Cultura

Juan Carlos Quattordio: “El país se degradó hasta el punto de que la gente ya no tiene bibliotecas”

Autor de emblemas de los cómics como 'Chico conoce chica', 'Judas Riff', la adaptación de 'Zenitram', entre muchos otros títulos, Juan Carlos Quattordio no para de crear y tener proyectos que no se detienen. Vive en Mar del Plata y cuenta cómo fue el desarrollo de su profesión desde su inicios hasta la actualidad.

 

Por Dante Galdona

El historietista y dibujante Juan Carlos Quattordio charló con LA CAPITAL acerca de su carrera, sus inicios, la cultura gráfica y la actualidad del cómic, entre otros temas. Recomienda a quienes empiezan en este mundo tener, hambre de gloria y tolerancia a la frustración, ya que es un trabajo ingrato. Con su amabilidad y verborragia, una memoria y una claridad conceptual envidiables, ofrece las estas ideas para pensar la cultura argentina y mundial.

-¿Cómo fueron tus inicios en el mundo del cómic?

-De chico, la cosa era pintar paredes, agarrar lo que hubiera… Mi viejo era jefe de la Oficina Técnica del banco Provincia, se la pasaba yendo por toda la provincia a construir sucursales en la época de expansión del banco, de los ’50 hasta los ’70, hicieron setenta sucursales entre veinte tipos. Así que en casa siempre había lápices, tintas, tablero, papel de calcar, entonces a medida que iba creciendo iba viendo lo que tenía mi viejo, exploraba todo. En casa se leía mucho, mi vieja leía historietas, leía Vidas Ejemplares, que era una historia de la misma editorial que publicaba Batman, se llamaba Editorial Novaro, mexicana, eran historias de santos, también Vidas Ilustres, la vida de San Martín, Marie Curie, etcétera. Eso de base. Y después me compraron Billiken y Anteojito. En primer grado, yo iba a un colegio en Buenos Aires, nací en Buenos Aires y me vine a los nueve acá. Como te decía, en primer grado yo ya me había comprado alguna que otra Batman, más que nada por algunos pibes que leían eso y le pedí a mi vieja que me compre una serie de Batman. La locura fue a la vuelta del colegio, una vez pasamos y descubrimos un canje de revistas que era un garaje, imagínate entrar y que esté todo colgando hasta el techo de historietas exhibidas, había infantiles como las cosas de Disney, también de Ana Barbera, Batman, Superman, La liga de la justicia, para mí era un festival de colores, a mí me encantaba, nos prestábamos con los pibes del colegio. El colegio era muy bueno, de doble escolaridad alemana, y con otro pibe que dibujaba nos íbamos a la biblioteca y empezábamos a ver un montón de enciclopedias de la Segunda Guerra Mundial, copiábamos aviones. Había muchas historietas de la Segunda Guerra Mundial en esa época. Era un colegio alemán pero estaba lleno de pibes judíos alemanes, y en ese momento había una escalada bélica entre Israel y Arabia Saudita, y jugábamos a judíos contra cristianos. Los profesores nos decían “eso no se hace”, una locura la nuestra. Después dibujábamos cosas de la Segunda Guerra Mundial con esvásticas, es la inocencia de pendejo, inconscientes totales. Cuando estuve en Buenos Aires estaba en un hervidero, estaba súper estimulado.

-¿Eras el dibujante del salón?

-Sí, con otro pibe más. El otro pibe era uruguayo y se iba a Piriápolis, y Piriápolis tenía un kiosco. Y a su vez lo loco era que yo vivía en Colegiales, viajaba hasta Belgrano para el colegio, pero no había pibes en mi barrio, había un solo pibe enfrente de casa con el que me llevaba más o menos y después los otros pibes tenían ya 15 años, era un barrio sin nenes. Siempre transité la soledad de chico, entonces me refugié mucho en dibujar, un poco era mi refugio, pero no porque estuviera mal, sino porque me recontra divertía, a su vez también me pasó una cosa loca en esa época que me agarró por convertirme en un script doctor, que es una profesión que se dedica a que si a vos no te gusta algo de una peli o el final, lo corregís y hacés otro. Yo hacía eso con las películas de James Bond, ese tipo de cosas.

