Tenía 54 cuando cayó del piso 11 del Maral 39. Ese 5 de marzo de 1988, del que este lunes se cumplen 30 años, El "Negro" estaba en la cumbre de su popularidad y llenaba noche a noche el teatro donde lideraba largamente la taquilla de Mar del Plata.
El “Negro” Alberto Olmedo tenía apenas 54 cuando cayó de aquel balcón del piso 11 de un edificio marplatense, quizá por un juego suicida o por un exceso de sustancias recreativas, aquel 5 de marzo de 1988, del que mañana lunes se cumplirán 30 años.
Estaba en la cumbre de su popularidad, ganaba fortunas con sus programas de televisión y llenaba noche a noche el teatro donde lideraba largamente la taquilla de la cuidad balnearia con la obra “Éramos tan pobres”, donde personajes como “Rucucu”, “Rogelio Roldán” y “El manosanta” vivían rodeados de las actrices más bellas y cotizadas.
Nacido como Alberto Orlando Olmedo en el barrio Pichincha de la ciudad de Rosario, el 24 de agosto de 1933, no tuvo padre y recibió enseñanza primaria en la escuela nocturna porque de día realizaba toda clase de changas -la más redituable era en una carnicería-, mientras su madre Matilde sostenía el hogar con los trabajos más humildes.
Su primer contacto con el espectáculo fue como “claque” en el teatro La Comedia, de Mitre y cortada Ricardone, hacia 1947, y ya lanzado a lo artístico participó en la Troupe Juvenil Asturiana, que funcionaba en el Centro Asturiano de Rosario, tras lo cual forma un dúo gimnástico-humorístico con su amigo Antonio Ruiz Viñas. En 1954 arribó a Buenos Aires con el grupo “Gitanerías”.
La llegada a la Capital no fue fácil, volvieron los trabajos de cualquier tipo y el recorrido ansioso por teatros de revistas y el único canal de televisión existente, el 7, que finalmente le permitió integrar el programa “La troupe de la TV”, donde su capacidad de improvisación obtuvo aplausos junto a figuras ya consagradas.
Ese programa, que tenía libretos de Ortiz y en el que Olmedo se permitía toda clase de “morcilleos”, amenizó las tardes de varias generaciones que tomaban la merienda pendientes de sus aventuras y mostró el crecimiento de un actor poco valorado al principio y que demostró cómo se puede triunfar sin haber pasado por una escuela de actuación.
En Canal 7 Olmedo fue “tiracables”, “swicher” y técnico en lo que hiciera falta, habilidades que le valieron el respeto de los trabajadores detrás de cámara aun cuando ya era un figura famosa.
Así fueron llegando programas como “Operación Ja-Ja” (1967, Canal 11), y “El botón” (1969), donde era uno más entre varios grandes, hasta llegar a “Fresco y Batata” (1973, Canal 13), en el que lideraba el reparto junto a Jorge Porcel, desde entonces casi su socio exclusivo.
Ya sus personajes “Rucucu” y “El yeneral González” eran festejados por el público y en diciembre de 1970 organizó una emisión a beneficio de la Casa Cuna y el Hospital Argerich en el que batió el récord de permanencia en cámara, lo que le dio mayor repercusión pública.
Ya mito popular en vida, en mayo de 1976, con la dictadura cívico-militar a punto de cumplir dos meses, anunció su “desaparición física” en la apertura del programa “El chupete”. La broma fue muy pesada y su estrella se oscureció ante las autoridades de los canales y aún el público.
Esa estrella reverdeció gracias a “Alberto y Susana” (1980), junto a Susana Giménez, con la que ya había hecho cine y teatro de revistas, y sobre todo a Hugo Sofovich, que con “No toca botón” (1987) consolidó sus personajes. Su carrera parecía no tener límites.
Hombre reservado, rodó una cincuentena de películas, tanto picarescas como para público infantil, haciendo de su atracción peculiar, sus miradas cómplices a cámara y su inefable lenguaje el centro de todas las atenciones.
Se casó cuatro veces y tuvo seis hijos -el último con su pareja Nancy Herrera-, familias en las que no faltaron los escándalos y los dolores profundos, como cuando se enteró de que Herrera y su amigo Cacho Fontana habían tenido una relación paralela.
Beatriz Salomón -una de las actrices que lo acompañó en TV y teatro en los últimos años- se refirió al desengaño amoroso que sufrió Olmedo, un año antes de su muerte, al ver en la tapa de una revista a Nancy Herrera y Cacho Fontana y sostuvo que mucho de lo que sucedió después tuvo que ver con ese episodio: “Yo me siento en parte identificada con él. El Negro era un romántico y a partir de ese maldito momento ya no fue el mismo, estaba con mucha tristeza”.