Leonie Matthis fue en el siglo XIX una de las primeras mujeres admitidas en la Academia de Bellas Artes de París. Vivió en Argentina, realizó obras famosas y en varios de sus tantos viajes pintó Mar del Plata.
En marzo de 1917, Leonie llegó a la ciudad para exponer sus obras en el local que la prestigiosa galería Witcomb tenía en la Rambla Bristol y -tanto en esa visita como en sus períodos de veraneo- dejó valiosos registros pictóricos de la antigua ciudad. Una elogiosa crónica de la época la mencionó una vez con su nombre y luego, varias veces, como la “señora de Francisco Villar, pintor español formado en nuestro país y que es ventajosamente conocido en Buenos Aires”.
Leonie Matthis nació en Francia en 1883 y con quince años de edad ingresó en la Escuela de Bellas Artes de París, donde estudió diez años, integrando la primera camada de mujeres aceptadas en esa casa de estudios.
Durante un viaje por España conoció al pintor asturiano Francisco Villar, quien estaba radicado en Argentina. Se casaron en 1912, tuvieron nueve hijos y vivieron en una casona de estilo colonial que hicieron construir en Turdera, hoy Lavallol, provincia de Buenos Aires.
Desde 1920, Leonie inició travesías, a veces a lomo de burro junto a sus hijos, para pintar paisajes de Argentina, Uruguay, Bolivia y Perú. Se estima que su producción superó las 250 obras, la mayoría de ellas pintadas con la técnica de acuarela.
Apasionada por la cultura colonial, hoy son célebres sus pinturas históricas, principalmente “25 de Mayo de 1810”. Para realizarlas, acudió a los historiadores Ricardo Levene y Enrique Udaondo, al escritor Leopoldo Lugones, a bibliotecas, archivos, colecciones y relatos de viajeros, pero -lejos de aceptar el valor documental de sus pinturas- las calificó como “evocaciones en estado de ensoñación”.
Aprovechando aquella estadía durante la exposición en Galería Witcomb así como también sus períodos de vacaciones en la ciudad, Leonie dejó diversos registros de la antigua Mar del Plata, incluyendo Villa Ortiz Basualdo, el chalet de Adolfo Blaquier (Alvear y Bolívar), paisajes costeros y una singular perspectiva de la vieja Rambla Bristol.
Murió en 1952 mientras pintaba una serie de acuarelas sobre la vida de Jesucristo que quedó inconclusa. Muchas de sus obras se encuentran en el Museo Histórico del Cabildo. Son las únicas que llevan la firma de una mujer.