-¿Y eso lo mostrabas o te quedaba?

-Para mí más que nada. También mi hermana me llevaba al cine Los Ángeles en Buenos Aires.

-¿Cuál era el cine que te gustaba, el de cómics?

-El de Los Ángeles, estaba Disney, era un cine dedicado a Disney, que era único en el mundo, tenía su propia sala. Me acuerdo de haber visto Vivir y dejar morir de James Bond, la Pantera Rosa, Un disparo en la oscuridad, Trinity, Bud Spencer y Terence Hill, que se la pasaban pegándose sopapos. También me gustaba mucho el cine de ciencia ficción, naves espaciales, monstruos, mucho cine de explotación, un emblema era Roger Corman, que luego ya en los ’80 se hizo una serie dedicada a él. Y en el 2000 me lo encuentro acá en Mar del Plata, recuerdo que charlé con él quince minutos.

 

Foto: Marcela Golfredi.


-O sea que tu base formativa fue la lectura de cómics y el cine. ¿La literatura no?

-Sí, también. Tenía toda la colección Robin Hood, Salgari, Verne, Jack London. Pero yo era uno entre muchos que curtíamos eso, lo que pasa es que el país se degradó a lo bestia, al punto que la gente no tiene bibliotecas. Igual Buenos Aires era bastante más culta que el interior, había un salto muy grande respecto a lo que encontrabas en el interior. Buenos Aires era hiperculta, de clase media pudiente que gastaba mucho en cultura. En esa época se estaba cocinando el Di Tella, Mafalda, Les Luthiers, teníamos los Beatles por fuera, Almendra…, era un hervidero.

-¿Recordás tu primera experiencia en publicación gráfica?

-Sí, la primera fue casera, hicimos una revista con los pibes en Miramar y ahí me di cuenta que era mejor cortarse solo. Porque nadie terminaba cumpliendo lo que decía, o iba a hacer una cosa y después yo terminaba haciendo las cosas solo. Hay que buscarse buenas parejas en esto. Eso fue alrededor de los doce años. Ya después a los dieciséis años, mi primera publicación, que no sé dónde estará, fue cuando empecé a trabajar de ayudante en una agencia de publicidad, me tiraron unos manguitos y le hacíamos una revista a la UCIP, y eso me permitió ilustrar algunas notitas, fue alucinante verme impreso y que haya muchas copias y ver que había llegado a muchas personas. También hacíamos publicidades para boliches, Simbiosis, Light Power, Frisco Bay, entonces yo tenía las tarjetas que yo hacía y chapeaba con eso (risas)

-Hacia los 20 años llegás a Fierro, esa es la primera publicación masiva…

-Sí, antepuesta por mi primera incursión a Buenos Aires que fue a los 18 cuando me fui a probar a Humor. Para mí fue fuerte probarme. Llevé mi carpeta preguntando si se podía ir a la redacción a ver si me podían evaluar y la chica de la secretaría me dice “dejame la carpeta, esperame en la sala de espera y los dibujantes te la evalúan”. Fue cortar clavos porque mi viejo me quería meter en el Banco Provincia, no me gustaba nada la idea. A la media hora bajan Tabaré, Grondona White e Ibáñez y me dicen “muy bien, pibe, está bien esto, esto lo tenés que emprolijar, pero seguí viniendo que tenés las puertas abiertas. Para mí fue un digno empate. Y mi viejo vio que hice un buen partido en ese momento. Mi viejo pese a que no nos llevábamos bien, me dejó ser. Otra anécdota es con Fontanarrosa, en los ’80 lo vi acá y le mostré, me tuvo re buena onda, “seguí rompiendo papeles”, me dijo, “pero buscate otro trabajo porque este es un trabajo ingrato”. Imaginate para la gente que empieza ahora.

