Opinión

La magia de Massa y la advertencia de Tu Sam

Panorama político nacional de los últimos siete días

Por Jorge Raventos

En algunos casos con tono de elogio y en muchos otros como sarcasmo cuestionador, a Sergio Massa lo comparan con un mago: “saca conejos de la galera” o “engaña con ilusiones”. Es probable que el ministro de Economía y candidato presidencial sea merecedor de esa caracterización.

Aunque después de anunciar reiteradamente la inminencia del acuerdo con el FMI que permitiría al país cubrir obligaciones y fortalecer sus decaídas reservas los críticos comentaban con ironía que sus trucos se estaban agotando, el último jueves el Fondo anunció oficialmente que se había suscripto el Staff Level Agreement que gatillará en agosto aportes por 7.500 millones de pesos. Como el directorio del Fondo está en receso hasta mediados del mes próximo , los desembolsos se producirán a partir del 15 de agosto, una vez que esa instancia haya avalado formalmente el acuerdo sellado por la conducción técnica. Escépticos, abstenerse: esas resoluciones se toman por mayoría simple y nadie ignora el interés del principal y decisivo accionista –Estados Unidos- por evitar mayores perturbaciones a la Argentina, un socio importante en América del Sur.

Estados Unidos no es el único interesado. Dado que las vacaciones del Board del fondo retrasan los desembolsos, había que solucionar los pagos que el país debe hacer a la entidad la semana próxima y la siguiente. La magia del ministro habría encontrado un recurso para solucionar el inconveniente: apelar una vez más a los yuanes del swap chino y también al crédito puente de una entidad financiera del sistema interamericano.

La siempre bien informada Silvia Naishtat aportó el viernes un comentario muy sugerente: “Desde un banco de capitales chinos –escribió- señalan que el propio FMI está ayudando en Beijing para que abra el grifo de los otros US$ 5.000 millones de libre disponibilidad del swap para que Argentina pueda cumplir”. El dato es significativo en varios aspectos: por un lado indica el interés de la conducción del FMI por allanar el camino de Argentina, por otro, exhibe los grados de convergencia y cooperación que en múltiples niveles conectan a Washington con Beijing, pese a su evidente competencia, desmintiendo así las alternativas en blanco y negro que desde los extremos presionan para que el país elija un alineamiento disciplinado en esa puja geopolítica mundial.

Massa produjo esta semana otro pase mágico: almorzó en el comedor central del predio de la Sociedad Rural, en pleno desarrollo de la Exposición anual, rodeado por la cúpula de la entidad y allí fue tratado cordialmente por sus anfitriones, que no dejaron de señalar sus reparos a la marcha de la la economía. Esa reunión, que algunos definen como casi milagrosa (un ministro de Economía peronista en funciones, para más: candidato de su fuerza política, huésped bienvenido en el ámbito que libró la batalla del campo de 2008 contra el kirchnerismo), fue mal vista tanto en círculos del oficialismo como en las usinas opositoras más recalcitrantes. “Ningún político de nuestro campo debe ir a banquetear con los amos de la oligarquía”, descerrajó Juan Grabois el desafiante de Massa en la primaria de Unión por la Patria. El latigazo de Grabois expresa el subconsciente del costado izquierdo del oficialismo, que incluye principal pero no únicamente al kirchnerismo. Grabois dice en voz alta lo que la militancia K disciplinadamente calla, sea porque no quiere desobedecer la señal de la vicepresidenta, que ha elogiado al ministro de Economía por “atreverse a agarrar la papa caliente”, sea porque Massa para ellos es un mal menor, frente a la coalición opositora.

Lo curioso es que la Sociedad Rural –y en especial su presidente Nicolás Pino- recibieron ataques desde el campo opositor, tanto desde postulantes desahuciados como desde el bajo clero partidario que corteja a algunos candidatos o desde algunas tribunas mediáticas a menudo más papistas que el papa.

Parece evidente que para buena parte de los dirigentes rurales (como para líderes empresarios de otras actividades) la idea de que Massa es lo mismo que el kirchnerismo no se ajusta a los hechos. Ellos observan la realidad de cerca, en detalle. No es que compartan las posiciones del ministro-candidato (el discurso de Pino, ayer, ante su propio público lo dejó claro) pero perciben las diferencias. Tanto en tiempo presente como potencialmente.

Si se quiere, esos dirigentes coinciden en la apreciación con el kirchnerismo, que ve al ministro-candidato como alguien de otra especie y sospecha tanto de la amplitud de sus relaciones empresariales e internacionales , como del programa de acción que pondría en práctica en caso de llegar a la presidencia.

Por el momento, ese programa de Massa consiste en evitar males mayores, mantener la economía en movimiento, esperando que el desarrollo del proceso político le abre el panorama y, paso a paso, le suma respaldos y grados de libertad. Trabajo de mago. Después de las PASO se abre para él una nueva etapa.

El jefe de gobierno porteño y precandidato a presidente de Juntos por el Cambio, Horacio Rodríguez Larreta.

Puede fallar

También se abrirá otra etapa para quien resulte vencedor de la interna opositora.

Un domingo atrás hubo en la capital cordobesa una concentración de altos mandos de la coalición opositora: desde gobernadores en funciones hasta candidatos de varias provincias y, hecho excepcional, los dos precandidatos presidenciales, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich que no suelen compartir espacios.

