por Vito Amalfitano
Volvió la España del Mundial de Sudáfrica. Más de siete años después. Parecía terminado un ciclo en Brasil 2014, más allá de algunas circunstancias adversas y un partido muy “raro” con Holanda.
Pero hoy vemos dónde está España otra vez y dónde Holanda, más afuera que adentro del Mundial de Rusia.
Y no solo es una cuestión de resultados. España logró gran parte del pasaporte a la próxima Copa del Mundo con una goleada ante Italia por 3 a 0 en el Bernabéu que fue una verdadera lección de fútbol.
Ahora con Lopetegui como entrenador, el equipo volvió al control enfermizo de la pelota que supo atesorar con Aragonés y Del Bosque en un ciclo histórico. Más allá de los nombres están las continuidades. Las ideas y el estilo.
España se reinventó, fundamentalmente con dos figuras jóvenes de alto relieve que en este encuentro fueron figuras, Isco y Asencio, pero “sin tirar viejos por la ventana”, con la sabiduría de que la transición la tiene que comandar el mejor de los campeones del mundo de Sudáfrica, Andrés Iniesta.
Y esta vez Iniesta volvió a jugar como en sus mejores tiempos. Manejó los hilos del equipo y se potenció con Isco y Asencio, a la vez que abasteció a ellos todo el tiempo.
Fue un festival del toque y del control, contra una Italia desconcertada, que también paga caro las variantes tácticas, los cambios de esquemas.
España se reiventa pero es la misma de siempre. Se para de forma clásica, con línea de cuatro en el fondo; con volantes dúctiles, de los cuáles no se sabe casi cuál es de marca. Iniesta sigue siendo el conductor y después está la frescura de Isco y Asencio para marcar la renovación.
La forma en que España tuvo el monopolio de la pelota nada menos que frente a Italia, nos remontó a aquel partido en Pretoria ante Chile, en el que el equipo de Del Bosque estaba apremiado para clasificar y nunca abandonó la paciencia para tocar y tocar hasta encontrar el camino. Luego en Durban frente a Alemania, en la final con Holanda en Johannesburgo, se reafirmó esa idea, y esos altísimos porcentajes de posesión, de los mejores de la historia de los mundiales.
Contra Italia fue posesión mayúscula, más todo el atrevimiento y esa extraña e incontrolable gambeta de Isco más dos remates fulminantes que proyectaron al equipo hacia la goleada y el desparpajo de Asencio. Y el Iniesta de siempre, “reciclado” por los pibes… Como en los mejores tiempos de Zidane, en los mundiales del 98 y 2006, Iniesta pareciera que se potencia y vuelve a su más alto nivel en la selección, independientemente de la actualidad en su equipo.
España se reinventa con la fidelidad a un estilo y con continuidades, sobretodo la de Iniesta, de quien no solo nunca renegó sino que siempre lo valoró como fundamental. Algo de lo que deberíamos aprender en Argentina, que tiró por la ventana diez años del mejor Messi, haciendole creer que podía ser capitán, conductor y líder, sin ponerle un Iniesta para liberarlo de esas responsabilidades.
Lo cierto es que, con Iniesta, España está de vuelta. Es la de hace siete años. Pero también la del futuro, la de 2018.