También en esa época me mandé a una revista de rock llamada Tren de carga, era muy chiquitita y llegaba muy de pedo a los kioscos, la dirigían a Sergio Marchi y Eduardo de la Puente. Me mandé a la redacción y les encantó una historieta de cómic que yo les había preparado para la ocasión y entré con ellos, gratuitamente porque no tenían un mango. Posteriormente eso me sirvió mucho porque en el diario El Atlántico un pibe dejaba el suplemento y me preguntó si yo lo quería agarrar y agarré, pero le dije a Coqui Gastiarena de hacer un suple de rock. Bueno, hicimos el primer suplemento de rock en el país. Me trataron muy bien y curtí redacción, que es algo hermoso.

-¿Fue la única redacción en la que trabajaste físicamente?

-Trabajé posteriormente en La murga, en el año ’99, ahí fui secretario de redacción, curtir redacciones a mí me encanta, te sorprende, es hermoso. Pasó tal cosa, redactarlo, tratar de conseguir una buena foto, que en esa época tenía que llegar por teletipo, para componer una foto era un quilombo también. Estar pegado a las agencias de noticias, yo iba ahí y Coqui me abrió todo. Hablar con el de fotolito, con fotocomposición, etc. Si querías en colores era por otro lado. Me tiraban los titulares y los armaba acá en casa, y algunas veces no llegaba a tiempo y los tipeaban ellos. Fue hermoso que me den la oportunidad de jugar, valoro mucho la generosidad de Coqui. Trato de practicarla o si no hago tratos, pero la generosidad tiene que estar porque yo la viví, me encantó y me parece que es la ley.

 

Edición de Zenitram.


-¿Quién es tu historietista fetiche?

-Tengo romances, pero he leído casi todo Solano López, que ahora sale la serie de El eternauta y vamos a ver qué pasa, porque por lo visto se corre mucho de lo propuesto en El eternauta, ya en el tiempo, lo físico está muy distinto… Dicen que es una versión, da bastante miedito. El asunto que empiece con tres chetas en un yate diciendo qué está pasando ya no me gusta mucho. Darín no tiene nada que ver con Juan Salvo, el traje nada que ver, el cómic es muy de acción y esperemos que no quede en una cosa muy declamada. Visualmente luce bien, habrá que ver los efectos especiales.

-Es muy de acción, pero a veces de reflexión política.

-Se resignificó mucho, esto lo hablamos con Solano López, a quien lo conocí en el ’99 y nos volvimos a encontrar después en el 2007 en una charla que se hizo en canal 8 por los cincuenta años de El eternauta, con Solano, Sasturain y yo. Fue alucinante y había alguna gente medio de derecha que no le gustaba que El eternauta hubiera sido apropiado por La Cámpora. Entonces le dijeron por qué no lo prohibía, y él respondió que prohibiría algo con lo que no concuerda. Es una apropiación que hace la gente y que como autor no tenía por qué oponerse. Era un tipo también del campo nacional y popular. A El eternauta se lo tomó como una figura que va por una cuestión política, pero el tipo en realidad es un sobreviviente y después sí le toca una especie de mando en un momento pero nunca es el líder, nunca es el tipo que lleva la bandera de ataque hacia los invasores, no lo vemos como el líder de un escuadrón, es un tipo que está ahí en el medio, en realidad lo importante es el grupo que se conforma. Es el héroe colectivo que a nivel político se reformuló y se le imbuyó a El eternauta esta carga política que con la que yo la verdad no me opondría, pero creo que el material de base es más neutro. A veces se le da resignificación a las cosas, como a Wagner, que nació en una época no nazi y después fue un emblema nazi.

