El padre Pepe reclamó una presencia "mucho más inteligente" del Estado para atender las realidades "lacerantes" de estas barriadas.
por Guillermo Villarreal.
El sacerdote José María Di Paola, conocido como el padre Pepe, advirtió que el narcotráfico “no para de crecer” en las villas porteñas y del conurbano, y reclamó una presencia “mucho más inteligente” del Estado para atender las realidades “lacerantes” de estas barriadas.
El cura villero y coordinador de la Pastoral de Adicciones del Episcopado criticó -en una entrevista concedida a DyN- a los funcionarios “con mirada de maqueta” que no entienden la diferencia entre urbanizar y la necesidad de integrar estos barrios humildes a las ciudades, y aseguró que el Estado debe “invertir muchos más en estas zonas postergadas”.
El sacerdote, que vive en el asentamiento La Cárcova del partido bonaerense de San Martín, habló con DyN sobre el reciente manifiesto en el que los curas villeros de la región metropolitana ratificaron su compromiso con los sectores más vulnerables y dijeron ser “continuadores” del padre Carlos Mugica, de cuyo asesinato se conmemoraron 42 años el jueves.
– ¿Cuál fue la intención del reciente manifiesto de los curas villeros?
– “Renovar nuestro compromiso con los habitantes de los barrios más humildes, no sólo de Capital y sino del Gran Buenos Aires, siguiendo el legado que nos dejó el padre Mugica”.
– ¿Qué papel jugó el actual Papa en esta pastoral villera?
– “Lo bueno de (Jorge) Bergoglio fue que acompañó a los curas de las villas y vio que era una forma de vivir el sacerdocio de acuerdo a lo que el predicaba y nos dio mucho respaldo. Se sumó a un equipo que tenía vida y le dio mucha más fortaleza”.
– ¿Por qué exigen una presencia mucho más inteligente del Estado en las villas?
– Reclamamos al Estado una presencia mucho más inteligente porque muchas veces hay recursos que están dispersos, muchos que quieren hacer algo por algún lugar, pero falta una organización. Marcar prioridades y apuntar a esas prioridades para realizarlas. En muchos barrios ven desfilar muchas propuestas que después no se concluyen en respuestas. La presencia del Estado tiene que ser inteligente y también apoyar a comunidades que se van organizando en un barrio, para darle una continuidad que no responda a un período de gobierno a suscitar entre la misma gente organizaciones que son mucho más duraderas”.
– ¿Cuáles son los padecimientos y realidades de los vecinos de las villas, cuáles sus necesidades?
– Hay realidades que son lacerantes, las barriadas sufren narcotráfico o narcomenudeo, sufren la violencia, el desamparo mucho más que en otros lugares. Y muchas veces se los presenta al revés, como lugares por donde no hay que pasar. Los primeros que sufren la violencia son los vecinos de los barrios más pobres.
La falta de propuestas tienen que ver muchas veces con el trabajo. Tanto el Estado como sociedad civil como una comunidad organizada deben organizarse de tal forma el barrio tenga un círculo virtuoso que ayude a los chicos y a jóvenes poder crecer sanamente estos barrios. A la hora de gastar, el Estado no tiene pensar en destinar menos recursos en un barrio humilde, sino pensar que la mejor escuela, el mejor club, el mejor hospital tienen que estar en estos barrios humildes.
– ¿Cuál es la realidad del consumo de drogas y del narcotráfico en las villas porteñas y bonaerenses?
– En las villas ha crecido en los últimos años el consumo pero más y sin control el narcotráfico. Argentina ha pasado lamentablemente a ser un país donde se asentó el narcodelito y eso genera un drama muy grande en la vida de la gente.
– ¿Los funcionarios entienden la diferencia que ustedes plantean entre urbanización e integración de villas a la ciudad?
– Es difícil entender cuando no se aproximan a los barrios. Muchas veces me tocó hablar con funcionarios que te ponían una maqueta adelante y no conocen el barrio y hablan de tantas hectáreas. Muchas veces se lidia con funcionarios con una mirada de maqueta y no ese barrio real que está. Y ese barrio real también debe ser trasformado por la misma gente del barrio, porque uno puede cambiar las casas y darles otro aspecto pero no cambiar las situaciones traumáticas que vive el barrio. Por un lado uno busca que la gente tenga su propia casa, escrituras, y por otro lado que el barrio sea un lugar amigable para vivir. La gente necesita que el Estado, al estar más cerca, lo conozca más”.
– ¿Cuáles son las implicancias de esta bandera de la pastoral villera que ustedes levantan hace años?
– Mostrar una Iglesia abierta, decir lo que pensamos, y mostrarles que como curas vivimos en las villas y mostrar una realidad desde un ángulo que otros no te van a mostrar.
– ¿Cómo se puede avanzar para darle una vida más digna a los vecinos de la villa?
– Con un Estado más cercano y también con una sociedad civil que asuma su responsabilidad de hacer fuerte las instituciones en las que está involucrada, ya sea parroquia, escuela, el club, todas a la altura de las problemáticas y las situaciones que vive la gente del barrio. El Estado puede ayudar a este empoderamiento de las instituciones más importante, para que le den la respuesta a la gente.
El vecino quiere trabajo es mentira que el villero es vago como dice cierta clase media o media alta, quiere seguridad, porque quiere ver que su familia pueda salir a trabajar, a estudiar, jugar en la calle. Que tenga educación, que sus hijos tengan lo mejor. La Estado tiene que darle excelencia a nuestros barrios.
DyN.