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Juan Martín Díaz: “Me sorprende hasta dónde llegó el pádel”

El marplatense, quien fue número uno del mundo durante 14 años, se retiró en 2023 y ahora trabajará para desarrollar el pádel en Estados Unidos.

Por Marcelo Solari

Fue número uno del mundo durante 14 años, 13 de ellos conformando una dupla inolvidable con Fernando Belasteguin. Durante 2023, a los 48 años, no sólo continuaba dando batalla en el circuito internacional de pádel, sino que incluso hasta fue recuperando rendimiento físico al superar algunos dolores que parecían crónicos. Parecía que podía seguir, pero el “Galleguito” Juan Martín Díaz decidió poner punto final a una carrera profesional brillante. Y se mudará a Estados Unidos, en busca de nuevos desafíos para él y para el pádel.

Apenas unas horas antes de instalarse en Miami, uno de los grandes deportistas marplatenses de la historia jugó un atractivo partido de leyendas en Los Naranjos, como compañero de Diógenes de Urquiza, frente al dueño de casa, Facundo “Chino” Mazzuchi y Tomás Michael, quien además es secretario de la Asociación Argentina de Pickleball, deporte que emerge con fuerza en los últimos meses.

Cansado pero feliz, luego de la exigencia y las “chicanas” contra los rivales, Díaz le concedió una extensa entrevista a LA CAPITAL, en la que habló de todo.

-Siempre es atractivo jugar con amigos y mantenerse activos…

-Sí. Pero estamos todos incompletos (risas). Después de tantos años, terminamos de jugar y nos duele todo. Pero yo sigo pensando como jugador. No voy a hacer una pretemporada normal, como si todavía estuviera en competencia, pero sí me sigo cuidando, sigo queriendo jugar, y me enojo cuando erro como si fuera en un torneo.

-¿Costó mucho la decisión de dar un paso al costado?

-No, porque yo ya venía con muchos dolores y la edad también te hacer replantear cosas. Lo cierto es que ya había estirado mucho mi carrera. Y no puedo negar que la oferta que tuve de Estados Unidos marcó un antes y un después. Creo que eso también me ordenó un poco la cabeza para decir “juego hasta ahí y listo”. Porque mis dolores de rodilla mejoraron mucho desde julio en adelante. Volví a disfrutar el hecho de jugar, me muevo con cierta comodidad, con las limitaciones de tener 48 años, y eso me podría haber confundido y animarme a seguir un año más. Es lo que me gusta, y hoy mi vida no depende tanto de ganar o perder. Pero gracias a Dios tengo apoyo de las marcas para seguir viviendo de esto. El mundo del pádel está cada vez mejor y seguramente me va a doler cuando vaya a los torneos o los vea y yo no esté jugando. Hace ya un tiempo que mi estadía en los torneos no dura más que un día o dos, pero igual era parte. Ahora me tocará verlo desde afuera. Es parte del “duelo”.

-¿Entre esas variables el hecho de no poder pasar de octavos o de cuartos tuvo algo que ver?

-No tanto en cuanto a resultados. Al final, era más una cuestión de lo que yo me obligo a mí mismo. Y me pasaba de decir “no doy lo que yo quiero dar”. Independientemente del resultado y de quiénes fueran los rivales. Hoy está todo muy parejo. Había veces en que cada vez que apoyaba fuerte mi pierna izquierda, se me caía una lágrima de dolor. Y te das cuenta de que vas llegando tarde a cada tiro y eso te va mermando la confianza, no podés entrenar de la manera que querés. Es una suma de cosas.

-De aquella explosión, de mediados de los ’80 y ’90, con origen en Mar del Plata, con furor y posterior caída. ¿Cómo explicas este nuevo impulso del pádel?