Hay un personaje en Estados Unidos que es un sapito con los ojos entrecerrados que es súper contestatario de un montón de cosas, pero lo empezó a usar la ultraderecha, y el autor no pudo hacer nada por más que saliera a oponerse públicamente, porque lo siguen usando. Desgraciadamente el personaje ese está quemado, pero al menos el autor se quejó. Acá Solano López no tenía problemas. Para redondear la pregunta, El eternauta para mí es una biblia. También me gustó Watchmen, de Dave Gibbons, que también tiene como una lectura política muy fuerte, aunque tira varias direcciones políticas, tenés a un personaje que es buenísimo pero en realidad el tipo es medio fascista, hay uno que es un fascista asqueroso que es el comediante, declamadamente, y el tipo labura para el gobierno, trabajó en Vietnam haciendo atrocidades; después está el otro que Rorschach que en realidad es un antisistema, pero el tipo tiene una nostalgia de la derecha del tiempo de Eisenhower, pero más bien un anarco liberal yanqui; y después tenés otro personaje que es liberal directamente, otros personajes que también son liberales. Está muy buena esa obra, es muy compleja, me gustan tanto el dibujante Alan Moore como Dave Gibbons.

-¿Cómo pensás las historietas? ¿Primero el guion y después el dibujo o viceversa?

-Hay veces que comienzo con la idea, hay veces que me pongo a dibujar la idea de toque y hay veces que esa idea la tengo madurando mucho tiempo. Generalmente soy el primero en plantearme el guion en mi cabeza, ya más o menos tengo un final, o sé el final que quiero, y después más o menos sé qué rutas tomar, pero a veces como que me voy en avión, en bondi o en tren, y a veces me voy a otra ciudad y probablemente cruce el mar. Tengo rutas y destinos pero voy cambiando en el camino, a veces también en el camino me detengo más tiempo en alguna ciudad mentalmente. De tal evento saco más fotos, o a tal cosa le doy más bola, o a un personaje que por ahí no era importante lo hago crecer.

-¿Pensás la historia en imágenes o la pensás en palabras?

-Me vienen conceptos o ideas abstractas. Te cuento el origen de una que está inédita, Pizza ninja, que en su momento la desarrollé y no llegó a salir. Estaba comprando pizzas en lo de un pizzero, don Félix, que era amigo mío, un personaje. En un momento le digo “me das una fainá” y me contesta, “no, está durísima, se lo tirás a alguien y lo matás”. Y ahí se me ocurrió la idea de que un gordo ande a la noche munido de pizza, otra que ande con mucha muzzarela y tire hilos como Spiderman.

-¿Qué consejo le das a un chico que empieza en este oficio?

-Que se tatúe en el brazo “Tolerancia a la frustración”, después esfuerzo, después esfuerzo, y esfuerzo y dedícate a esto si tenés hambre de gloria y fama y si te bancás la que venga. Que haga otras cosas en el camino, que haga otros trabajos mientras tanto, pero si está enamorado de algo que lo siga, pero realmente tiene que tener hambre de gloria. Hay gente que está muy dotada, yo he tenido alumnos mejores que yo dibujando, pero que no tenían hambre de gloria. En La urraca yo estuve dos años publicando gratis, de 1983 al 1985, en revistas de rock, Tren de carga, Twist y gritos, Cantarock y Riff raff. En el año ’84 había salido Fierro, yo había ido y sólo logrado rechazos amables, pero habré ido como un año a llevar alfajores y a tomar mate con los muchachos. Ya tenían todo cubierto, en terror a Alberto Brescia, en ciencia ficción a Jiménez, en policial también estaba cubierto, me atajaban todos los penales pero igual Sasturain me decía que siga yendo. Y un día ya estaba cansado, era mi décimo intento, ni siquiera era intento, fui a tomar mate. Me dice Sasturain “¿qué estás haciendo?”. Le digo que empecé a publicar en una revista de heavy metal. Lo mira y dice, “esto necesitamos”. Y ahí metí Judas Riff.

Cuando la vi en el pliego central fue hermoso. Fierro es la mina que siempre te quisiste levantar.

 

Edición de Los Trapecistas, con guión de Facundo Arana y dibujos de Quattordio.


-¿Cómo influyó la tecnología en tu trabajo?

