Invitada por el Instituto de Formación Docente 19, Laura Duschatzky, magíster en educación, habló sobre la formación docente, la realidad de la escuela y por qué se niega a pensar que "a los chicos no les interesa nada".
por Albertina Marquestau
@albermarquestau
“Nos está costando que en la escuela pase algo”, dice con tono de preocupación Laura Duschatzky, magíster en educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos, licenciada y profesora en Ciencias de la Educación de la Universidad de Buenos Aires. “La escuela tiene que hacer la diferencia, abrir mundos y que el alumno despliegue algo que no lo hace afuera, sino la escuela no hace diferencia”, agrega Duschatzky en diálogo con LA CAPITAL.
Invitada por el Instituto Superior de Formación Docente N°19, que realizó esta semana las Primeras Jornadas de Formación Docente: “Entre trayectorias”, la especialista brindó una charla a docentes y estudiantes de magisterio en el Teatro Payró, a sala llena.
– ¿Qué pasa entre la elección y la decisión de ser docente?
– A mí me gusta pensar este tema tomando en cuenta que no es sólo elegir entre alternativas, sino que implica tomar cierta posición, comprometerse, asumir riesgos y cierta entrega. Por eso creo que hay mucho trabajo personal en la elección. La formación tiene que ayudar al docente en ese pasaje de la elección a la decisión. Se trata de generar cierta actitud interna de estar disponible. Ser docente implica estar disponible, no estar preparado de antemano pensando que uno con la formación ya está listo.
– ¿Y qué implica estar preparado?
– Estar preparado significa no esperar que el profesorado brinde todas las herramientas porque después aparece la frase “no estoy preparado para esto”. Hay que cambiar la idea de lo que es estar preparado porque primero la formación es una experiencia que se realiza en un contexto totalmente distinto al que luego voy a enseñar. Segundo, no se aprende la teoría para aplicarla. Tanto la formación como la teoría y la práctica las concibo como algo único. En todo caso podemos decir que la práctica traiciona la teoría y la excede de alguna manera, y es ahí donde se mueve y avanza. Pero la teoría y práctica que vivo en la experiencia de formación no es la que después me toca vivir en la escuela.
Entrar y salir
– En la mayoría de las profesiones la teoría y la práctica no van de la mano y en la docencia tiene un condimento especial, porque hay 30 personas en un aula….
– Sí, es más difícil. Hay un profesor catalán, José Contreras, que dice: “¿Quién dijo que enseñar es fácil? Enseñar es difícil, lo que se trata no es que sea fácil sino cambiar nuestra relación con la dificultad”. Y enseñar es para mí atravesar paradojas porque nos enseñan que hay que dar clases para 30 y también que hay que respetar la singularidad, pero ¿cómo hago eso? Tengo que aceptar que hay tensión, que a veces voy a poder más y otras menos, que la diferencia implica una resistencia del otro. Creo que se trata por un lado de leer la realidad que vivo en la escuela continuamente, aprender a hacerlo y escuchar para poder pensar, ver qué hago. Muchas veces es real que no se puede pensar porque se está en el actuar permanente, pero bueno, se trata de entrar y salir en el pensamiento…
– ¿De esta manera también se trabaja en el sostenimiento del deseo de estar en la docencia?
– Sí, es fundamental. Por eso es muy importante que el sistema no los debilite, no los engulle, ni acalle porque después escuchamos que muchos docentes dicen que las ganas se te van cuando llegas a la escuela. O terminamos diciendo “con este sistema cómo querés…o con estos chicos…” Yo no me resigno a eso. Me parece que a pesar del sistema y del difícil momento que estamos viviendo, es extraño. Porque nos está costando que en la escuela pase algo distinto de lo que sucede afuera. Yo digo, ¿cuál es el plus de una escuela o de una clase? ¿qué pasa si no voy a clase? Lo que se pierde es la posibilidad de abrir mundos que la escuela debiera abrir y a la vez posibilitar que cada uno despliegue algo que no lo hace afuera, sino la escuela no hace diferencia. La escuela tiene que hacer diferencia, aunque sea por instantes, no pretendo todo el tiempo. Creo que esos instantes quedan.
