Enzo Blasoni desapareció en las vísperas de la Navidad de 2021 del centro de Mar del Plata. Su cuerpo fue hallado más de cuatro meses después en un descampado de Camet. Un marcapasos permitió identificarlo. La Justicia nunca pudo resolver qué pasó y archivó al causa.
Por Fernando del Rio
El 28 de julio de 2019, la clínica 25 de Mayo de esta ciudad vendió a un paciente con insuficiencia cardíaca un marcapasos, que le fue colocado para brindarle al corazón un vigor que no tenía. El propósito de la intervención quirúrgica, además, era mejorarle la calidad de vida a Enzo Blasoni (83), como se llamaba el paciente, y que así pudiera disfrutar de Mar del Plata, la ciudad que había elegido para pasar sus años de retiro. No obstante, un tiempo después fue ese mismo dispositivo el que alertó a la Justicia sobre la muerte de Blasoni, iniciándose así un caso policial sin precedentes y sin resolución.
En febrero de este 2024, la fiscal Romina Díaz admitió que no se había logrado ningún avance en la investigación, a pesar de los estudios sobre el cuerpo que apareció dentro de bolsas de nailon en mayo de 2022 cerca del Parque Camet. En una de las bolsas, estaba el marcapasos.
El archivo del expediente 0800029366-21/00 ratifica el fracaso para lograr el esclarecimiento, pero al mismo tiempo expone la complejidad de un episodio criminal que bien podría afiliarse a la categoría de “Crimen Perfecto”. Porque excepto aquella ayuda que entregó el marcapasos a los investigadores para saber que Blasoni había muerto, nada más se consiguió y, probablemente, nada más se conseguirá.
Una desaparición,
un misterio
El jueves 23 de diciembre de 2021, una mujer que efectuaba tareas de limpieza para una inmobiliaria se presentó en el departamento “A” del sexto piso de Buenos Aires 2242. Allí vivía Blasoni, un hombre que en sus años laborales se había desempeñado como visitador médico y que gozaba de un buen pasar económico. A la trabajadora le llamó la atención que las ventanas estuvieran abiertas, y la cocina y la habitación, desordenadas. Esto no cuadró en absoluto porque Blasoni era un hombre cuidadoso en su soledad, pulcro y que no se permitía desprolijidades. Hasta plumas de palomas había en la habitación.
La mujer se comunicó con la inmobiliaria y fueron ellos quienes efectuaron la denuncia, a falta de familiares directos de Blasoni. La averiguación de paradero recayó en el fiscal Leandro Arévalo, pero no se pudo saber demasiado ya que Blasoni, un hombre de 83 años dueño de una gran energía -refieren-, se había esfumado.
Blasoni solía caminar las cuadras próximas a la plaza Colón. También lo hacía por Tribunales, cuyo edificio central le quedaba a 100 metros de su departamento. En el relevamiento efectuado por la zona, se consolidó la versión no confirmada de que Blasoni se habría encontrado poco antes de desaparecer con un hombre en el café de Colón y Buenos Aires. Al cabo de unos intentos más por localizarlo, la Justicia se olvidó de la historia de Enzo Blasoni.
El hallazgo
En la tarde del martes 3 de mayo, un hombre dedicado a la albañilería y a cuidar galgos sacó a pasear a uno de los perros por la zona de Scaglia al 8000. Un olor penetrante y nauseabundo lo alertó, al tiempo que le despertó la curiosidad una de las bolsas de arpillera. Tras acercarse, comprobó que eran restos humanos y dio aviso a la policía. La fiscal Romina Díaz intervino en la causa por hallazgo de restos óseos y averiguación de causales de muerte.
Cuando los peritos de Policía Científica inspeccionaron los restos, descubrieron que en algunos huesos aún había partes blandas, lo que les hizo suponer una data estimada de inicio del proceso de descomposición. Era de unos cuantos días. Pero lo que más intriga causó fue el marcapasos que estaba dentro de la cavidad torácica. Se trataba de un ST. Jude Medical Endurity Core con numeración PM2152 DDDR S/N 9291229 y su estado permitía hacer un intento por saber su procedencia.
Así fue como al día siguiente llegó la confirmación de que aquel era el dispositivo que casi tres años antes le habían colocado a Blasoni en la clínica 25 de Mayo. Sin embargo, aunque las probabilidades eran casi totales, no se podía afirmar que los restos fueran del hombre de 83 años desaparecido en vísperas de la Navidad anterior. De todos modos, la fiscal Díaz se comunicó con una sobrina de Blasoni y la puso al tanto: su tío había muerto, ya que sin el marcapasos no tenía sobrevida.
Fue necesaria una pericia odontológica forense a cargo de Rodolfo Barbería para confirmar la identidad: “La dentadura coincide absolutamente, determinando una identificación positiva”.
Sin resolución
Nada de lo que se hizo en la causa arrojó alguna esperanza para reconstruir lo sucedido con Enzo Blasoni, un hombre que no tenía enemigos, que por el estado de su departamento no había sido víctima de un robo y que no poseía relaciones cercanas a investigar. Si tenía encuentros frecuentes con algunas personas, todo quedaba en su ámbito privado y los pocos que lo conocían ignoraban cualquier detalle. Sus perfiles de redes sociales (dos en Facebook) no fueron de gran ayuda. De hecho, no fueron de ninguna ayuda.
Para complicar aún más la pesquisa, los pocos restos que pudieron ser sometidos a un análisis forense tampoco posibilitaron a los peritos del Cuerpo Médico de la Policía Científica arriesgar una conclusión sobre el causal de muerte.
“Se continuaron con las labores investigativas -dijo la fiscal Díaz, quien se quedó con la causa- tendientes a determinar la materialidad de los hechos que concluyeran con su deceso y así también el/los autores o personas intervinientes. Desde esta Fiscalía se continuaron y reiteraron las labores realizadas por la UFI N°7, como así también se dispusieron otras pericias y diligencias probatorias. Ninguna de ellas permitió el avance de la pesquisa en el sentido de poder delimitar siquiera en forma provisoria los extremos mínimos de cualquier imputación”.
Es que al no poder saber cuál fue la causa de la muerte, no se pudo calificar el hecho de homicidio y, por ende, mucho menos de enrostrárselo a alguna persona. Quedó claro que “alguien” se había encargado de colocar los restos de Blasoni en bolsas y las conjeturas más razonables indicaban que ese mismo “alguien” había cometido un asesinato. Pero todo era conjetural, no había certezas.
Tal vez la única certeza que derivó de toda esta historia fue la del convencimiento sobre un “Crimen Perfecto”, la de un asesino que se mimetizó con su víctima y se apoderó de esa condición de prolijidad para no dejar rastros.
De no mediar algún arrepentimiento, algo que no suele ocurrir, la muerte de Enzo Blasoni se perderá en el olvido para siempre.