por Adrián Freijo
El triunfo de Guillermo Montenegro, los equilibrios que vienen y el futuro de los liderazgos. Un escenario abierto y la necesidad del talento político.
Deben existir pocos antecedentes de un candidato tan forzadamente instalado como Guillermo Montenegro. Durante casi dos años el gobierno de Cambiemos, en sus variantes nacional y provincial, se esforzó en incluir al ex juez en cuanto acto, foto o acontecimiento que fuera protagonizado por alguno de sus funcionarios, sin importar si era el presidente, la gobernadora o el encargado de la mesa de entradas de cualquier repartición. El objetivo era imponer al candidato…y vaya si se logró.
De nada valieron las constantes alusiones que la oposición y no poca parte de la prensa hacía a su condición de forastero ni que frente a él se parase nada menos que Vilma Baragiola, una dirigente instalada y probada en mil batallas que venía además de ganar en forma apabullante las elecciones de medio tiempo.
Montenegro ganó cómodamente las PASO e instalado como protagonista de la realidad local, se encaminó al comicio de ayer haciendo gala de alineamiento y lealtad con sus líderes y con el proceso político nacional sin detenerse en la conveniencia o el costo de pegarse a gestiones muy desgastadas en el electorado. Muchos que optaron por alejarse silbando bajito fueron castigados en la urnas y hoy deben estar analizando que lo conveniente hubiese sido jugar dentro del proyecto oficialista en vez de querer salvarse en soledad.
Guillermo Montenegro es el nuevo intendente de General Pueyrredón y, aunque el escenario general no sea el que había imaginado, dependerá de su habilidad para negociar con los poderes centrales el poder llevar adelante su administración sin más sobresaltos que los que le esperan a todos los gobernantes argentinos en los próximos años. Ahora deberá revalidar aquella capacidad que en tiempos de pleno kirchnerismo le permitieron manejar el Ministerio de Seguridad de la CABA y crear una fuerza policial propia a la que se oponían desde la Casa Rosada y la poderosa Federal.
El escenario que viene no parece ser muy distinto…y de la relación que construya con los poderes centrales dependerá mucho de su futura gestión.
Luego será el tiempo de buscar los equilibrios internos siempre complicados cuando de alianzas con el radicalismo se trata y mucho más si enfrente está un peronismo con el que no siempre ha sido fácil construir consensos. Y que transitará los próximos años crispado por una interna en la que muchos buscarán posicionarse de cara a 2023.
Fernanda Raverta hizo una elección que la habilita a pensar en la construcción de un liderazgo permanente, pero sabe que su consolidación dependerá de equilibrios superiores que no dependen de ella. Las tensiones entre el «albertismo» y el «cristinismo», más allá de los esfuerzos por aparecer hoy como una unidad, no tardarán en salir a superficie y afectarán no solo la gobernabilidad sino también el poder interno partidario. Y Mar del Plata ya mostró cuanto interés tienen en ella todos los sectores internos del peronismo…
Si la ex candidata logra leer la realidad marplatense terminará por comprender que tiene por delante la oportunidad de convertirse en el puente de oro entre Montenegro, Alberto y Kicillof y aparecer ante los ojos de los ciudadanos como una dirigente madura, positiva y que pone por delante el interés general antes que las ambiciones personales. Tal vez eso le permita aventar en los próximos cuatro años las dudas que hicieron que muchos marplatenses optaran por votar amarillo por temor al desembarco de una dirigente a la que tampoco conocían y de cuyo sector partidario desconfiaban.
Y deberá también demostrar capacidad para el armado propio. La negativa a una PASO con Gustavo Pulti queda hoy en evidencia que fue el principio del fin. Aún con alguna previsible pérdida de votos independientes la suma de ambas fuerzas hubiesen garantizado el tan demorado triunfo del peronismo en la ciudad.
Además la hubiese puesto a salvo de las miradas acusadoras que hoy se posan sobre su intemperancia, proveniente de los mismos que ahora sostienen que «para lo que viene hay que arreglar con Gustavo como Alberto lo hizo con Massa. Sin ellos siempre vamos a perder».
Y porque además una de las mayores preocupaciones que hoy abriga el flamante intendente tiene que ver con que una alianza estratégica en el HCD entre el Frente de Todos, con el massista Ariel Ciano ya sumado a sus filas, y Acción Marplatense podría constituirse en una mayoría que lo tuviese de rehén durante todo su mandato. Ahí también Raverta tiene un escenario para poner a prueba su capacidad como líder opositora responsable y positiva.
Lo cierto es que a uno por haber triunfado (Montenegro), a la otra por haber construido un escenario de poder real (Raverta) y al tercero por haber quedado en evidencia como líder de un espacio que se convierte en fiel de la balanza y límite para muchas aspiraciones (Pulti), el día siguiente los encuentra con el mismo grado de protagonismo que tuvieron hasta la apertura de los sobres.
Ahora depende de la capacidad que cada uno tenga para desempeñar el papel que la gente le asignó.
(*): Libre Expresión.