La Ciudad

La línea que une a Fernández y Kicillof con Larreta y Montenegro

La “cuarentena intermitente” augura una mayor flexibilización pese al incremento de casos. El dato de la ocupación de camas empieza a ser preponderante. También la responsabilidad social. Para no retroceder el municipio debe controlar el brote. El intendente se asesoró con Pedro Cahn. Semana clave para el aumento de boleto.  

Por Ramiro Melucci

Los casos positivos y las muertes por coronavirus no paran de crecer, pero la asfixia de la economía y el agotamiento social ya no resisten un aislamiento estricto. Esa certeza, sumada a la hipótesis de que el sistema de salud da señales de resistencia, parece haber guiado los últimos movimientos de Alberto Fernández, Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta.

Aunque la semana pasada hubo récord de contagios en el país y el foco sigue estando en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, el presidente, el gobernador y el jefe de gobierno porteño flexibilizaron la cuarentena. Kicillof la bautizó con el nombre de “intermitente” para graficar las autorizaciones que se otorgarán en los próximos días pero podrían retrotraerse si se agrava la situación. Larreta habló de seis etapas para poner en marcha la Capital. Parece una contradicción ante el aumento de casos, pero lo hicieron con la certidumbre de que el nivel de ocupación de camas lo permite y el sistema sanitario, de momento, no colapsa.

El nuevo formato encuadra con la delicada situación que atraviesa Mar del Plata, donde la famosa curva de contagios es desde comienzos de julio una recta empinada, pero Guillermo Montenegro refirma la necesidad de seguir reactivando la economía doméstica. No fue azaroso que, mientras se transmitía el anuncio presidencial desde Olivos, a 400 kilómetros la secretaria de Salud del municipio, Viviana Bernabei, convocara a una conferencia de prensa en el CEMA para resaltar el bajo nivel de internación hospitalaria de pacientes con coronavirus en Mar del Plata, que llega al 10%. El 90% de los contagiados está en sus casas o aislados en hoteles.

Con esos datos, el intendente argumentará las nuevas aperturas que impulsará después de la pausa que se tomó la semana pasada para evaluar el impacto del brote. De todo lo que se dijo el viernes, las novedades que más inciden en la vida local son las que dio la Provincia. Continuará el sistema de fases, pero cada una de ellas establece un grado mayor de actividades permitidas. La 4 –que es la de Mar del Plata– sumó la actividad gastronómica en general. La 5, ese anhelo colectivo marplatense en tiempos de distanciamiento social, preventivo y obligatorio, añade los gimnasios.

El listado de actividades difundido por la Provincia confirma que Mar del Plata está a mitad de camino entre una y otra. Los cafés ya habían abierto con restricciones antes de que se permitiera la gastronomía. Las actividades deportivas al aire libre siguen vedadas en la reglamentación provincial para los municipios en fase 4, pero acá ya se autorizaron.   

Esas permisiones se explican mediante el acuerdo político que Montenegro y Fernanda Raverta suscribieron para poner en funcionamiento la Comisión de Reactivación Económica, al que también adhirió Gustavo Pulti. Esa mesa política, integrada en los hechos por funcionarios y concejales que responden a aquellos nombres, recomendó con el guiño de la Provincia habilitaciones que no estaban al alcance de la ciudad en la letra dura de la normativa.

El gobierno valora esa herramienta y la seguirá usando. La comisión se juntó el jueves con tres alternativas sobre la mesa: dar por concluida la prueba piloto en los cafés, extenderla sin recomendar nuevas autorizaciones y prorrogarla junto con el otorgamiento de otros permisos, como el de los restaurantes y las cervecerías. En un encuentro no exento de tensiones, incluso dentro del oficialismo, hubo acuerdo para dejar todo como estaba, los cafés incluidos.

El próximo encuentro está previsto para el martes. Antes de que se conocieran los anuncios del gobierno provincial, la comisión iba encaminada a autorizar los restaurantes en horario diurno. Es decir, durante la hora del almuerzo. Parte del oficialismo propuso que el permiso se otorgara desde el último viernes, pero la posibilidad de que eso promoviera los encuentros por el Día del Amigo hizo que la moción perdiera fuerza. Ahora una mayor reapertura gastronómica solo cabría después de mañana.

