El significado de ser hijos de ex combatientes de Malvinas, el compromiso con la causa y la posibilidad de conocer las islas.
por Natalia Prieto
Ellos no habían nacido cuando sus padres fueron a la guerra. Algunos a los 18, cuando terminaron el colegio, pensaron que su padre a esa edad estaba en el rincón más sureño del país defendiendo una tierra casi desconocida en el continente. Cuando eran chicos, casi ninguno preguntaba sobre Malvinas, sólo escuchaban lo que su progenitor quería contar. Unos dicen que irían a conocer las islas, otros dudan y hay quien se niega a ingresar a ese territorio argentino teniendo que utilizar el pasaporte. Tienen distintas edades y hasta diferentes pensamientos, pero los une el mismo compromiso. Memoria y trabajo, historias de hijos de ex soldados combatientes marplatenses.
El Centro de Ex Soldados Combatientes de Malvinas de Mar del Plata fue uno de los primeros del país y cuenta con una comisión de hijos que realiza diferentes actividades. El mismo se creó en 2008 y comparte funciones con Acción Social, por lo que suelen encarar -por ejemplo- campañas solidarias destinadas a comedores barriales. Y las acciones se intensifican en cercanías a la conmemoración del 2 de Abril.
Algunos de los integrantes dialogaron con LA CAPITAL, sobre la significación de ser hijos de ex combatientes, el compromiso con la causa y la posibilidad de conocer las islas Malvinas. Este año son los encargados de leer uno de los discursos y diseñaron el homenaje a don Félix Schroeder, impulsor del Centro y de la formación del monumento a los caídos ubicado en Córdoba y 25 de Mayo.
Agustina y Julieta Risso, hijas de Gustavo, tienen 26 y 27 años y estudian para recibirse de profesora de artes plásticas y maestra jardinera, respectivamente.
Ambas coincidieron al afirmar que “es bastante fuerte” ser hijas de un ex combatiente y aseguraron que “cuando éramos chicas no entendíamos, pero cuando llegás a esta edad es como que te cae la ficha”.
“Siempre le preguntaba a mi papá -contó Julieta- ‘¿vos mataste a alguien?’ y hoy en día no preguntamos, aprendimos a escuchar hasta donde él quiere hablar”.
Ninguna de las dos conoce Malvinas ni tienen pensarlo hacerlo, al menos por ahora. “Es como piensa mi papá -explicó Agustina-, que con pasaporte no está bueno entrar. Y él si tiene que hacerlo con pasaporte no va a ir”.
Las hermanas reconocen el compromiso que tienen con la causa porque “lo mamamos de chicas y cuando nuestros viejos no estén, nosotras vamos a impulsar la memoria de todo esto”.
Creencias
Josefina Lambertini, 16 años, es hija de “Coti” y coincidió en sentir “orgullo” por su padre y conmovida señaló que “me cuesta creer por todo lo que pasó, no me salen las palabras cuando hablo de él”.
Brisa Torres, 15 años e hija de Rubén, asintió con la definición y aseguró que “es un orgullo conocer lo que pasó, lo que vivieron. Es fuerte” y ambas contaron que “hablamos todo el tiempo, entre nosotras, con ellos y en el colegio también”. Si bien Josefina dudó sobre un viaje a las Malvinas, Brisa fue terminante: “No iría, es un sentimiento muy fuerte”.
Aunque las adolescentes están comprometidas con la causa, reconocieron que “nos gustaría participar más” y recordaron que “siempre participamos de los actos, las movilizaciones. Es impresionante cómo estamos metidos los hijos, pensá que ellos casi tenían nuestra edad cuando fueron a la guerra”.
Germán Alvarello tiene 28 años y es hijo de Miguel, con quien comparte trabajo en una fábrica de colchones, pero además es profesor de música y toca el piano, entre otros instrumentos,
Su condición de hijo de ex soldado combatiente lo llena de “orgullo y a la vez siempre sentí una admiración incondicional por mi papá, por el hecho de ir a una guerra, volver y seguir peleándola en el día a día. Y siempre está pilas, feliz y contento, es un ejemplo a seguir”.