-Lo voy a graficar con un ejemplo pirotécnico. Si aquella explosión era como un petardo de grado uno, esta explosión de hoy es como un petardo de grado diez. Veo que no va a haber vuelta atrás. Veo gente con enorme entusiasmo, veo exdeportistas de alto nivel que invierten y hacen clubes de pádel de gran categoría. Están en Suecia, en Italia, en Francia, en Bélgica, en los países árabes. Ya no es una moda. Hay proyectos a largo plazo, la Federación Internacional, con sus errores, como los tenemos todos, también va para adelante. Al Circuito, tanto World Padel Tour como Premier Padel le veo un futuro espectacular y los jugadores se han profesionalizado en serio, están ganando un dinero importante, son figuras reconocidas, algo impensado en el pasado. Lo veo muy bien.

-La modificación de la superficie, las paletas, las paredes de vidrio ¿también contribuyeron?

-Todo influyó. También las transmisiones por televisión cambiaron. Al principio, cuando se emitía en diferido, incluso era algo negativo. Porque había sólo dos cámaras y la visión generalizada era que el pádel sólo era atractivo para verlo en la cancha, porque las transmisiones no reflejaban todo lo que pasaba. Hoy tenemos una jugada repetida desde seis ángulos diferentes, todo se ve mucho mejor. Las redes sociales lo magnifican todavía más. La gente puede ver, en algún pueblito chiquito de cualquier provincia, que algún argentino está jugando una final en algún torneo, y eso se replica una y otra vez. Eso, para el pádel, es espectacular.

-¿Qué vas a hacer concretamente en Estados Unidos?

-Todavía no lo sé con certeza (risas). La primera figura es la de embajador. Que quiere decir que no voy a hacer nada (más risas). Hablando en serio, el proyecto en Estados Unidos es infinito, creo yo. Incluye abrir clubes, organizar torneos. El mes que viene se hace una Reserve Cup, algo así como la Laver Cup del tenis. Son siete jugadores de cada lado, yo soy el capitán de uno de los equipos. En un futuro está planteada la posibilidad de hacer torneos de Premier. El pádel está virgen en Estados Unidos. Vamos a ir de poco.

-Pero es una puerta de ingreso inmensa…

-Impresionante. Yo creo que si se afianza en Estados Unidos, se puede duplicar el universo del pádel. Por la cantidad de gente, porque es una sociedad de consumo descontrolado, con muchísimas marcas importantes. Sabemos que tenemos una competencia enorme con el pickleball, que tiene un desarrollo superior en Estados Unidos, con un éxito total. Es más fácil de jugar, más económico para instalar las canchas. Por ejemplo, si pretendés abrir un club de pádel en un espacio público, el ayuntamiento te otorga los permisos pero te obliga también a hacer canchas de pickleball. Los estadounidenses defienden mucho a sus deportes. Son más reacios a adoptar otros que no se originaron ahí.

Juan Martín Díaz, el “Galleguito”, mano a mano con LA CAPITAL-

-Tuviste una carrera extraordinaria por muchos años pero dijiste que ahora notaste mucho más que antes que la gente te reconoce por la calle. ¿Es así?

-Sí, pero no es por mí. Es por el pádel. Las redes sociales, la televisión, ya que hoy se puede ver el World Pádel Tour o el Premier Pádel. Eso le cambió la vida al deporte, sin dudas. El escenario que se monta alrededor es el de un espectáculo de primer nivel. En muchos casos, equiparable al de un torneo de tenis de la ATP o de la WTA. Eso atrae un montón.

-¿Cómo fueron tus comienzos?

-Yo empecé a jugar al tenis. Aprendí en el Tenis Club Mar del Plata. Mis profesores fueron el “Chino” (Facundo Mazzuchi), Guillermo Del Grosso, Carlos Luzardi. Mis viejos son jugadores de tenis de toda la vida. Tuve una raqueta en mis manos prácticamente desde que nací. Y a los 8 o 9 años, justo en el Tenis Club pusieron una cancha de pádel y así empecé.

-¿Y cómo fue?

-Curioso, porque jugábamos single en forma cruzada y con las raquetas de tenis. Familiarizándonos con el rebote en las paredes. Lo único que no valía era “reventar” en la red porque era un poco peligroso.

