A sus 81 años, la escritora chilena incursiona por primera vez en la literatura infantil con una historia inspirada en su mascota, una perra rescatada que ayuda a un niño a enfrentar a su acosador en la escuela. Recuerdos de su infancia y reflexiones sobre la niñez y la lectura en la actualidad.
Por Rocío Ibarlucía
“Nací con la vocación de atrapar historias en el aire y contarlas. Ese es mi único superpoder”, reconoció Isabel Allende en la presentación de su primer libro infantil “Perla, la súper perrita” (Penguin Kids), en conferencia de prensa para medios de Iberoamérica de la que participó LA CAPITAL.
La protagonista de este libro ilustrado, Perla, también posee dos superpoderes: hacer que todos la quieran y rugir como un león. Esta última habilidad le permite enfrentar a los perros más grandes que la acosan y ayudar a su amigo Nico Rico, quien sufre de bullying en la escuela. Perla guiará al niño para que descubra sus propios superpoderes y así enfrentar a los acosadores.
Ya disponible en las librerías desde el 30 de mayo, este libro es el primero de una serie de tres álbumes escritos por Allende e ilustrados por Sandy Rodríguez. De este modo, debuta en el ámbito de la literatura infantil una de las autoras más vendidas en lengua española, traducida a cuarenta idiomas y reconocida por novelas como “La casa de los espíritus”, “Hija de la fortuna”, “Paula”, “El viento conoce mi nombre” y la más reciente, “Mujeres del alma mía”.
Allende admitió que ha sido un arduo trabajo escribir para un público infantil: “Es mucho más fácil para adultos, porque a mí me gusta escribir sagas, novelas complicadas en las que necesito 360 páginas para contar algo”. En cambio, ahora tuvo que enfrentarse por primera vez al desafío de la condensación: elegir pocas palabras y pocos personajes.
Además, consideró que esta experiencia le ha permitido aprender algo crucial: “que yo no tengo que decirlo todo en un libro para niños, la ilustradora o el ilustrador ponen la mitad del cuento”. En ese sentido, elogió a Sandy Rodríguez, con quien formó “una especie de matrimonio para contar esta historia, lo que me ha facilitado enormemente todo”. Cuando su agente y su editora le presentaron varios trabajos de diferentes ilustradores, Allende contó que “el ojo se me fue inmediatamente con Sandy; después descubrí que ella es mexicana y mujer, así que era la persona ideal para ilustrar el libro”.
Por otro lado, explicó que uno de los motivos por los cuales se decidió a explorar en la literatura infantil a sus 81 años tiene que ver con sus ganas de “incursionar en diferentes campos de la escritura, porque me aburro con una fórmula, no la puedo repetir. La única vez que he podido repetir una fórmula fue cuando escribí la trilogía para jóvenes ‘Memorias del águila y el jaguar’, que eran los mismos protagonistas”, sostuvo. Para Allende, el desafío de algo nuevo siempre ha sido un motor en su carrera: “Me gusta el desafío de una novela histórica, de una novela literaria, de una memoria. Lo único que no puedo escribir son libros de autoayuda. No los puedo leer y no los puedo escribir tampoco”.
Una niña, una perra rescatada y un libro
La historia narrada en “Perla, la súper perrita” surge de su relación con Camila, la nieta de una vecina que visita la casa de la escritora todas las semanas para leer. “Camila entra a mi casa gritando en inglés ‘Book, book!’ -describió Isabel-. Con ella nos sentamos a leer historias, generalmente son puros dibujos, y después tomamos helados. Ella fue la inspiración del libro”.
Y también lo fue su mascota, Perla, una perra rescatada por el exmarido de Allende, el escritor de policiales William C. Gordon, quien falleció meses más tarde, por lo que ella decidió hacerse cargo de la perrita que, según la autora, “parece una rata de alcantarilla, ordinaria, pero se cree una princesa. Es arrogante, valiente y tiene un problema en las cuerdas vocales, entonces gruñe como perro policial. Si tú no la ves, crees que detrás de la reja hay un mastín”.
