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La increíble historia del marplatense que cruzó el océano y perdió su trabajo por una foto con Messi

Martín Galli cumplió el sueño de tener un recuerdo junto al astro de Barcelona. Hizo una gran logística para llegar a tenerlo enfrente. Hoy tiene la foto deseada pero perdió el trabajo y su caso está en manos de abogados en España.

por Juan Cruz Espinosa

El marplatense de 27 años, Martín Galli, logró el sueño de todo argentino apasionado por el fútbol: tener sus minutos a solas con Lionel Messi. Claro que el camino no fue nada fácil: desde su contratación en el Camp Nou como camarero, pasando por la investigación de la rutina del 10, hasta llegar al tan ansiado abrazo con el astro, y como consecuencia, la expulsión de su trabajo. Aquí la historia de un soñador, que no se detuvo hasta alcanzar el objetivo.

“Soñaba con conocerlo. Siempre lo vi como algo imposible estando en Mar del Plata” comentó Martín, marplatense que hizo inferiores en Argentinos del Sud y tuvo su paso fugaz por las categorías preferentes de Madrid sin concretar el deseo de vivir de este deporte.

En junio de 2017 se instaló en Barcelona donde la misión seguía siendo muy difícil, pero no inimaginable como unos meses atrás.

El plan “A” de Galli era comprar una entrada en la primera bandeja del estadio, saltar al césped y correr incansablemente hasta llegar a sus “benditos” pies. Pero la multa que oscila entre los 100 y 5000 euros, sumada a los antecedentes que quedan plasmados en el pasaporte, sacaron rápidamente esa idea de la cabeza.

Le llegó la oferta para trabajar como camarero en el mítico Camp Nou. “En mi primer ingreso, saltee los controles de seguridad diciendo que iba a la entrevista, que de hecho era cierto. Pero allí me percaté que el sistema no era muy riguroso y que estando dentro podría encontrar puntos ciegos para conocerlo”.

De estar a 10.000 kilómetros, a tenerlo a metros. El camino se iba acortando.

Tuvo la suerte de que le asignaran para cada partido “Avantllotja de Honor”, la sala VIP del Camp Nou, donde comen y beben los familiares de los jugadores, directivos e invitados especiales. 4200 euros desembolsa la gente para acceder a esta zona y mirar el partido en una ubicación privilegiada.

Allí comenzó un trabajo de investigación digno de Sherlock Holmes. Se asesoró en los primeros partidos con empleados del estadio y estudió cada movimiento de Messi.

A qué hora llegaba, por dónde ingresaba, sus cábalas. Su primer acercamiento no fue nada afortunado. Estaba en el lugar indicado, justo enfrente del vestuario local. Sus nervios le jugaron una mala pasada y la bandeja con copas de champagne que tenía fue a parar al piso. Se cortó la mano intentando recogerlas y mientras se limpiaba, oyó los murmullos y griterío que genera el 10 cuando ingresa a su casa catalana.

En el enfrentamiento contra el Eibar por fin lo tuvo cara a cara. No quiere decir que hayan tenido una conversación.

Su fanatismo hacia el rosarino es tan grande que quedó paralizado. “Me quedé helado, no me salió ninguna palabra o gesto del cuerpo. Lo tenía enfrente. Existía, Messi era real” recordó Galli.

Se venían los durísimos partidos contra Perú y Ecuador por Eliminatorias. Martín decidió escribirle una sentida carta expresándole su amor incondicional pese al resultado y su actuación (anduvo flojo, sobre todo en Quito).

La idea era dársela contra Las Palmas, previo a que Lionel vuele a Argentina. Pero el escándalo generado por el referéndum catalán derivó en que ese partido se jugara a puertas cerradas. Ese día Martín volvió temprano a su casa, con un fastidio inmenso y la carta en su bolsillo.

Hasta que llegó por fin el encuentro. El contexto era inmejorable: Noche de Champions League en el Camp Nou, con el Olympiacos griego como rival.

Ya estaba todo planeado, el modus operandi estaba en su cabeza, su cómplice secreto dentro del estadio estaba dispuesto a ayudarlo y sabía que era su última posibilidad “sentía que me iban a cambiar de sala en cualquier momento. Yo no paraba de preguntar a todos por Messi. Era hoy o nunca” comentó Martín, que esbozaba una sonrisa recordando aquel día.

Pasaron Rakitic, Jordi Alba, Iniesta y otros cracks que Galli veía como a sus compañeros de Argentinos del Sud. Su objetivo era Él. Pero no venía. Los de seguridad le dijeron que ya había pasado pero “los hombres que filman las historias de Instagram todavía estaban en el pasillo. Eso me hacía ruido entonces decidí quedarme”. Efectivamente era así. Messi estaba entrando.

Martín, por enésima vez, acomodó cubiertos y platos del buffet para no irse de la zona y cuando lo vio se fue directo hacia él. Regateo directivos y clientes como “la pulga” en aquel golazo contra el Getafe y se le puso enfrente.

Levantó las dos manos como si hubiera hecho un foul dentro del área. “Leo, ¿te puedo dar un abrazo?”. Messi le sonrió y accedió. Martín lo recuerda como algo eterno, “tenía ganas de quedarme a vivir en sus brazos”.

Lionel ya entraba a la zona mixta y en su estado de shock Martín pudo soltar un: “pará boludo, nos podemos sacar una foto”. Messi no solo le dijo que si, sino que lo hizo entrar a la zona mixta con él. Estando allí, tuvo el tiempo para darle la carta y sacar la selfie. Al sacarla le temblaba la mano y Messi que percibe todo, no solo dentro del campo, le dijo “tranquilo boludo, no pasa nada”.

Un nuevo abrazo y las últimas palabras de Martín antes de que los saquen los de seguridad: “Gracias. Vos sos el mejor del mundo, me vas a hacer conocer Rusia y nos vas a sacar campeón del mundo”, sentenció Martín, que con lágrimas en los ojos rápidamente envió la foto a su madre y un amigo por si los policías lo obligaban a borrarla.

Lo que sigue no fue nada bueno. Galli sabía que su trabajo ahora pendía de un hilo y se adelantó a su encargado:

“Tomá la ropa, yo ya estoy hecho”. Tras ese acto de rebeldía, el marplatense sintió tanto alivio y satisfacción por lo que había logrado que sus defensas cayeron abruptamente y lo tuvieron que atender de urgencia los médicos del estadio.

Tras eso, vino el evidente despido del Camp Nou y todo lo que eso conlleva. Actualmente Martín se encuentra acorralado por abogados que culpan y defienden. La gravedad del contexto hace que no se pueda resolver con una simple mediación o resarcimiento.

Lo cierto es que el marplatense consiguió lo que imaginó por años. El trabajo va y viene, el dinero también. Pero esa foto ya enmarcada y el abrazo fraternal que le dio a, quizás, el mejor jugador de la historia, lo llevará consigo por el resto de sus días.

Foto publicada por el propio Martín Galli en sus redes sociales.

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