-¿Alguna vez imaginaste el pedazo de carrera que ibas a tener?

-Absolutamente no. Pero más allá de que mi carrera ha sido soñada y soy un agradecido, más me impresionó hasta dónde llegó el pádel. Más que mis logros personales, me sorprende en lo que se ha convertido el pádel. Porque había explotado en Argentina aunque no teníamos mucha idea de lo que significaba. Pero llegué a España, y de repente, al poco tiempo, estaba todo Madrid forrado con los carteles del torneo y yo estaba ahí, en las fotos. Después entró un sponsor que te daba un coche. ¡Me daban un auto por jugar al pádel! Y empecé a ganar un poco más de plata, y el deporte empezó a ganar terreno, a jugarse en lugares emblemáticos del tenis, con muchísimo público en las tribunas. Es cierto que por algunos años estuvo estancado, parecía que no arrancaba. Y la pregunta típica de la prensa era “¿por qué no termina de explotar el pádel? ¿Por qué no lo conocen en Francia, en Italia, en Portugal?”. La globalización sin dudas aportó lo suyo para hacerlo más conocido. Pero creo que hubo algo todavía más trascendental que generó un crecimiento exponencial. La pandemia.

-¿Vos creés que sí?

-El coronavirus fue malísimo para casi todo. Pero para un pequeño porcentaje de cosas, fue bueno. Y creo que el pádel entró ahí. Al ser una de las primeras actividades en habilitarse, se favoreció de forma increíble. En España, el 95% de las horas de alquiler de los clubes están cubiertas. Es algo increíble. No es normal. Es cierto que hoy no juega toda esa gente que se sumó en la pandemia. Porque algunos volvieron a trabajar, otros volvieron a sus deportes de origen. Pero un montón se quedó en el pádel. Y creo que acá en Argentina pasa algo parecido.

De Urquiza, Michael, Díaz y Mazzuchi, protagonistas del match “vintage”.

-¿Pensás que por haberte radicado en España y a pesar de ser número uno del mundo durante catorce años sos más reconocido allá que acá?

-Sí, creo que sí. Tampoco es que no puedo caminar por la calle. En los lugares donde hay muchas competencias de pádel, como en Madrid, por ahí soy más conocido. En mi opinión, también creo que todo el resurgimiento que tuvo el pádel en Argentina fue un poco producto del rebote de toda la gente que fue a España y volvió.

-Correcto. Pero no me refería sólo al reconocimiento de la gente, sino al periodismo, a los premios…

-A mí siempre me pasó que estuve como en un limbo: no soy español ni soy argentino. Por caso, en Argentina no me reconocen como tal y nunca me consideraron para el premio Olimpia. Y en España, tampoco. Jugué para España, pero cuando (Juan) Lebrón llegó al número uno del mundo, lo presentaban como el primer español que había llegado al número uno. Y yo lo había sido durante un montón de años. Entonces empezaron a decir de Lebrón: “el primer jugador nacido en España…”. Y yo quedaba ahí, en el medio. No es algo que me moleste. En absoluto. Estoy agradecido y también estoy muy contento con que “Bela” (Fernando Belasteguin) haya ganado no sé cuántos Olimpia y se los recontra mereció. En ningún momento pensé por qué no los había ganado yo. Lo mismo con Lebrón o Paco (Paquito Navarro), reconocidos como los mejores españoles. Nunca tuve ni conflicto de ego, ni herida de orgullo, ni nada que se le parezca. Tengo mi lugar, sé lo que soy y también sé lo que no soy.

-¿Le ponés fichas a que el pádel llegue a ser olímpico?

-Sin dudas. Haría lo que sea. Trabajaría gratis para así sucediera. Sería un orgullo que el pádel llegue a un lugar tan importante como los Juegos Olímpicos. Habría que apuntarle a 2032 o 2036. Y si es para más adelante, también. ¿Qué importa que llegado el momento yo tenga 100 años? ¿O que los mejores de hoy no lo puedan jugar? Lo importante sería ese logro para el pádel como deporte.

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