Manteniéndose firme dentro de la agenda cotidiana a nivel nacional, hasta la mínima suba del dólar genera un clima de preocupación en los ciudadanos argentinos. Sin embargo, este vínculo con la moneda extranjera es histórico y envuelve una serie de hitos que exponen a la élite dominante en Argentina y sus movimientos en el plano económico.
Marcos Gallo, Licenciado en Economía, Investigador del Grupo de Estudios del Trabajo y Docente de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales en la Universidad Nacional de Mar del Plata, aseguró en declaraciones a Portal Universidad que la fiebre del dólar se trata de una cuestión, en gran medida, cultural.
“Hay una alta sensibilidad del conjunto de la población al precio de esta moneda extranjera que tiene que ver con cuestiones idiosincráticas y culturales. Además, ha sido fomentada por los sectores dominantes que encuentran una forma de acumulación y obtención de ganancias muy importante en la devaluación y en la suba de capitales”.
Al contrario de lo que ocurre en otros países del mundo, “en Argentina hay hasta un rumor de una posible suba del dólar y sube el precio de cosas que no están vinculadas con el comercio exterior. Es decir, cuando hay una devaluación es razonable que suban aquellas cosas que se importan, porque su precio está determinado en dólares, y las que se exportan también porque tienen un precio referenciado en los mercados internacionales. Pero que suba el precio de los materiales para la construcción, que no tienen ningún insumo importado, no tiene mucha lógica desde el punto de vista técnico“, reveló.
Con respecto a si existe alguna posibilidad de transformar esta cuestión ideológica que se encuentra arraigada al ciudadano argentino, Gallo explicó que es factible pero que “no es fácil de lograr porque las cuestiones culturales son las más rígidas. Lo que ocurre en estos momentos en el país, donde tenemos superávit de cuenta corriente y entrada de dólares al banco central, igualmente hay presiones devaluatorias. Eso va en contra de todo lo que dicen los manuales de economía, es realmente muy loco”.
El especialista puso de ejemplo lo que ocurre con el dólar blue, “que se le preste tanta atención no tiene ningún sentido porque representa menos del 5% del mercado cambiario. El precio del dólar blue no influye absolutamente en ningún insumo importado, sin embargo una tapa de un diario que dice que el dólar blue va a subir genera un empujón inflacionario. Eso no se explica desde lo técnico, sino desde lo cultural y desde lo comunicacional”.
Sin embargo, el economista realizó una distinción dentro de la población argentina: “Cuando decimos que los argentinos ahorran en dólares, en realidad el 90% de la población argentina no compra dólares porque no tiene capacidad de ahorro. En el mercado cambiario intervienen aproximadamente 4 o 5 millones de personas, que son un sector de clase media alta que tienen poder adquisitivo de capacidad de compra de dólares. Si miramos dentro de ese sector, el grupo que realmente realiza operaciones significativas como para mover el mercado cambiario es extremadamente reducido, un par de miles de clase alta”.
Entonces, si nos preguntamos qué habría que hacer para que la sociedad argentina deje de pensar en dólares, “primero una política de reeducación y después llevar adelante medidas concretas que permitan estabilizar el tipo de cambio a largo plazo”, afirmó. A lo que agregó que la devaluación es el principal motor de la inflación en Argentina, es decir, “si la expectativa de que va a haber una devaluación permanente se va diluyendo en el tiempo, la sociedad argentina dejará, gradualmente, de pensar en dólares y pasará a pensar en pesos”.
En este sentido, esta élite argentina donde convive el sector empresarial más grande, poderoso y concentrado del país “tiene una estrategia de acumulación en la dolarización de sus excedentes y en la fuga de capitales. Esto es una particularidad argentina que no ocurre en todos los países del mundo”, declaró. Para ponerlo en perspectiva, durante los 4 años del gobierno de Mauricio Macri, desde que se levanta el cepo cambiario en 2015 hasta que se vuelve a poner en octubre de 2019, “la fuga de capitales total fue de 86 mil millones de dólares”.
Sin embargo, si indagamos en quiénes fugaron esos 86 mil millones de dólares “no es la gente, no se trata de la sociedad argentina. Casi un tercio del total, es decir 25 mil millones de dólares, los fugaron 100 personas. Estamos hablando de que, si ese sector hubiera retenido esos dólares en el país, no hubiera habido devaluación, inflación ni inestabilidad macroeconómica. Ahora, hay que disciplinar política y socialmente a ese sector, que es muy poderoso y que moviliza el mercado cambiario, esa es la cuestión de fondo”.
¿En qué momento empezamos a pensar en dólares?
Si bien todo proceso histórico tiene una serie de etapas, el especialista comenta que no hay un punto de inflexión brusco, sino que ha sido una transformación cultural que se fue dando a lo largo del tiempo. Sin embargo, encontramos 3 grandes hitos que determinan por qué, culturalmente, la sociedad argentina piensa más en dólares que en su moneda local.
El primer punto de inflexión fue la reforma financiera de 1977 llevada adelante por la Dictadura Militar, “que desreguló el sistema financiero y el mercado cambiario y permitió que los particulares se endeuden en dólares. Esto fue una transformación estructural profunda, donde también se instaló un esquema económico basado en el enfoque monetario de balanza de pagos, la tablita cambiaria, que hace que el conjunto de la población esté atenta a la cotización del dólar, esto antes no sucedía”, indicó.
A partir del detonante cambiario en las sucesivas crisis que hubo a partir de ese momento, “los argentinos tuvieron como referencia el precio del dólar. El segundo gran hito fue el agotamiento de la tablita cambiaria en marzo de 1981, donde se produjo una gran devaluación que generó un salto inflacionario y una licuación de los salarios reales”, explicó Gallo.
Después, durante los años 80, “tuvo lugar una escasez crónica de dólares como consecuencia del contexto internacional. Es el principal factor que genera la alta inflación que hubo en esa década y que desembocó en la crisis de 1989 en Argentina con la hiperinflación, que tiene como desencadenante un agotamiento de las reservas de dólares del banco central y un proceso hiperinflacionario”, confirmó.
Sin embargo, en la década siguiente, con la llegada de la convertibilidad, “el uno a uno dolariza toda la economía en términos referenciales. Al establecer la paridad del peso con el dólar y que los créditos internos sean nominados en dólares, directamente instalaron en el conjunto de la población al dólar como moneda de referencia”, manifestó el economista.
A raíz de estos hitos, Gallo concluyó que es la élite argentina la que motoriza el grueso de la fuga de capitales y que nunca va a tener motivos para revertir esa conducta si no se da un equilibrio de fuerzas en el plano político. “Este sector, que tiene sus ganancias en pesos porque operan en el mercado interno, al convertir sus ganancias a dólares y fugarlas, presiona una devaluación. Y una devaluación a un sector que tiene activos dolarizados, la beneficia porque cuando esos dólares ingresan al país vuelven revalorizados y pueden adquirir más cosas, es un círculo vicioso que solamente se puede romper en el plano político e institucional“.