Interés
– Se escuchan voces de algunos docentes que dicen que a los chicos no les interesa nada de lo que ocurre dentro de la escuela…¿coincide?
– Yo no creo que a los chicos no les interesa nada y tampoco voy a generalizar. Unas de las cosas que tenemos que aprender es no hablar siempre de “los chicos o los docentes” en general, sino que hay que ponerle nombre. Mi experiencia en la escuela media en la que trabajé durante muchos años hasta hace poco es que se veían chicos con algunas situaciones económicas más difíciles y no les interesaba mucho ir a la escuela, pero sin embargo pasan cosas extraordinarias. Por ejemplo recuerdo la historia de un chico que me decía que no recordaba la cara de sus profesores y poco le interesaba lo que sucedía en el aula. Sin embargo tocaba el clarinete, leía a Nietzsche, etc….o sea la escuela no le brindaba ningún desafío. Aparte tendemos a calificar a los chicos que quedan encasillados como apáticos. Debemos pensar qué les puede interesar a los chicos y a mí como docente también. Hoy lo que pasa es que se trata de enseñar a los chicos que lleguen a cierto lugar que es el mismo que yo llegué en otra época como alumna. Pero, ¿a quién le interesa un saber que está en el libro y en internet? ¿Qué desafío hay ahí? Hay que pensar en cambios, en problemas, explorarlos, imaginar otros mundos, leer un cuento ….no lo sé. Hablo desde adentro de la escuela y de la que viví, no quiero generalizar. Me niego a decir que a los chicos nos les interesa nada.
– ¿Qué herramientas se les dan a los docentes para enfrentar esto? Muchas veces las obligaciones de cumplir con la currícula se imponen…
– Creo que esto pasa por una posición que se toma frente al alumno. Muchos me preguntan cómo hacer para contagiar el movimiento, hacer pensar al alumno. Creo que depende de cómo lo veo al otro. Si lo veo como un chico al que hay que llenarle la cabeza o que hay que enseñarle determinada cosa pero no el movimiento de ese pensamiento, obviamente no le va a interesar. Depende también de qué hago yo con lo que recibo. Hay ciertos recursos como docente en los que puedo, más allá del sistema que tenemos, encontrar cierta abertura donde pueden circular otras cosas. En la escuela lo que se trata es de buscar distintos modos de componer algo, no todo pero sino algo para que el chico pueda verla diferente. La escuela tiene que ofrecer una diferencia.
– ¿Sería bueno replantear la formación del docente?
– Sí, no hay dudas. Igual uno se forma como docente desde que nace porque hay matrices de aprendizaje que se van generando en la propia relación con los padres, en la escuela, donde uno se va armando cierta imagen de lo que es enseñar y aprender. Justamente a diferencia de otras profesiones, el enseñar lo vivís desde que nacés. Entonces se van armando cierta matrices, el tema es cómo poder conversar con eso que tenemos interiorizado. No se trata de meter cosas arriba de otras sino que enseñar es mostrar. Me gusta utilizar la palabra convite al referirme a la enseñanza que tiene dos significados: convidar e invitar. La primera es dar algo que a uno le gusta e invitar es llevarlo a un sitio que me es agradable, entonces ahí hay algo de movimiento.
– Un ejemplo…
– Siempre pongo como ejemplo que tuve un profesor cuya enseñanza era a través de una narración. Yo me iba con él, me transportaba en sus relatos. O sea el poder de ese contar y ese movimiento que ofrecía, quedaba abierto con la posibilidad que yo arme algún texto ahí. Sin embargo la escuela tiene mucha explicación, está todo completo.Te da un cuento y te lo explica, una película y lo mismo. La verdad es que es un poco aburrido en el sentido de que tiñe a todo de lo escolar. El lugar de la explicación continua no sirve. Creo que un docente tiene que saber su materia, algo por lo menos. Hay que preguntar qué nos gusta para poderlo transmitir. El mejor recurso que tiene el docente es ser él mismo y poder transmitir el amor por lo que enseña.