por Vito Amalfitano
La deuda se saldó con una fiesta y Juan Martín Del Potro se redimió con Mar del Plata. La devolución fue con creces, porque el tandilense volvió a la ciudad nada menos que como campeón de la Davis, como artífice de ese logro, ocho años después de la mayor frustración del tenis argentino, en este mismo escenario, en el Polideportivo Islas Malvinas, en aquella dolorosa e inexplicable final perdida ante España con todo a favor.
Fue una noche con matices. Hubo que soportar un calor agobiante (Del Potro, micrófono en mano, le pidió a Ferrer que no lo haga correr mucho por la alta temperatura), el aire acondicionado no anduvo ni a 24 ni a 0; para un espectáculo de tamaña envergadura fue inconcebible que no funcionara el wi fi, lo que por otra parte pasa siempre en el Polideportivo y el Emder no lo soluciona, un inconveniente insalvable para el periodismo que debe mandar sus envios en forma urgente. Siempre el factor humano resuelve situaciones, y dos empleados del propio Emder salvaron el trabajo de este medio y de otros periodistas que llegaron del resto del país, el colega Leandro Sánchez, y el técnico Eduardo Avila, para solucionar el problema sobre la hora del cierre de las ediciones corrspondientes.
Fue una noche con matices. Con la mezcla entre el glamour de entradas demasiado caras y mujeres muy bonitas tratando de acercarse a Del Potro y manifestantes del Frente Barrial Centenario que afuera del estadio, muy oportuna y pacificamente, sin obstruir el tránsito, visibilizaron la problemática de un Polideportivo que no se termina de abrir para que lo disfruten los pibes del lugar, tal como también hizo la gente de la Marme por el Polideportivo de Camet.
Un hombre nuevo, el héroe olímpico
Largamente, de todos modos, sobre los matices y los contrastes, se impuso el impacto del acontecimiento. Se disfrutó la simpatía del español David Ferrer y su empatía con el público argentino. Y se notó la alegría genuina y la emoción de Del Potro, sensaciones que “aprendió” a transmitir desde aquel mítico match del domingo 7 de agosto en el Centro Olímpico de Barra de Tijuca, elegido como uno de los tres mejores partidos de tenis de 2016 en el mundo, la victoria ante Novak Djokovic por 7-6, 7-6, también uno de los acontecimientos que más conmoción nos generó a nosotros en lo personal en coberturas periodísticas.
Aquella tarde alumbró un nuevo jugador de tenis, único, inédito, “con un golpe de derecha nunca visto en la historia del tenis”, de acuerdo a lo que nos decía el capitán Daniel Orsanic al borde de las tribunas del court número 2, después del segundo partido, conforme avanzaba Del Potro en Río, ante el portugués Joao Sousa.
Esa semana mágica en Río de Janeiro hizo el “clic”. Empezó el reencuentro de Del Potro con él mismo como jugador y como persona y en su interacción con la gente. Y logró demostrar más sus sentimientos, hasta el gesto de inclinación hacia el logo de los Juegos tras su victoria ante Rafa Nadal que le aseguró la medalla de plata y convertirse en un verdadero héroe olímpico, que volvió de un virtual “retiro”, tras tres operaciones de muñeca.
A partir de ahí fueron tres meses vertiginosos e inolvidables. La medalla de plata en los Juegos de Río de Janeiro, con triunfos ante Novak Djokovic y Rafael Nadal, el título en Estocolmo y, sobre todo, la conquista de la Copa Davis, con victorias épicas ante Andy Murray y Marin Cilic en el camino, al cabo, convirtieron a Del Potro no solo en el mejor deportista argentino del año sino en uno de los más importantes de la historia, al ser el artífice del cumplimiento de un deseo centenario del tenis nacional.
Juan Martín Del Potro reiteró en Mar del Plata, ante más de 7000 espectadores en el Polideportivo, que él y el resto de los integrantes del equipo argentino puedes descansar “tranquilos” porque la Copa Davis está “en casa”.
“Mis compañeros y yo descansamos tranquilos con la Davis en casa, logramos algo por lo que se luchó durante mucho tiempo y parecía imposible de conseguir”, valoró Del Potro ante el conductor del espectáculo de la Copa Peugeot, el periodista Matías Martín y los más de 7000 acalorados espectadores del Polideportivo.
“Llegar a este momento en Mar del Plata, tan cerca de Tandil, es celebrar un año soñado”, dijo también Delpo, para acordarse de sus conciudadanos vecinos y de paso terminar de saldar la deuda con esta ciudad desde aquella derrota en 2008, cuando incluso se le cuestionó haber jugado el Masters en las semanas previas y haber llegado no en la plenitud física a a la definición en el Polideportivo.
Mucho ocurrió en ocho años. Maduraron y crecieron el jugador y la persona, sobretodo ante la situación límite de verse al borde del retiro cuando no se le encontraba la vuelta a la recuperación de su muñeca izquierda.
La deuda saldada para “dormir tranquilo”
“Fue un año increíble, agradezco a todos los que me apoyaron en los momentos difíciles, a los que creyeron que podía volver y espero darles mucho más”, dijo también Delpo para después regalar puntos muy divertidos con Ferrer, además de golpes en serio de su sello, pelotitas, autógrafos, abrazos y besos.
“Me conformaba con jugar al tenis nuevamente y me encontré con situaciones históricas. Hoy puedo celebrar las cosas más lindas que me están pasando en mi carrera”, expresó el líder del equipo nacional que conquistó en Croacia la Copa Davis. “Terminar el año trayendo a casa la Copa que durante tantos años nos esquivó es un alivio grande, la Davis es lo que nos deja dormir tranquilos”, remarcó también.