En cuanto a su compromiso con la causa, explicó que “nunca fui mucho de preguntar pero mi papá me contaba. De chico veníamos a los actos y a medida que crecí investigué y al conocer a otros ex combatientes vi otros panoramas y conocí más de la causa”.
Si bien no fue a Malvinas, aseguró que “iría para acompañar a mi viejo, pero tampoco es algo que en este momento le quite el sueño”.
Planes a futuro
Julieta y Mirko Ressia tienen 25 y 22 años, son hijos de Miguel. La joven es la encargada de verbalizar las definiciones: “Son muchas emociones juntas y más en estos meses, aunque es todo el año. Me gusta decir que somos hijos de combatientes, porque creo que fue mucho más dura la postguerra, ellos continuaron combatiendo”.
“Es una emoción grande y un compromiso muy fuerte con la causa -añadió-. A diferente edad se te va despertando ese interés por trabajar por Malvinas y poder transmitirlo, hacer memoria”. Su hermano compartió sus afirmaciones y aseguró que “cuando éramos chicos (mi papá) nunca nos presionó, siempre nos despertó interés, pero mucho nos fuimos enterando por la prensa. No solía ser tema de conversación. Creo que no querían transmitir esa mochila tan pesada”.
El joven, que practica natación y trabaja en la Municipalidad, describió que “hoy es otra realidad. Con 18 años mi papá estaba con un arma sin saber usarla, cagándose de frío, y ella (por su hermana) se convertía en Segunda Princesa del Mar. Es algo muy emocionante y delicado a la vez”.
Si bien no conocen las islas, no descartan la experiencia y hasta fantasean con planear un viaje con otros hijos. “Mi papá iría con sus compañeros de pozo -contó Julieta-, uno vive acá y otro en Colombia. Quisiera compartirlo con él y si no con otros chicos en mi misma situación”.
Responsabilidad
Facundo y Jazmín Alvarez, de 12 y 8 años, son hijos de Fernando y a pesar de ser los más pequeños del grupo se emocionan hasta las lágrimas al hablar sobre su progenitor.
Con una remera alegórica a los héroes del 2 de Abril, el preadolescente aseguró que “es un orgullo porque no todos pueden tener un héroe en casa, que dejó todo por la Patria, igual que los demás”.
Su hermana fue la encargada de organizar “la cartelera con todas las banderas” que hicieron junto con sus compañeros del tercer grado del Instituto Carlos Tejedor en conmemoración al 35º aniversario de la guerra.
Leandro Pais, “Lalo”, tiene 29 años, es hijo de Esteban, trabaja en la Escuela Técnica Nº4 y estudia Arquitectura.
“Es difícil -describió-, se me pone la piel de gallina cada vez que hablo de mi papá. Es bastante duro vivir con un ex combatiente, no es algo normal en todas las familias. El proceso es duro a lo que fue la postguerra, la sociedad los olvido mucho”.
Aunque no vacila sobre su compromiso, se quejó porque “en la escuela en la que trabajo no se habló del tema. El viernes llevé carteles, panfletos, pero por parte de los directivos no se habló”.
Asimismo, confesó que cuando cumplió 19 “fue como un golpe, y nos pasó con otros chicos de acá (del Centro), porque era la edad que tenía papá cuando fue a Malvinas. Ese lazo nos juntó, nos buscamos y eso que en esa época no estaban las redes sociales como ahora. Fue fuerte y muy productivo”.
Lalo aseguró que esa experiencia produjo que “nos entendiéramos desde un punto, no es algo que se puede compartir con cualquiera” y aseveró que con el padre “hablaba poco, se preguntaban cosas puntuales y él siempre respondió. Pero creo que nunca lo sacó de adentro, sino preguntabas él no contaba, pero había cuadros, todo pasa por Malvinas y los problemas se perciben de otra manera”.
El joven no descartó que, ante la oportunidad, iría a Malvinas pero “con mi papá, no iría solo, pero dice que todavía no está preparado”.
A 35 años de Malvinas, los hijos de los ex soldados combatientes no quieren olvidar.