La investigación de un hecho criminal, cualquiera sea su naturaleza, requiere de un combinado uso de recursos humanos, tecnológicos y científicos. Los delincuentes se adaptan al avance y encuentran la forma de ocultarse de los rastreadores.
La idea de que toda persona deja su huella por donde pasa en los tiempos modernos de datos biométricos almacenados con un solo touch de pantalla o registros de videos en cámaras que se despliegan como un Gran Hermano por las ciudades parece haberse afianzado como una gran verdad. Sin embargo, y aunque esto es así para una importante cantidad de actividades y controles, en el mundo del delito aún existen ciertos conos de sombra donde el criminal puede ocultarse.
En Mar del Plata, donde se plantea una lucha diaria contra el avance del narcomenudeo, los robos, los abusos sexuales e incluso los homicidios -el “incluso” obedece a su baja cantidad en relación a la “percepción” social-, la investigación es permanente y el furioso avance de la tecnología debiera ser un aliado determinante e indiscutible.
Lo que se ha observado en el período más reciente y esto preocupa a los detectives tanto policiales como judiciales son los obstáculos burocráticos para el acceso a datos en poder de terceros y la natural “adaptación” de los delincuentes.
En la historia misma de la investigación criminal puede advertirse que siempre hubo perdedores y ganadores de ambos lados. Que, a un nuevo avance en técnicas periciales, una nueva trampa descubierta por los delincuentes para compensarlo. Y ante eso, una nueva reconstrucción de las pesquisas para poder llegar más lejos. Es un proceso evolutivo natural que propone el esfuerzo de ambas partes: los que delinquen y los que intentan descubrirlos.
“…el teléfono celular es casi como una “escena del crimen”. Contiene tanta información valiosa que puede rehacerse el tiempo en torno a un hecho, los antecedentes, los vínculos y hasta las maniobras económicas de transferencias o pagos. Y hoy en día es muy difícil hallar una persona que no tenga una relación directa e inevitable con un teléfono.”
De un tiempo a esta parte se notó una baja importante de la recolección de datos por medio de intervenciones telefónicas autorizadas por la justicia. “Es cada vez más difícil interceptar diálogos que nos nutran de datos claves ya que el avance de las aplicaciones de mensajería como Whatsapp o Telegram tienen sellada todo acceso y solo se puede lograr secuestrando los teléfonos”, dice una fuente consultada. Es evidente que una vez conseguidos los dispositivos la información allí alojada es importante, pero para llegar a eso hay que tener prueba que permita un allanamiento o un secuestro.
En un reciente informe presentado por una oficina de investigación se resalta ese aspecto: “la información contenida en un teléfono móvil cobra mayor relevancia frente a la decadencia de otros medios históricos de recolección de pruebas, siendo un ejemplo manifiesto de ello las intervenciones telefónicas que han cedido escandalosamente frente a los nuevos y múltiples sistemas de comunicación por datos -hasta hoy no factibles de interceptación- y que imponen un aggiornamento en las formas y métodos de abordaje de la investigación criminal, principalmente en aquellas que involucran algunas formas mínimas de organización”.
Por ejemplo, en la investigación del narcomenudeo en Mar del Plata, ya se ha resignado cualquier tipo de acceso en tiempo real a las comunicaciones. Tanto los vendedores como los consumidores no usan llamadas telefónicas convencionales y eso restringe toda posibilidad de interceptación.
Hay un detalle que los delincuentes ya saben pero que es complejo eludir: el teléfono celular es casi como una “escena del crimen”. Contiene tanta información valiosa que puede rehacerse el tiempo en torno a un hecho, los antecedentes, los vínculos y hasta las maniobras económicas de transferencias o pagos. Y hoy en día es muy difícil hallar una persona que no tenga una relación directa e inevitable con un teléfono.
La burocracia empresarial
En el reciente asesinato de la anciana Elizabet Othondo, ocurrido a comienzos de junio en una casa del barrio San José, el fiscal Leandro Arévalo pudo utilizar la tecnología para lograr cierto avance y, al mismo tiempo, la burocracia empresarial lo tiene retenido a la espera de algunos datos de importancia.
El supuesto asesino Jonathan Cáceres utilizó su teléfono en un par de ocasiones en cercanías a la vivienda de la víctima en un período de tiempo próximo al momento del crimen. Eso pudo saberse gracias a que un oficio a la empresa de telefonía fue respondido con celeridad informando sobre el “impacto” del teléfono en determinadas antenas de la zona. También las cámaras de seguridad de algunos comercios mostraron a Cáceres en las cercanías e incluso hubo una que lo captó bajando de un colectivo. Esa tarjeta de colectivo que usó Cáceres pudo ser recuperada en el allanamiento a su casa y la información que contiene es clave para reconstruir los hechos previos y posteriores.
El fiscal Arévalo solicitó esa información a la empresa que gestiona el transporte y aún está a la espera. “Cuando debemos pedir datos que están en poder de terceros nos encontramos con una dificultad que debería conocerse. Después nos hacen responsables de la demora en las investigaciones, pero la gente suele no saber estas cosas. Y ni hablar si tenés que pedir a alguna red social…”, señala el representante del Ministerio Público Fiscal.
Cuando el perfil de una red social es de interés investigativo se deben librar oficios con solicitud de acceso a información a -mayormente- Estados Unidos. La respuesta es lenta y puede superar incluso el tiempo que tiene la Justicia para mantener bajo investigación un delito.
Cámaras y rastreo
El Municipio de General Pueyrredon invirtió en los últimos tiempos en tecnología que sirve como auxiliar en la investigación criminal, principalmente en cámaras para su red de videovigilancia urbana. Es real que no todas las cámaras desplegadas en el partido funcionan con la calidad debida, pero han contribuido a algunas pesquisas de importancia. También las cámaras de lectura de patentes de vehículos llegaron en más de una ocasión en socorro de una investigación, en especial en las primeras horas.
Los sistemas de geolocalización de los teléfonos inteligentes suelen ser, si se dan determinadas condiciones, el más rápido recurso para un seguimiento en tiempo real y que no necesita de una autorización de la Justicia. En caso de teléfonos robados que tienen activada esa herramienta es fundamental para fijar una coordenada con alta precisión.
La cuestión forense con sus avances de laboratorio, genético, de medicina legal, de reactivos novedosos es un campo distinto en el que suele no incidir la astucia del criminal para contrarrestarlo, pero también, en un país como Argentina de bajos recursos, a veces le complica la vida al investigador. Mar del Plata no tiene laboratorio forense y debe remitir muestras a otros distritos.
El delito no cederá porque es parte constitutiva de las sociedades y tener herramientas para contenerlo, ya sea en la prevención como en la sanción, es la manera de enfrentarlo.