por José Santos
Los operarios desmontan el motor purificador en la formidable casona donde hace semanas se ahogó Miguel Ángel. La casona de ocho dormitorios, protegida por un cerco perimetral y alarmas de movimientos se la adquirió Ticher Huaman, el nuevo Señor Dos, a la viuda, a efectos de que no la mal venda. En sus jardines cuenta con una cancha de tenis, un mini golf y la piscina de aguas climatizadas. Nada de eso le despertó interés a Huaman. Lo que valora es que está lejos de Lima y que en sus 80 hectáreas, cuenta con una caballeriza enorme, donde Miguel Ángel criaba sus pura sangre. A Huaman no le importan nada los caballos. Sí en cambio, tiene fascinación por los perros. Está convencido de que ese lugar, bien adaptado, será perfecto para adiestrar a sus galgos. Los hermanos Rocosso, además de ser sus más leales custodios, son excelentes entrenadores y piensan lo mismo. Por eso hizo una oferta generosa a la viuda que no pudo rechazar. Durante la mañana, Ticher Huaman, que supo ser profesor de historia, ordenó personalmente su biblioteca. Dispuso clasificarlos por ala. Una para ensayos europeos, otra para historia y el ala sur para ficciones y latinoamericanos.
El Mudo Rocosso, el hombre que, junto a su hermano Jesús, en agradecimiento, le juraron lealtad eterna a Huaman, supervisa el trabajo de los operarios en la sala de máquinas. Esconde su cara en el espejito para esnifar una raya. No oculta su adicción de los operarios, que le importan tres bledos, sino de Huaman. Uno de los obreros comenta:
– Quien instaló semejante motor purificador, no tenía idea lo que hacía. Riéndose agrega: -Si este motor te pilla en la piscina nadando, te chupa como sorete en inodoro.
Es justo cuando otro obrero, el más veterano, toma la etiqueta con los detalles técnicos del motor y en voz alta lee:
– ¡Quinientos NPSH! -larga una risotada espontánea.-¿órale, güey, acaso es una planta potabilizadora?
Rocosso suelta el espejo, lo empuja, le arrebata la etiqueta de la mano y le ordena: -¡Cierra tu sucia boca! Los restantes operarios entienden la amenaza del Mudo Rocosso que se lleva el dedo índice a su cuello y lo mueve a lo ancho. Nadie vuelve a hacer otro comentario en todo el desmonte y el Mudo olvida limpiar su nariz de cocaína.
Recién después de terminar su ceviche, los operarios, retiran desde la sala de máquinas, el equipo de aspiración de 500 NPSH (Net Positive Suction Head). Una piscina tiene un motor en promedio, de 40 NPSH de potencia. Para una purificación extrema del agua, se instala un equipo más potente, de 80 NPSH bajo advertencia de que jamás sea encendido mientras haya bañistas en la piscina. Los operarios, sudan para desmontar este equipo de 500 NPSH.
Huaman, ajeno a la importancia de los NPSH, se acomoda bajo una sombrilla. Está concentrado leyendo las especificaciones del submarino que compró a los griegos, estima que pueda trasportar de 8 a 10 toneladas por viaje. Hará los ajustes con el comandante de Bogotá, para enviar una partida a Ibiza. Un buen modo de poner a prueba a su nuevo comandante Gustav Gonsal. Suena uno de sus teléfonos. Es de Argentina. Normalmente no atiende llamadas telefónicas de ningún tipo. Atiende y escucha un escueto: -Cuente conmigo.
Ticher Huaman no contesta. Se recuesta sobre su sillón. Espera más detalles. La voz del otro lado, agrega: -Si aún guarda este teléfono…, es porque esperaba que cambie de opinión.
– Esta decisión quizás te de insomnio- dice Huaman cortante, aunque guarda amabilidad. Le responden: -Para mí, dormir es muy importante.
– Tampoco habrá certezas, eso es un lujo que aquí no tenemos. Deberá avanzar siempre, no hay marcha atrás. ¿Lo entiende?- pregunta Huaman.
– Es momento que me haga cargo.
Huaman, agrega: -Cuando soplen los vientos, átese al palo. Y nada de improvisaciones. Sigamos los planes, ya veremos qué tan buenos o malos son.
La llamada termina. Después de eso, Huaman, desmonta el teléfono.
Pasado el mediodía, Rocosso -ya veremos por qué le dicen el Mudo- apila las últimas cajas del motor, en una carretilla y se encamina a la Sprinter. Ticher Huaman lo acompaña. Las ruedas de la carretilla se encajan, una caja mal dispuesta se balancea, resbala y cae golpeando, sobre el antepie de Huaman, por lo que el Mudo se apura en auxiliarlo. Es cuando Huaman ve los rastros de cocaína en la nariz del Mudo. Y ve en su empeine, la herida que sangra profusamente. Se hace un vendaje provisorio.
Camino de regreso a Lima, Jesús Rocosso, hermano mayor del Mudo, conduce la Sprinter por la avenida Garcilaso de la Vega. A su lado Ticher Huaman observa el discurrir de automóviles y detrás el Mudo. A mitad de trayecto, el tránsito se hace intenso y veloz. Hasta llegar a la avenida Sucre. Un Chevrolet que avanza delante, embiste a un perro labrador. Todos ven la escena. El auto que lo embistió no se detiene. El labrador queda malherido, gimiendo, sin poder moverse, sobre el pavimento. Jesús le dirige una mirada a Ticher que, con un mínimo gesto, asiente. Acerca la Sprinter y ambos hermanos descienden. Lo sujetan al labrador por sus extremidades y lo trasladan hasta el furgón. El Mudo pone su campera como manta. Lo acomodan con esmerado cuidado.
– Tiene quebrada las dos tibias. Con suerte caminará. En unos meses…
Retoman el camino. Es media tarde en Lima, hay humedad y el sol presagia un día de alto calor. El labrador apenas se queja. Huaman se ajusta el vendaje sobre su pie hinchado. El dolor está cediendo. Aprovecha para una advertencia:
– Mudo, la próxima vez que consumas, me encargaré que sea la última.
El único que se agita, como espectador desorientado es Jesús Rocosso, que le clava la mirada a su hermano, pretendiendo explicaciones que nunca le llegan. Tanto el Mudo como Huaman permanecen inmutables. De hecho, Ticher Huaman es un hombre en esencia sereno. Nunca pierde la calma. Una rara excepción fue el día que asesinó al padre de los hermanos Rocosso.