Llegaron convocados por el presentimiento de que al final de esa jornada, Rodrigo de Loredo, el candidato de Juntos por el Cambio, le daría a la coalición un triunfo de peso en la última elección importante previa a las PASO de mediados de agosto, le permitiría recuperar el gobierno de la ciudad más importante de la provincia y que ese acontecimiento ofrecería un óptimo escenario para “la foto de la unidad”, un festejo compartido por Montescos y Capuletos en el que Larreta, Bullrich y sus respectivas familias políticas regresaran al camino de sensatez y concordia que les reclama el círculo rojo y prescriben sus tifosi mediáticos.

“Puede fallar”, como memorablemente explicó Tu-Sam, que no era mago pero trabajaba con fantasías e ilusiones.

Rodrigo de Loredo perdió por siete puntos. Con la victoria de Daniel Passerini, nuevo intendente electo, el cordobesismo de Juan Schiaretti se anotó una segunda victoria después de que Martín Llaryora derrotó a Luis Juez por la gobernación. La famosa foto de la unidad se hizo, pero testimonió amargura y reticencia; los dos precandidatos opositores se mantuvieron rígidos en el escenario, separados por el físico de De Loredo, que mostró una gran presencia de ánimo y una hidalguía ejemplar cuando reconoció su derrota antes de que se hubieran difundido las cifras oficiales del comicio (“Tenemos nuestras mesas testigos y nos permite reconocer que la diferencia ya está del otro lado. Cuando el pueblo se expresa, éso es sagrado. Queremos ante todo reconocer un triunfo y saludar a quien va a ser el próximo intendente de Córdoba, Daniel Passerini”, dijo; su frase fue acompañada por aplausos que no fueron unánimes: Patricia Bullrich se mantuvo inmóvil).

Martín Llaryora.

Cordobesismo, versión renovada

La elección cordobesa deja mucha tela para cortar. Un hecho merece destacarse. Con los triunfos de Llaryora y Passerini el peronismo de Córdoba ha exhibido un proceso que en muchos sentidos es excepcional: está produciendo armónicamente un relevo de liderazgos y un “trasvasamiento generacional” (como le gustaba aconsejar a Juan Perón). La muerte que alejó a Juan Manuel de la Sota y el final del ciclo gubernamental de Juan Schiaretti dejan una simiente que al mismo tiempo que se proclama orgullosa continuadora de ese largo período (cinco décadas de militancia, dos de administración de la provincia), adelanta que comienza un ciclo nuevo. Antes de calzarse el traje de gobernador, Llaryora ya está exhibiendo un perfil para situarse en el debate nacional como fuerte defensor del federalismo y crítico de los privilegios de los que goza el AMBA. Una frase picante sobre “los pituquitos de Recoleta” (“meses soportando que vengan a explicarnos de transporte unos tipos a los que la Nación les administra el transporte y los tapa de subsidios”) corría el riesgo de quedar en un mero artificio retórico, pero él se encargó de ir más lejos: “Se quedan con la palabra ‘pituquitos’, pero yo hablé de cosas muy concretas: devuelvan al interior los recursos de las retenciones, liberen a todo el país los subsidios al transporte que se quedan en el Amba, repartan las fuerzas federales que están solo en Buenos Aires y piensen en la infraestructura que necesita todo el país. No tolero esa discriminación al interior. Defiendo una idea de país mucho más amplia y mucho más federal”.

En un paisaje interno del peronismo en el que se han desdibujado algunas figuras del interior que se proyectaban ambiciosamente y donde se procesa el ocaso del ciclo kirchnerista, el cordobesismo que superó victoriosamente el desafío de las urnas y concreta la transición generacional de liderazgos seguramente tendrá algo que decir en el paisaje postelectoral y en el proceso de reconfiguración del sistema político. Por otra parte, esa transición se muestra como un modelo para otras fuerzas políticas, a las que el crepúsculo de un liderazgo anterior las amenaza por momentos con crisis mayores.

Schiaretti-Larreta (bis)

En medio de la competencia cordobesa, Juan Schiaretti insistió en sus propuestas antigrieta y en una política de convergencia. “Sostengo que así como hay que terminar con la maldita grieta, Argentina necesita un gobierno de unidad nacional. Todos los que tenemos una visión parecida es importante que hablemos”, señaló: y aludiendo a sus conversaciones con Horacio Rodríguez Larreta, agregó:- La oportunidad ahora es después de la primera vuelta, de hacer los planteos para encarar un gobierno de unidad nacional”. Llegó a considerar que ese diálogo se pueda dar con Patricia Bullrich, “si ella está dispuesta”, pero juzgó que, por sus propuestas, “Bullrich exacerba la grieta”.

La unidad que la oposición quiso y no pudo concelebrar en Córdoba el domingo pasado pareció alejarse de allí en adelante. El bando de Bullrich se declaró ofendido cuando Larreta refutó una declaración de su adversaria en la que proponía un blindaje para salir rápidamente del cepo cambiario. “Eso ya fracasó con De la Rúa”, objetó el jefe de gobierno-candidato. Parece que esa conexión con De la Rúa (con quien Bullrich fue ministra) fue tomada como una agresión, que respondió el siempre dispuesto diputado Iglesias con una evocación del suicidio de René Favoloro.

No hay tampoco acuerdo sobre el tema de si la noche de las PASO los precandidatos esperarán los resultados en un bunker común o si harán rancho aparte. Larreta promueve la primera opción, mientras Bullrich se resiste. Mauricio Macri, que hoy, domingo, está volviendo a Buenos Aires, probablemente admita el punto de vista de Larreta, sin por ello abandonar su simpatía por Bullrich.

Esa transición no se ha consumado todavía.

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