Por Leonardo Coscia
Los niños en edad escolar necesitan alimentarse correctamente a fin de lograr tener un rendimiento académico y de sus actividades extracurriculares adecuadas.
Una alimentación variada y equilibrada evita enfermedades por carencia, además de que es un derecho del niño estar bien alimentado.
Está científicamente comprobado que una mala nutrición durante los primeros años de vida afecta el rendimiento y el desarrollo intelectual de los chicos y puede disminuir hasta 15 puntos el nivel del coeficiente intelectual con respecto a aquellos niños que llevan una dieta saludable y equilibrada.
Teresa Cóccaro, nutricionista de INEBA, explicó que “si no se alimenta bien el niño, este no solo aprende de manera inadecuada sino que su relación con el entorno a través del juego o el apego también es menor”.
“La alimentación es un acto voluntario y consiente por lo que debe ser un acto educativo. El niño aprende por patrón de repetición, volviéndose esta acción una responsabilidad tanto de los padres como de las escuelas. A diferencia de un adulto, el niño debe tener una rutina alimentaria y no debe hacer dieta, sino que tiene aprender a comer sano. Enseñar acerca de la importancia de las porciones, diseñar en familia – o como parte de una actividad de la escuela – un menú saludable es una opción ideal para que aprendan a través del ejemplo”, explicó Cóccaro.
Los chicos deben realizar cuatro comidas al día que incluyan todos los grupos alimentarios: lácteos descremados y derivados (como el yogurt), carnes magras y huevo, frutas y verduras, cereales (pan, galletas, pastas y arroz), aceites y azúcares (endulzantes light), eligiendo como principal hidratación el agua.
El nutriente más importante en el crecimiento y en el desarrollo intelectual y cognitivo de los niños es el hierro, por lo que su alimentación debe contemplarlo para que no se produzcan anemias o se produzca una baja en el desempeño educativo y el aprendizaje.
El hierro está presente en animales (carnes, huevos y lácteos fortificados) y en vegetales de hoja verde y legumbres. La recomendación es que se consuma todos los días.
La importancia del desayuno
La ingesta más importante del día para mejorar el rendimiento es el desayuno, ingesta que muchas veces se deja de lado o se le quita importancia.
“El consumo regular del desayuno se ha asociado a mejores rendimientos académicos y mejores habilidades sociales. Es un buen marcador de un estilo de vida saludable y, por tanto, puede influir positivamente en la prevención de la obesidad infantojuvenil”, detalla la especialista.
Esta primera comida del día debe estar conformada por todos los grupos alimentarios. Debe tener lácteos – un vaso de leche o un vaso de yogurt – y carbohidratos: pan integral o de salvado; rapiditas integrales con queso y mermelada; almohaditas de avena; barrita de cereal; copos de maíz o copos con fibra o granola.
“De vez en cuando se puede incluir un alfajor, galletitas dulces, siempre controlando y enseñando la importancia de la porción justa a través de la lectura de etiquetas. Los niños deben llevar una alimentación acorde a su edad. Se pueden ofrecer galletitas dulces o rellenas o un alfajor pero también se deben incorporar en ese mismo momento otros alimentos como lácteos y frutas”, agregó Cóccaro.
Las comidas en la escuela
La escuela debe promover el enfoque de “educación completa” donde además de proveer las herramientas necesarias para el correcto aprendizaje se formen jóvenes sanos.
Las instituciones educativas con comedores deben promocionar desayuno, almuerzo y meriendas saludables ayudando a prevenir la desnutrición infantil y los malos hábitos alimentarios causantes de enfermedades crónicas como la obesidad en los niños.
Si el colegio cuenta con un comedor; el mismo debe estar supervisado por un especialista en nutrición, aunque si el niño debe llevar vianda se recomienda que sea saludable y siempre manteniendo un control de las porciones.
Para los platos principales se pueden ofrecer sándwiches en pan integral de pollo, carne roja, queso o huevo y vegetales; tartas de verduras, empanadas de verdura o choclo; budín de verduras y queso; ensaladas a base de pollo, huevo, arroz, fideos, legumbres y vegetales de estación.
Y para las colaciones de los recreos lo mejor son frutas frescas de estación o frutas secas; yogurt con frutas o con cereales, pinches de frutas o ensalada de frutas.
“Una alimentación saludable debe estar acompañada por actividad física recreativa que le permita al niño crecer sanamente y divertirse. Los hábitos saludables los deberá aprender a mantener en el tiempo y de esta manera evitar a futuro enfermedades asociadas al sobrepeso, la obesidad y las enfermedades cardiovasculares”, concluyó la nutricionista.