A pesar de su pequeño tamaño, la personalidad de Perla es avasallante. “Hemos aprendido de ella a tener confianza en uno mismo, a ir por la vida ocupando espacio, porque lo que nos pasa mucho, sobre todo a las mujeres, es que nos disminuimos. Perla, en cambio, se expande y ocupa un espacio enorme, mucho más grande que ella”, advirtió Isabel.
Los protagonistas de su libro surgieron de una observación que hizo la autora al ver a Camila jugar: los niños aman a los animales. “Esa relación entre el animal y el niño -consideró- es demasiado linda como para perderla”. Por ello, se decidió a llevar a la ficción una historia de amistad entre Perla y Nico.
La autora reconoció que ella también tiene un vínculo muy estrecho con los animales, algo que nació en su infancia. “Mi madre tenía la idea de que si uno se cría con animales, tiene un muy buen sistema inmunológico. Entonces, compró una perra bulldog francesa y me la metió en la cama. Me crié con ella y nunca he tenido problemas estomacales. Mira, yo puedo tomar agua del (río) Ganges y no me enfermo, así que resultó”, contó entre risas Isabel.
Esta relación tan íntima con los animales hizo que incluso los perros la consideren una de su especie: “Huelo a perro, porque ando por la calle y los perros me siguen. Recuerdo los nombres de todos los perros de mi vecindario, pero no los nombres de la gente. ¿Cómo no me van a querer los perros si somos de la misma clase?”.
Para Isabel, un animal abre el corazón de una persona, por eso cree que todos necesitamos un animal, además porque hay muchos animales que necesitan un hogar. “Por favor, no compren perros ni gatos, rescaten un animal, esos son los que hay que salvar y los que nos salvan a nosotros también”, pidió Isabel, con seriedad y comprometida contra el maltrato animal. Y agregó: “Debería haber mascotas en los lugares donde hay más violencia, en las prisiones; donde hay más dolor, en los hospitales; donde hay más abuso, en las escuelas”.
Sin embargo, también aclaró que, aunque le encantan los animales, rechaza las exageraciones, como llevar al perro a la peluquería o a pintarse las uñas. “Tengo un límite, entiendo que el animal tiene que vivir como animal”.
“Les diría a los niños y en especial a las niñas que hay que ocupar espacio, alzar la voz, agrandarse, porque mientras más te achicas, más te victimizan”.
La importancia de alzar la voz
La aventura de Perla en el libro está basada en una experiencia real que su perrita vivió en el parque cuando un mastín la atacó. “Perla se dio vuelta -comenzó relatando la escritora-, lo enfrentó con todos los pelos parados, gruñendo como un león, le salía espuma por la boca de rabia y el perro grande dio media vuelta, echó a correr y ella corría detrás ladrando aunque no le llegara ni a los talones”. Este episodio llevó a Allende a desplegar en su libro la idea de que “los abusadores son cobardes cuando uno los enfrenta. Siempre abusan del más débil y del más pequeño, y si pueden, se rodean de una pandilla que los apoya; solos no se atreven”.
Encogerse y autovictimizarse empeora la situación, especialmente en las niñas, consideró Allende. “Los niños, no sé si por cuestiones biológicas o culturales, tienden a ocupar todo el espacio y a ser seguros de sí mismos. Las niñas pequeñas son así, pero después se van encogiendo. Por eso, -recomendó- yo les diría que hay que ocupar su espacio, hacer ruido, alzar la voz, agrandarse, porque mientras más te achicas, más te victimizan, sobre todo si eres bajita como yo. Por ser chaparrita, a mí es bien fácil aplastarme, por eso he tenido que desarrollar una personalidad de Tarzán para poder sobrevivir”.
Aunque la autora aclaró que nunca sufrió abuso físico durante su infancia, ser hija de diplomático le implicó cambiar frecuentemente de país, de amigos, de lengua y de colegio. “Siempre era la niña nueva y no tenía amigas -recordó-. Era tímida y no me atrevía a acercarme, por lo que siempre me sentí excluida y me refugiaba en los libros. En el recreo, me escondía detrás de un libro, aunque no estuviera leyéndolo, solo para que no se notara que nadie quería jugar conmigo”.
