Gastronomía

La guerra de la trufa en Albania

El negocio suscita avidez en uno de los países más pobres de Europa. Algunos no dudan en recurrir a la violencia. El daño a los árboles atenta contra la producción.

por Briseida Mema

PESHTAN.- Albania vive un conflicto secreto que deja amenazas, perros envenenados y árboles masacrados. Es la guerra de la trufa, un “oro negro” muy lucrativo en este país pobre.

Evgjeni Pano, una mujer de 28 años, se dedica a recoger trufas, una actividad que nació hace una década en Albania, cuando los italianos fueron a buscar esos hongos de gran valor, muy caros y muy apreciados por los gastrónomos.

Cada mañana, en los macizos del sur de Albania, Pano echa a andar con su marido y sus perros truferos, Lajka y Boss, que olfatean al pie de los árboles. Suele vender su cosecha a algún restaurante chic de Tirana y, sobre todo, a intermediarios extranjeros, italianos, griegos o franceses.

Un kilo de trufa negra se vende por 50 euros. En el caso de la trufa blanca, la del verano, los precios se sitúan entre los 100 y los 140 euros, asegura.

El negocio suscita avidez en uno de los países más pobres de Europa, donde el salario medio es inferior a 400 euros, o menos aún en las zonas rurales. En esas condiciones, algunos no dudan en recurrir a la violencia o en no respetar la naturaleza.

Evgjeni Pano recuerda el día en que unos hombres le “cortaron el paso para amenazarla” si seguía “buscando trufas en un terreno salvaje que les pertenecía, según ellos”.

Cavando con picos

Besim Lami, de 68 años, asegura haber abandonado esa actividad a finales de 2017, después de que envenenaran a sus perros en el monte Dajti, en Tirana. “Me siguieron, localizaron el lugar para hacerlos huir y mataron a mis dos perros”.

La búsqueda de trufas no entiende de leyes en Albania. Según Enea Ristani, de 27 años, a menudo la practican “gente que piensa hacerse rica cavando con picos” o “agrediendo a quienes reciben la ayuda de perros” truferos, cuyo precio puede alcanzar los 8.000 euros.

Según Evgjeni Pano, en el bosque de la zona de Peshtan, las trufas empiezan a escasear por culpa de los picos y las palas que dañan las raíces. “Un árbol dañado ya no produce” trufas, explica.

“En Albania, la trufa no goza de protección ni de prevención”, dice su marido, Panajot, de 39 años, que acaba de regresar al país para dedicarse a esa actividad tras dos años en el extranjero.

Según Adrian Ko‡i, el director del parque de Divjaka, en el oeste del país, la situación es “desastrosa para ese hongo” en esa reserva protegida.

En junio, denunció ante la policía a dos hombres que usaban picos, pero fueron liberados, a falta de una ley que regule el sector.

“Hemos denunciado a esta clase de personas, pero nunca hubo acciones judiciales”, dice Evgjeni Pano, que pide la “instauración de reglas, de una licencia” e incluso la creación de “impuestos”.

Italianos y franceses

“Estamos igual de preocupados (…), pero sin un reglamento claro”, actuar contra los recolectores poco escrupulosos “sería como entrar en casa de alguien sin una orden de registro”, explica Agim Hoxha, encargado del sector forestal en el ayuntamiento de Fieri, en el suroeste de Tirana.

Un responsable del ministerio de Medio Ambiente, Ylli Hoxha, asegura que sus servicios están preparando un marco legal más preciso para proteger los bosques y también para instaurar “licencias que deberán ser concedidas por los ayuntamientos afectados”.

Entretanto, las transacciones se hacen a escondidas, al igual que las exportaciones, que no son objeto de ninguna declaración.

Entre los cazadores de trufas que viajan al país “hay muchos extranjeros, italianos, griegos, rumanos y franceses”, asegura Enea Ristani. El precio de venta es 10 veces inferior en Albania a los de Europa Occidental, añade.

Para Enea y su padre puede que el futuro esté en su propio país. Acaban de abrir una tienda especializada en Tirana. Después de la pasta, de las salsas y del orujo de trufas, espera vender pronto una cerveza. “Los clientes empiezan a interesarse por esos productos”, dice.

AFP-NA

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