La Ciudad

Juró la primera abogada trans de la ciudad: “Quiero ser la primera de muchas”

Mariana Miceli tiene 43 años y hace 25 llegó a Mar del Plata desde su ciudad natal Goya, provincia de Corrientes. En 2018, después de haber tenido que interrumpir su formación académica, retomó los estudios y se recibió de abogada. La búsqueda del ideal de justicia como vocación y anhelo personal y colectivo.

Por Julia Van Gool

“Quiero ser la primera de muchas”, dijo, del otro lado del teléfono con LA CAPITAL, Mariana Miceli (43), la primera abogada trans de Mar del Plata, minutos después de participar de la ceremonia de jura en el Colegio de Abogados de la ciudad. En su voz, se percibía alegría; en sus palabras, el deseo de que historias como la suya no sean la excepción, sino la regla.

En el medio de una pandemia, con barbijo y distancia mediante, Mariana Miceli le sacó la lengua al destino. Ese que, en Argentina, le depara al colectivo de la diversidad un promedio de vida de entre 35 y 41 años y un 35% de abandono escolar por discriminación. Ese mismo que, según las pocas cifras oficiales del Indec al respecto, hace que un 20% declare no realizar ninguna actividad por la que obtenga dinero y el 80% restante se prostituya o acceda a trabajos informales.

“Claramente le vencí a un sistema que iba en contra de todas las expectativas para mí. Tengo más de 40 años, pude recibirme, soy abogada y trabajo de eso. Es decir, fui contra la corriente y gané, pero la inmensa mayoría de las compañeras no logran ingresar al sistema educativo o continuar con sus estudios y, por ende, tampoco logran ingresar al mercado de trabajo formal. Es una cadena de marginalidad y las discriminaciones se van concatenando de modo tal que te terminan excluyendo de la sociedad“, explicó Mariana. Las meritócratas no existen, sino las sobrevivientes y las excepciones.

Mariana Miceli es la primera abogada trans en la ciudad. Foto: Diego Romero – La Capital.

Al igual que muchas historias de personas que integran el colectivo de la diversidad, la de Mariana también incluye la discriminación, las dificultades para progresar y la ausencia de un círculo familiar que entienda y apoye.

En los años ’90, recién egresada del secundario en la ciudad de Goya, provincia de Corrientes, una tía que vivía en Mar del Plata aceptó recibirla y darle casa mientras cursaba la carrera de Derecho en la Universidad Nacional.

Ya en la ciudad, y alejada de un entorno que ella califica como “más conservador”, Mariana experimentó un proceso que fue mucho más allá de la independencia de la casa familiar.

“La idea original era que me recibía y me volvía para Goya, pero en el camino pasaron cosas”, contó, entre risas, y agregó: “Me fui dando cuenta que mi identidad de género no era la que me asignaron al nacer. Esta autopercepción de mi verdadera identidad hizo que interrumpiera la carrera cuando me faltaban solo dos materias para recibirme“.

La relación con su familia no fue fácil. Si bien nunca se cortó la comunicación por completo, su nueva realidad no era aceptada por sus padres, lo que hacía que cada visita a su ciudad natal implicaba un cambio completo en su ser y un vínculo cada vez más tenso.

“Con mi familia hubo algunos tironeos, no me fue fácil. Estuvieron como pudieron, pero nunca desde el entendimiento. Simplemente lo negaban.Yo acá era una persona y allá, otra. Me acuerdo que me subía a un micro de larga distancia y me tenía que recoger el pelo y empezar a ser la persona que había sido en Goya“, contó.

En el proceso, sus padres fallecieron, tuvo que dejar la universidad y después de mucho esfuerzo pudo conseguir trabajo como asistente en un estudio de fotografía. En esos tiempos y en los actuales asegura que su mayor apoyo siempre fueron sus amigas, muchas de las cuales hoy integran la Asociación por un Mundo Igualitario (AMI) en la ciudad. “Tuvieron un rol protagónico en mi vida, gracias a ellas pude finalmente empoderarme”, señaló.

De hecho, la presidenta del espacio, la abogada de la niñez y adolescencia Claudia Vega, no sólo fue hoy quien la acompañó en su jura en el Colegio de Abogados, sino que es su amiga y colega en el estudio de abogacía en el que actualmente trabaja, dedicándose a la rama del Derecho de Familia.

Mariana Miceli junto a la abogada y amiga Claudia Vega. Foto: Diego Romero – La Capital.

Después de más de diez años, y con la aprobación de la Ley de Identidad de Género en Argentina, dejar trunca una carrera que la apasionaba le pareció una “picardía”.

“Duramente más del 90% de mi carrera, la facultad, como todas las instituciones, no estaba preparada para contenerme porque no había Ley de Identidad de Género o de Matrimonio Igualitario. No había ninguna legislación que contemple la diversidad. Pero en 2018 sí, así que tomé coraje, me inscribí, cursé las dos materias que tenía pendientes y ese año me recibí”, señaló.

Su regreso a la casa de altos estudios no implicó inconveniente alguno. Simplemente tuvo que presentar una nota solicitando la readecuación de la libreta de estudiante. Solo cambió el nombre, el número de matrícula siguió siendo el mismo. Algo impensado antes del año 2012.

Convertida en una profesional del derecho, Mariana se remonta a sus 18 años para responder a la pregunta de por qué eligió esa carrera. Piensa unos segundos y dice, convencida: “Mi elección tuvo que ver con la búsqueda del ideal de Justicia”. Un anhelo que sostuvo como estudiante y ahora perseguirá como profesional.

También, aseguró, la búsqueda será colectiva.

“Yo quiero quiero ser la primera de muchas. La lucha es para no ser la excepción. La lucha es que nunca más sea noticia que una chica trans se recibió de la universidad. Que sea común, que sea moneda corriente. Esa sí habrá sido nuestra verdadera victoria“, concluyó.

En la foto, Mariana Miceli y sus amigas y compañeras de la Asociación por un Mundo Igualitario.

Integrantes del colectivo LGTBIQ acompañaron a Mariana en la jura.

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