Poner el tema sobre la mesa
Con “Perla, la súper perrita”, Isabel Allende busca habilitar el diálogo entre los niños y sus padres, maestros o quienes ocupen el rol de mediar la lectura para abordar temas difíciles, como es en este caso el bullying. De este modo, espera que los niños que son víctimas puedan animarse a contar lo que les pasa y los niños que acosan a otros compañeros puedan comprender “que es una cobardía lo que está haciendo y que no lo haría si se encuentra con uno del mismo tamaño”.
“Una de las pocas cosas que puedo decir en defensa de este librito es que pone el tema sobre la mesa”, precisó la autora, quien además marcó su postura respecto de la literatura infantil, alejándose de los textos con fines moralizantes y didácticos. Es decir, su libro habla sobre acoso escolar, pero “sin estar predicando. Yo creo que los niños igual que los adultos quieren descubrir la verdad, no quieren que tú se las machaques en la cabeza, les des con la Biblia en la cabeza. Yo no tengo nada que enseñarle a un niño, lo único que puedo mostrarle es un camino”.
La necesidad de escuchar historias
Uno de los tantos interrogantes que la comunidad educativa, las familias y los adultos mediadores se hacen cotidianamente es cómo entusiasmar a las infancias en la lectura en tiempos tan digitales y vertiginosos. Isabel Allende intentó responder esta pregunta y dijo que si bien “no soy ninguna experta en esto, creo que hay que empezar muy temprano”. Para ejemplificar, compartió su experiencia con Camila, la niña que visita su casa: “A esta niñita empezamos a leerle cuando tenía un año. Todavía no caminaba y ya se sentaba en la falda y quería leer. Se aprendía el texto de memoria de tanto repetirlo. Entonces, el amor por el objeto libro empezó para ella muy temprano”.
Por eso, Allende incentiva a que los adultos lean en voz alta a los niños, porque “lo más hermoso que te puede pasar es la relación entre el afecto y la literatura, que te puede durar para toda la vida. Ya el libro pasa a ser algo mucho más que un objeto, es una conexión con el texto, pero también una conexión del afecto que te da el estar sentado en la falda de alguien leyendo”.
Sin embargo, observó que este amor por los libros suele perderse en la pubertad “porque hay muchas distracciones y porque además están muy ocupados”. En comparación con los tiempos actuales, recordó que durante su infancia y también la de sus hijos, había mucho tiempo ocioso en que no tenían un programa. “Hoy día los niños tienen una agenda completa como un ejecutivo de alguna corporación, nunca tienen un momento de ocio. Entonces es mucho más difícil que amen la lectura”. No obstante, sostuvo que después de la adolescencia mucha gente vuelve a recuperar lo que tuvo temprano en la vida.
Ella también sufrió momentos en los que no tenía tiempo para leer: “Hubo años en los que estaba tan ocupada criando niños, con tres trabajos, que no tenía tiempo para leer. Ahora, escucho audiolibros en el auto, leo libros digitales cuando viajo y tengo libros-objeto por todos lados en la casa, todo el tiempo me acompañan las historias”.
Lejos de las miradas apocalípticas sobre el fin de los libros físicos, Allende reconoció que usa la tecnología para leer y, por eso, demostró ser optimista respecto de la continuidad de la literatura. “Hoy día, que vivimos en una época digital, los niños tienen miedo de la página, los jóvenes están acostumbrados a leer en una pantalla y yo creo que el medio no importa tanto, lo que importa es lo que te da la literatura y esa necesidad va a existir siempre en la humanidad. Cuando me dicen que los audiolibros y las pantallas están reemplazando a los libros, pienso que es posible que esté reemplazando a la página, pero no al deseo y la necesidad de escuchar historias. Eso es más antiguo que la humanidad”, concluyó la escritora.