Será una prueba de fuego. “Un desmadre en el Día del Amigo es una bomba de tiempo”, le advirtió Montenegro a su equipo sobre los encuentros en casas particulares que fomenta la celebración aunque no estén permitidos. “En los cafés por lo menos queda asentado quiénes van y se ubican a cierta distancia”, diferencia. Refuerza de paso su postura sobre el origen del brote: las actividades que relajaron los protocolos, sostiene, no fueron las que se fueron habilitando en el transcurso del aislamiento, sino las que siempre estuvieron abiertas. Las esenciales. El Hospital Houssay, el geriátrico Namasté y la pesquera entran en esa categoría. “Si estuviéramos en fase 1 tendríamos la misma cantidad de contagios”, postulan en el municipio.

Conviene observar nuevas aristas. El gobierno bonaerense acaba de modificar otro criterio. El de los 21 días sin contagios autóctonos para pasar de la fase 4 a la 5. Ese del que tanto renegó Montenegro. Ahora se evaluará cada 14 días y se necesitarán menos de 10 casos cada 100 mil habitantes en alguna de las últimas dos semanas. Una cifra que la ciudad hubiera alcanzado con comodidad antes del brote, pero que con los números de hoy no es factible.

Está claro que la prioridad es contener los focos, que parecen diseminarse con el correr de los días. Intranquilo por lo que está sucediendo, el intendente recurrió a Pedro Cahn, uno de los infectólogos de referencia de Alberto Fernández. El especialista le dio la receta ante el brote: aislar, controlar y testear. Montenegro asegura que ya redobló los testeos. Acota que la cantidad de casos sin nexo epidemiológico sigue siendo baja: del 3% del total de casos activos. Es otro dato fundamental: para la Provincia, los municipios donde ese tipo de contagios son mayoría presentan transmisión comunitaria del virus, por lo que figurarán en fase 3, como los del conurbano.

En pleno brote, esos parámetros igual se agitan como un fantasma para Mar del Plata. El riesgo de un retroceso y de que la ciudad se convierta en un caso testigo de la “cuarentena intermitente” está presente. Montenegro también lo sabe, por eso enfureció con el intendente de Villa Gesell, Gustavo Barrera, que machacó con que en Mar del Plata ya hay transmisión comunitaria. “No sabe de lo que habla ni llamó para informarse”, masculló en la intimidad.

También escuchó el párrafo que el propio Presidente le dedicó en Olivos. Aludió a la insistencia que tuvo para reclamar la reapertura de algunas actividades. Fernández hablaba de la etapa en que Montenegro sentía que Kicillof no le daba margen de maniobra para administrar la cuarentena. Un tiempo previo al acuerdo que puso en marcha la comisión reactivadora.

Sobresalen otros puntos en común. “Hay que empezar a convivir con el virus”, repiten el presidente, Kicillof y Larreta. Montenegro se encolumna. El concepto es vital para la suerte de la reapertura escalonada, donde opera una transferencia de responsabilidades: a medida que el Estado deja de restringir se vuelve cada vez más preponderante la responsabilidad social.

La semana comienza con las especulaciones sobre las posibilidades de avanzar en las aperturas y también con una discusión que hará escalar la temperatura política: la del aumento del boleto. La comisión de Transporte lo tratará mañana con la presencia del secretario de Gobierno, Santiago Bonifatti, y el subsecretario de Movilidad Urbana, Dante Galván. Si todo sale como pretende el oficialismo, en la noche del viernes el pasaje tendrá un salto del 40%.

En este debate el Frente de Todos se para enfrente del intendente. Sus concejales hasta asistieron al Ministerio de Trabajo para tratar de lograr una conciliación obligatoria que ponga fin al paro nocturno. Fue la manera que encontraron para reflejar la falta de una gestión en ese sentido del jefe comunal.

 

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