por Vito Amalfitano
NUEVA YORK, Estados Unidos.- El estadio Met Life se abre al periodismo a las 16, a cuatro horas del partido. Quienes llegamos una hora antes debimos esperar al rayo del sol con 30 grados. No pasa en ningún Mundial ni en ninguna Copa América, siempre hay centros de prensa abiertos desde la mañana contiguos al estadio para trabajar desde allí desde muy temprano.
Pero tampoco pasa, en ninguno de los acontecimientos futbolísticos que conocemos, que le regalen una bufanda con la inscripción de la final a cada espectador que ingresa al estadio, por ejemplo, o que quienes estamos trabajando en las cabinas recibamos un ticket de comida que nos permita acceder al buffet con los mejores platos pero a…. ¡las cinco y media de la tarde! Termina la Copa y aun no podemos descifrar si es almuerzo o cena. Pollo, pastas, arroz, carne de cerdo, postre. Pero a las cinco y media. Ni antes ni después.
Algunos detalles de una Copa diferente, muy norteamericana. Nuestra tarea se hace desde una lujosa y amplia cabina o sector cerrado, con vidriera a la cancha, con todas las comodidades, todas las que se puedan suponer, pero sin llegada plena al clima de la cancha. Otro dato distinto es que ya no existen más los tickets de papel con la ubicación correspondiente para el ingreso de los periodistas, se terminan las largas y caóticas colas para retirar los tickets de periodistas y fotógrafos en cada partido, si es que todas las organizaciones toman este sistema: el ticket escaneado en el mail que nos enviaron de aprobación con lo cuál simplemente hay que abrirlo en el teléfono y la gente de seguridad escanea el código de barras y cuando uno ingresa ya están los carteles con los nombres de cada uno en los pupitres correspondientes.
En esa hora previa en la que no podemos ingresar al estadio, sobre el cemento de la explanada de acceso al Met Life se arma un picado entre argentinos y también una “pica” con los chilenos en duelo de hinchadas, en tensa y tórrida calma.
Faltan tres horas y media para la final y se hace el simulacro de la ceremonia previa, con el ingreso de los equipos y los himnos, con chicos voluntarios haciendo las veces de los jugadores que animarán el choque que definirá la Copa del Centenario.
A las 17.30 suena la campana de largada para el buffet de periodistas y saltan todos en bandadas de sus pupitres para hacer la cola y alimentarse. Mientras, ya los hinchas empiezan a ingresar al estadio y se ubican en sus butacas. Arranca la música y todos bailan y cantan. Parece que hay más camisetas argentinas, o quizá sea un deseo.
Falta una hora y diez para el partido y se escucha el himno de Maradona, el que canta Rodrigo. Y gran parte del estadio reacciona y canta. “Marado Marado”.. Las banderas argentinas y la camisetas de la Selección dominan la escena. El anunciador es de fútbol americano.
A propósito de Diego, un engreído Hristo Stoichkov se enoja con LA CAPITAL ante la pregunta de si es mejor Maradona o Messi, porque dice que no hay que comparar porque es “odioso” pero al mismo tiempo recuerda que Bulgaria, para él, le ganó “fácil” a Argentina en el Mundial ’94 y afirma que hubieran vencido “con la misma facilidad” si jugaba Diego. Le insistimos con que otra hubiera sido la Copa del Mundo si no dejaban afuera a Maradona y nos contesta: “¿A quién le dieron la bota de oro”? Se levanta y se va en el medio de la nota.
No sirvió para más que matizar la espera y despojarse de nervios. Ya los jugadores están en el calentamiento precompetitivo, los argentinos haciendo un loco distendido, los chilenos trabajando más individualmente. Es la tercera final en tres años para la Selección. También para nosotros. Ellos juegan un loco, nosotros escribimos, discutimos con Stoichkov, charlamos, y también nos peleamos, con nuestro amigo y reconocido periodista Horacio Pagani… El dice que no tenía que jugar Di María, nosotros sí. Todo ayuda para que se pase más rápido la previa.
La procesión va por dentro.