-Muchísimo, y para bien. Te saca de encima muchas cosas. Las cosas repetitivas por ejemplo. Cuando publicás mucho está el problema de que tenés que recurrir a ayudantes y ahí perdés autenticidad. Entonces la tecnología me trajo velocidad para hacer lo que yo quiero, sacarme cosas de encima rápido y enfocarme en lo que más me gusta para que el producto final quede bueno. Después está el tema de los costos, ya no se gasta en tinta, por ejemplo. Antes tenías que usar acuarelas, fotocromos, calibrar los escáneres… Lo que sí ha cambiado es la forma de consumición del lector. Antes para informarte ibas al kiosco, de paso hacías sociales, hacías una deglución y asimilación de la información a través de esa forma de recorrer kioscos o publicaciones en papel. Ahora es un tema interesantísimo la sobredosis que tenemos de información y el acceso a la información tan rápida y a la fake news y la construcción de lo real, entonces eso se puede trasladar también al mundo de la cultura. Se abrieron tantas formas de entretenimiento, en los ’90 empezamos a tener cable y la gente empezó a no comprar más revistas porque tenía acceso a estas cosas. Con la absorción de figuras de la revista de Humor por parte de la tele, como Guinzburg, Abrevaya, Dolina se pasó a la radio, Moncalvillo pasó a la radio, se fue desarmando la cosa y es una pena porque lo gráfico lo que tiene es una la cuestión que suma al tempo que le das vos de reflexión. Hoy no alcanzamos a deglutir de tanto que hay. Hay una ignorancia aprendida a través de los medios de información. En China, Tik Tok está hecha para la educación y fijate para qué se usa en el resto del mundo. Yo creo que, sin llegar a la censura, hay que ver qué se publica. Tanto bombardeo acabó con la revista tradicional de historieta, aunque en el exterior se sigue consumiendo. Las comiquerías pasaron de ser librerías a ser jugueterías, hoy en día es más redituable el muñeco que la revista. Yo he sobrevivido porque trabajé también para publicidad y hace un tiempo aprendí a hacer dibujos animados. Un dibujante tiene que estar atento a lo nuevo. También está la promoción en redes sociales y hacerla bien.

-Te pregunté por tus preferidas de otros autores. ¿Y de las tuyas, cuál es tu preferida?

-Siempre lo nuevo, pero si vamos a los amores me partiste en dos, tengo a Chico conoce chica, porque fue parida, estaba hecho pomada. Yo la llamo semi autobiografía. Como decía Borges, los datos no son precisos pero los sentimientos sí. Esa historia la hice para explicarme lo que me estaba pasando. La escribí para mí, desde adentro, y eso me mejoró como guionista. Chico conoce chica me define. Cuando la subimos a la web, al mes salimos reseñados en Clarín, La Nación y nos hizo una entrevista Rolando Hanglin.

Y después no puedo desdeñar a Zenitram, que un monstruo como Sasturain te pida adaptar la película que se hizo basada en su novela. Él mismo me pagó para que yo haga una adaptación, me dijo “hacé lo que quieras con ella, proponé, pero sé que me va a gustar lo que hagas, yo sé que tenés otra impronta que yo no tengo y es que vos leíste muchos superhéroes y que te gusta mucho el cine, sabés de cine de superhéroes, sabés de cine de acción y le vas a dar lo que yo estoy buscando”. Para mí fue re fuerte.

-¿Dónde se consiguen tus libros y que estás preparando?

-Estoy preparando más ediciones, para el año que viene tengo Chico conoce chica 2, que no es la continuación, sino más bien versiones de los personajes en la revista Fierro que era como una especie de observación de Chico conoce chica desde un punto de vista más seco, más sexual, más alejado, y a su vez también analizándome a mí como narrador. Después otro experimento, Chica conoce chico, contar la historia desde una chica. Y varias cosas más que he hecho jugueteando mucho con el personaje. Uno de los libros que estoy promocionando ahora es Los años metálicos, que es la la reedición que tiene veinte páginas más. La personaje de una historia de crisis de los cuarenta, que se reengancha con su banda y a su vez también está conviviendo con una chica más joven. También estoy promocionando Wolf boys, que es del año 2014 más o menos, que hice para el guionista Nathan Patton.

En las librerías de acá vas a encontrar algunos de los títulos y después en las comiquerías están todos.

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