuvo su punto más alto cuando Fernández dio su consentimiento a la prueba piloto de los comercios. También hubo contactos cuando el intendente necesitaba la apertura de la gastronomía. De allí la “persistencia” que le reconoce Fernández.
Montenegro fue estimulando la relación con un puñado de actitudes. Cuando Mar del Plata era Disney porque casi no registraba casos de coronavirus y surgieron los anticuarentena, en parte fogoneados por algún sector de su partido, al jefe comunal no se le conoció un reproche. Cuando a principios de julio comenzaron los brotes de contagios y no había novedades sobre cuándo entraría en funcionamiento el hospital modular, se selló la boca.
Vale la digresión: cuando el Concejo Deliberante le cedió las facultades para aumentar el boleto y lo encomendó a realizar gestiones por subsidios nacionales, la oposición pensó que Montenegro podía convocar a una conferencia de prensa para hacer visible la insuficiencia de esos aportes y decir que no le quedaba más alternativa que aumentar el boleto. Tampoco sucedió.
“No se enojen con Guillermo”, llegó pedirle el Presidente a los marplatenses. Y parece que algunos empiezan a hacerle caso: el jueves, después de que la Comisión de Reactivación Económica decidiera no avanzar con nuevas reaperturas hasta mañana, empresarios de gimnasios y natatorios emitieron un duro comunicado. No mencionaba a Montenegro.
Las referencias de Fernández al intendente todavía producen un amplio eco en la política vernácula. Algunos dirigentes del kirchnerismo local manifestaron su recelo: dejaron entrever que en el acto faltó una alusión a Fernanda Raverta. Otros interpretaron que el Presidente no tiene ninguna necesidad de reforzar ese vínculo: por algo la marplatense es la titular de la Anses, el organismo que maneja el mayor presupuesto del Estado.
Habría que prestarle atención al contexto. Fernández arrojó aquellas flores al intendente, un ex juez federal, un día antes de anunciar su reforma judicial ante un auditorio parcial (no había opositores) y cuando pulía los detalles de la extensión de la cuarentena con Axel Kicillof y Horacio Rodriguez Larreta.
Al otro día, el jefe comunal recibió un llamado de Radio Nacional. Lo consultaron, entre otros temas, por la reforma judicial. El intendente aclaró que no había tenido tiempo de leer con detenimiento el proyecto, pero apuntó que la Justicia necesita un cambio “para llegar a la gente”. Comparadas con las críticas que había recibido el primer mandatario, esas palabras sonaban conciliadoras.
Pero el intendente necesita hacer ese tipo de gestos sin desacoplarse de la coalición a la que pertenece. Por eso también dijo que había que evaluar si era el momento adecuado para presentar la iniciativa y si se hacía para facilitarle la vida a la gente o a los dirigentes. Larretismo explícito.
A Alberto Fernández le interesa machacar en las diferencias que hay en el interior de Juntos por el Cambio. Pondera a los dirigentes que gobiernan y administran junto a él en tiempos de pandemia por encima de los que lo viven criticando. Eleva a Rodríguez Larreta y pulveriza a Macri.
A Montenegro, que se alinea en el ala moderada de la coalición opositora, esa relación fluida con el mandatario nacional le sirve de reaseguro. Estuvo a la vista en la cuarentena estricta: cuando la Provincia no daba señales de cumplir los deseos de reapertura del municipio, telefoneó a Olivos. Podría volver a suceder si la relación con Kicillof se enturbia en algún momento. ¿Si Alberto suele intermediar para zanjar diferencias entre el jefe porteño y el gobernador, por qué no habría de hacerlo con el intendente?
De momento no es necesario. Con el sostenimiento de la ciudad en fase 4 cuando siempre parece pender de un hilo, la relación con la Provincia atraviesa su mejor momento. El nexo clave es el jefe de Gabinete, Carlos Bianco, al que Montenegro llamó afectuosamente “Carlitos” en la videoconferencia con el Presidente.
Tal vez por ese contacto permanente no se entendió del todo por qué, en un mismo día y con una diferencia de horas, hubo una contradicción tan nítida entre una funcionaria bonaerense y una municipal. Ocurrió el viernes. Leticia Ceriani, subsecretaria de Gestión de la Información del Ministerio de Salud, dijo que “el municipio tiene un alto porcentaje de contagios en los que no es posible identificar el nexo epidemiológico”, por lo que podría haber circulación comunitaria. Dos horas después, la secretaria de Salud del municipio, Viviana Bernabei, subrayó que los casos sin nexo hasta ese día eran “el 10%”, por lo que el municipio estaba “bastante lejos de tener circulación comunitaria”.
La plana mayor del gobierno municipal evaluó esa controversia. Y evitó cargar las tintas contra la subsecretaria bonaerense. “Manejan una gran cantidad de datos de todos los municipios”, generalizaron cerca del intendente. Daban a entender que la funcionaria había incurrido en un error. Se preocuparon por recordar, al mismo tiempo, las palabras de Bianco. El jefe de Gabinete puntualizó que la Provincia, cuando analiza la situación de Mar del Plata, mira la cantidad de contagios respecto a la población total y el nivel de ocupación de camas en el sistema sanitario.
Toda la agenda local, desde la cantidad de casos de coronavirus hasta la ayuda alimentaria que se está dando en los barrios y la situación financiera del municipio, fue abordada el jueves por el intendente con María Eugenia Vidal, en una charla de dos horas y media por Zoom que también les sirvió para ponerse al día de las cuestiones personales.
La ex gobernadora –otra protagonista de la semana por las alusiones del Gobierno a los “cuatro años de abandono” del hospital inaugurado en La Matanza– le recomendó que siga en la seda del diálogo y el consenso. El intendente se convenció que el modelo a seguir, en medio de la pandemia y por qué no después, es el de la Comisión de Reactivación Económica, en el que el oficialismo y la oposición definen en conjunto las prioridades de Mar del Plata. Incluso cuando le preguntaron en privado si estaba conforme con los aportes de insumos y de fondos provistos por la Nación y la Provincia en estos tiempos aciagos respondió tan rápido como breve: “Estoy conforme con todo”.