por Vito Amalfitano
Lo que pasó la noche del domingo en la cancha de River debe ser un punto de partida. La rebelión del hincha genuino contra la “barra brava”, clara y explícita, tiene que marcar un antes y un después en el fútbol argentino.
Es necesario para el futuro inmediato, para que lo imiten en serio otros clubes, pero también para deslindar responsabilidades como corresponde en el presente.
Los más de 60.000 hinchas que fueron a la cancha y se volvieron en paz dos días seguidos, sábado 24 y domingo 25 de noviembre, no merecían el cambio de sede. Ningún aficionado del fútbol argentino, tampoco el de Boca, merecía esta vergüenza de que la final de la Copa Libertadores de América, justo la más importante de su historia, se juegue en…Europa. River – Boca en el Bernabeu. Tampoco es bueno para los jugadores de uno y otro equipo, y debieron haberse revelado quizá de otra manera, como los hinchas.
Está claro que lo que pasó aquel sábado en el acceso al Monumental fue culpa y responsabilidad de un operativo de seguridad nefasto o directamente inexistente, quien sabe por qué. ¡Había que custodiar un micro! Nada más que eso. Un ómnibus de un color no debía pasar entre los hinchas de otro color.
Así lo escribió y lo graficó claramente el periodista Ezequiel Fernández Moores en La Nación en su nota “La Final maldita”: “Si la pelota entra, es cierto, el fútbol te puede ayudar a ser presidente de la Nación. Pero cuando el gol es en contra, la pelota también te desnuda. Por rapiña o por inepto. Sigue siendo imposible aceptar un operativo de seguridad tan ridículo como el del sábado”.
El presidente, una vez más, quiso trasladar responsabilidades propias a “la sociedad” y para ello llegó al límite de decir que eran más graves los escupitajos al presidente de la FIFA que los piedrazos criminales que pudieron haberle sacado un ojo a un jugador de Boca. “Es mucho peor lo que pasó con las autoridades del fútbol en el hall de la cancha (SIC)”, dijo Macri.
La renuncia de Martín Ocampo, Ministro de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, compadre de Daniel Angelici, presidente de Boca, desnudó, sin embargo, aquellas verdaderas máximas responsabilidades. El fallo de la Conmebol para que la sanción a River solo fuera de dos partidos a puertas cerradas se basó justamente en eso, en que la culpa mayor le correspondió al Estado y que la dimisión de Ocampo, al autodenominarse responsable, lo demostraba. Pues entonces, si ese fue su fundamento, se entiende poco el cambio de sede. O solo se comprende si deducimos que, ante el problema, la Conmebol vio la oportunidad de un negocio. Pero con miles de hinchas de rehenes y con la propia vergüenza del fútbol sudamericano como alto costo.
Los jugadores de Boca, una vez recuperados en lo físico, seguro soñarían con la vuelta olímpica en la cancha de River y no a más de 10.000 kilómetros.
Pero lo que pasó en el Monumental el domingo por la noche debe también dar paso a una nueva época en el fútbol. Los plateistas y el público genuino de la popular hincha de River no fueron los primeros que hicieron esto. Más de una vez lo intentó, por ejemplo, el genuino hincha de Boca y se recuerda cuando los mismos barras agredieron a plateistas en la Bombonera por poner carteles en favor de Riquelme o de Bianchi. Se recuerda también cuando la barra de Boca fue el único grupo en el estadio que no pidió en diversas oportunidades por aquel DT y el 10 que no pactaron. O la única facción que siempre cantó por Tevez, incluso cuando la mayoría de los hinchas estaban muy enojados por su partida a China. Siempre, sugestivamente, esas posturas de la barra coincidían con las del presidente. O de los presidentes. Cuando dilataba la renovación de Román, por ejemplo. También en Boca en algunas de esas ocasiones se trató de cantar por encima y tapar a la barra.
Lamentablemente en esas situaciones no hubo un respaldo masivo de todo el estadio para los no violentos, y con continuidad. Incluso después de lo del gas pimienta. Ni una posición dirigencial en consonancia. En River ahora el grito fue masivo. Habrá que ver si los directivos van en este caso en la misma dirección que los socios e hinchas.
Mientras tanto, ya nos robaron la Copa. Por ineptitud primero. Y por rapiña después.