por Patricia Giménez
La Cámara de Diputados ha dado una respuesta institucional a un requerimiento judicial, despojando de sus fueros al diputado Julio De Vido, pero el Frente para la Victoria escogió dar en la sesión del pasado miércoles una respuesta corporativa que se condice con el peor pasado de la política, ese que hay que desterrar, ya que se limitó a denunciar que “hay una persecución de dirigentes opositores”.
En realidad, a De Vido lo persigue su actuación pública, que llevó al país a un colapso energético. Los argentinos pagamos aumentos de tarifas como consecuencia de la desastrosa gestión de De Vido. Además, hoy son investigados los multimillonarios subsidios otorgados a los amigos del poder, el desvío de fondos y los casos de corrupción.
De Vido tiene ya una condena social, porque su gestión, aunque administró la energía, fue oscura, desde la valija de Antonini Wilson, hasta la empresa de aviación LAFSA que jamás concretó un vuelo, pasando por la embajada paralela en Venezuela, la compra de trenes chatarra, los subsidios a los amigos del poder K, los sobreprecios por las importaciones de fuel oil y el gas licuado, el otorgamiento de obra pública a Lázaro Báez, los bolsos de su mano derecha José López y la tragedia de Once, por citar sólo los casos más emblemáticos.
Pero De Vido no actuó solo, acompañó a los Kirchner en la gestión pública desde el año 1987, cuando Néstor Kirchner ganó la intendencia de Río Gallegos. Por eso todo el país sabe que De Vido es el símbolo del modelo kirchnerista, en el que se mezclaron los negocios públicos con los negocios privados.
La Argentina era un país que, hasta la llegada del kirchnerismo, se autoabastecía de energía y era uno de los líderes en exportación de la región. Entre 2007 y 2015, la producción de este recurso creció apenas un 1,4%, cuando según datos del propio Ministerio de Energía y Minería de la Nación el nivel de demanda de la población era del 49,8%.
Durante la gestión de Cristina Kirchner, que confirmó a De Vido en sus dos mandatos, las importaciones excedieron a las exportaciones y el balance favorable que existía en la balanza energética pasó de un superávit de 4.900 de dólares a un déficit estimado de US$ 5.000 millones.
En ocho años se consumieron de las reservas del Banco Central casi US$ 25.000 millones, lo que llevó a que solo en 2015 el saldo negativo creciera más de US$ 8.000 millones.
La ex-presidente y De Vido elevaron los subsidios volcados desde el Estado al sistema energético, pasando de poco más de 3.000 millones de pesos cuando llegó al poder a $140.000 millones en el 2016, es decir, un incremento nominal de más del 10.000%, lo cual provocó al sistema a un descalabro sin límites.
Aunque resulte paradójico, en este caso emblemático, la corrupción del kirchnerismo que está a la vista de los argentinos no debe tapar la gestión, que fue infinitamente peor. Porque De Vido robó, pero no hizo”.
(*): Diputada nacional por la UCR-Mendoza. Vicepresidenta primera de la Cámara de Diputados.