Se cumplen 30 años del fallecimiento del ex Weather Report. Dejó un legado de 20 discos y un sinfín de anécdotas sobre su vida.
por Hernani Natale
Tras una agonía de diez días por una golpiza recibida en la puerta de un club nocturno, en la ciudad estadounidense de Fort Lauderdale, moría hace 30 años, Jaco Pastorius, el genio musical que, con su virtuosismo, revolucionó la manera de tocar el bajo eléctrico.
Dueño de una técnica única y una musicalidad poco frecuente para ese instrumento, Pastorius dejó al momento de su muerte, con solo 35 años, un legado de más de 20 discos, entre sus trabajos solistas, sus colaboraciones con otros artistas y su participación en el mítico grupo Weather Report, pero sobre todo un sinfín de anécdotas relacionadas con sus virtudes como bajista y sus excentricidades.
“Soy el mejor bajista el mundo”, solía presentarse desde temprana edad, casi como una marca registrada, sin importar si la persona que tenía enfrente era un perfecto desconocido o un encumbrado músico al que le ofrecía sus servicios.
Claro que la frase, más allá de su obvia cuota de pedantería, podía ser confirmada ni bien el pintoresco personaje en cuestión tomaba el instrumento de cuatro cuerdas y desplegaba sus virtudes, ocasión en la que dejaba boquiabierto a su eventual interlocutor.
Ocurre que Pastorius era capaz de literalmente hacer cantar a su bajo, con su novedosa técnica de tocar sin trastes, lo que permite una suerte de continuo melódico; además de utilizar notas armónicas, algo más habitual en las interpretaciones en guitarra; y de recurrir al slap, una especie de pizzicato más agresivo, a la hora de asumir un rol percusivo.
Según contó alguna vez el argentino Pedro Aznar, quien se inspiró en su técnica para su labor en Seru Giran, el propio Pastorius le confesó en uno de los varios encuentros que tuvieron que solía estudiar con partituras escritas para violoncello, lo cual explica en parte su capacidad de recrear en el bajo eléctrico distintas voces.
Todas estas cuestiones técnicas, sumadas a sus poses de rockstar, que muchas veces incluían acrobáticos movimientos o llamativas vestimentas, lograron que el instrumento que estaba destinado a ocupar un espacio marginal en escena pasara a convertirse en un elemento central.
Por supuesto que sus excentricidades tenían probablemente su origen en su personalidad maníaca depresiva, un diagnóstico que recibió en sus últimos años de vida y que recrudeció con la ingesta desmedida de alcohol y cocaína.
Hijo de un baterista y cantante de orquesta, Jaco Pastorius nació en 1951 en Pensilvania, aunque desde muy chico su familia se trasladó a la península de Florida, donde comenzó a seguir los pasos musicales de su progenitor.
Hiperkinético desde chico y amante de los deportes, en especial del beisbol y el básquetbol, Pastorius sufrió en su adolescencia una lesión en su muñeca que le impidió volver a tocar la batería, ocasión que lo llevó a tomar el bajo, como única forma de continuar integrando la banda juvenil de la que formaba parte.
Amante tanto de Jimi Hendrix como del jazz, este artista se interesó por el contrabajo pero la humedad que había en su casa destrozó el instrumento que se había comprado, por lo que decidió quitarle los trastes a su bajo eléctrico, con el fin de copiar su sonido acústico.
Tras tocar en varios grupos juveniles, en los que obviamente se destacaba, Pastorius graba en 1974 el disco “Bright Size Life”, junto al entonces ascendente guitarrista Pat Metheny, gracias al que empieza a hacerse conocido en la escena.
Para esa época, el bajista pasa a formar parte del grupo Blood, Sweat & Tears, la agrupación creada por el tecladista Al Kooper, cuando el baterista Bobby Colomby recibió como respuesta ante un intento de flirteo con la novia de Pastorius, que estaba comprometida con el mejor bajista del mundo.
Aunque a Colomby le causó gracia la definición, aceptó escuchar al joven, quien se presentó a la audición descalzo y con una pelota de básquetbol bajo el brazo, pero ratificó los dichos de su novia ni bien comenzó a mostrar sus cualidades musicales.
En los años siguientes, Pastorius grabó varias colaboraciones, entre las que se destaca la realizada para Joni Mitchell, en el disco “Hejira”, además de registrar su soberbio primer trabajo solista, llamado simplemente “Jaco”, en donde deslumbró con su interpretación del tema “Donna Lee”, de Charlie Parker.
Obsesionado por el jazz fusión del grupo Weather Report, comenzó a acosar a su líder, el tecladista Joe Zawinul, para que le tomara una prueba, con su famosa frase de presentación, la cual no le causó gracia al jefe de la banda, un hombre de pocas pulgas, aunque aceptó escuchar un cassette que le entregó.
Cuando Alphonso Johnson abandonó la banda en medio de la grabación del disco “Black Market”, Zawinul decidió escuchar la cinta y llamarlo. “¿Tocás el bajo eléctrico?”, le preguntó el tecladista, seguro de que lo que había oído en ese cassette era un contrabajo.
Lo que siguió fueron cinco años en el popular grupo, con recordados discos como “Heavy Weather” y giras por todo el mundo, que tuvo su punto final cuando el consumo de drogas y cocaína intensificaron el comportamiento errático del genial bajista.
La expulsión del grupo en 1982 condujeron a Pastorius a una espiral descendente, que le impidió llevar por buen camino su carrera musical, a pesar de ser, tal como lo aseguraba desde joven, el mejor bajista el mundo.
Aunque formó su propia banda, con destacados músicos, de la talla de Peter Erskine, Don Alias y Randy Brecker, entre otros, sus escándalos públicos opacaron su música, con cancelaciones de conciertos, detenciones por disturbios y distintas conductas que provocaron el alejamiento de sus pares.
De esos años datan sus anécdotas más excéntricas, como regresar de una gira rapado y con la cara pintada de negro, irrumpir en conciertos en donde no era invitado e intentar sin éxito subir a tocar, desnudarse en la vía pública o conducir con un auto por una pista de atletismo, lo cual le valió una detención.
A pesar de que su familia intentó internarlo para tratar sus problemas mentales, Pastorius se rehusó a seguir con el tratamiento cuando descubrió que la medicación que tomaba le producía entumecimiento en los músculos que le impedían tocar el bajo.
Los últimos años mostraron al genial artista viviendo como un vagabundo, en medio de súplicas para que lo contrataran y riñas en sus intentos por ingresar a conciertos a los que no había sido invitado.
Como una síntesis de su modo de vida en aquellos días, el músico perdió su emblemático bajo Fender al dejarlo olvidado al costado de una cancha callejera de básquetbol. La valiosa pieza fue recuperada hace pocos años por Robert Trujillo, el bajista de Metallica, quien lo rescató de las manos de un inescrupuloso coleccionista.
Finalmente, el 11 de septiembre de 1986, luego de un intento fallido de subir a tocar en un concierto de Santana, Pastorius se dirigó a un club nocturno en donde se le negó el acceso y, ante su insistencia, fue golpeado salvajemente por Luc Havan, el patovica del lugar, cinturón negro de karate para quien el frágil cuerpo del bajista resultó un blanco fácil.
Con un desesperante cuadro que presentaba conmoción cerebral, los huesos de la cara y toda su dentadura rota y un ojo reventado, Pastorius tuvo una muerte clínica el 21 de septiembre, por lo que su familia decidió desconectarlo.
A 30 años de su desaparición física y con una carrera fugaz, el genial Jaco sigue siendo, tal como lo aseguraba en su anónima juventud, el mejor bajista del mundo.
Télam.