Carlos Norberto Melga (58) había apuñalado en el cuello a una integrante del Escuadrón Ciclista que intentaba identificarlo en Alberti y Las Heras. Fue condenado por "homicidio agravado por haberse cometido contra un miembro de la fuerza policial en razón de su función, en grado de tentativa".
El Tribunal Oral en lo Criminal N° 4 condenó a un hombre de 58 años que intentó matar a una policía de una puñalada en el cuello durante un operativo de identificación en marzo de 2021 en la zona de la Vieja Terminal.
De manera unánime, los jueces Gustavo Raúl Fisore, Mariana Irianni y Alfredo José Deleonardis condenaron a Carlos Norberto Melga a la pena de 10 años de prisión por hallarlo culpable del delito de “homicidio agravado por haberse cometido contra un miembro de la fuerza policial en razón de su función, en grado de tentativa”.
La pena fue en sintonía con lo que pidió en su alegato el fiscal Mariano Moyano, mientras que el abogado particular de Melga, Osvaldo Verdi, había pretendido “solo” lesionar a la víctima y que esas heridas habían sido “leves”, por lo que correspondía una pena excarcelable.
Melga es un carnicería que vivía en la habitación N° 8 de una pensión ubicada en Garay al 2000 y que el 21 de marzo de 2021 se encontraba en Alberti y Las Heras junto con otros dos hombres. En ese contexto fue que los oficiales de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Natalia González y Nicolás Curello, ambos miembros del Escuadrón Ciclista, al pasar por esa cuadra decidieron identificar al grupo en el que estaba Melga.
Según declararían los policías, mientras patrullaban en bicicleta les pareció ver una especie de “pasa manos” entre los hombres, por lo que se acercaron y les pidieron la documentación a cada uno.
En esas circunstancias, el oficial Curello inmovilizaba a Melga y a otro hombre, pero estos no acataban la orden de colocarse contra la pared y forcejeaban. La oficial González intentó colaborar, pero Melga la sorprendió, ya que había extraído un cuchillo de entre sus ropas y le asestó a González una puñalada en el cuello, provocándole una herida de unos 3 centímetros de profundidad.
“Me la puso, me la puso”, gritó González mientras se sujetaba el cuello y la sangre brotaba de la herida. Melga no le quitaba la mirada a la oficial herida y fue en ese momento que el otro policía sacó su ama reglamentaria y le ordenó al agresor que dejara el cuchillo.
“Matame, dale, matame“, le gritó Melga al policía Curello, quien intentaba ayudar a su compañera y contener la agresión. Finalmente, Curello, con la ayuda de unos transeúntes pudo reducir a los dos agresores, detenerlos y secuestrar el cuchillo tipo tramontina, que estaba manchado con la sangre de su compañera.
La sargento González tuvo que ser trasladada de urgencias al hospital, donde se constató que había sufrido una herida punzo-cortante de una profundidad de 3 centímetros en el cuello, del lado derecho, cercana a la región parotídea. Posteriormente se acreditó que esa herida de arma blanca en la región cervical demandó la realización de una intervención quirúrgica en la que se suturaron vasos del cuello. La médica forense Rocío García García dictaminó que esa herida fue apta para poner en riesgo la vida de la víctima en forma inmediata.
Un carnicero “ansioso e irritable”
Los jueces consideraron como agravante la destreza que Melga tenía para utilizar el cuchillo por su oficio de carnicero que ejerció durante toda su vida. En el ataque lo dirigió instintivamente hacia una región vital del cuerpo de la víctima y ejerció una fuerza activa suficiente como para provocar una herida sangrante de una profundidad de tres centímetros, que determinó que la Sargento González debiera ser trasladada a un nosocomio, donde fue intervenida
quirúrgicamente.
Tras haber sido evaluado por psiquiatras, los peritos concluyeron que Melga tiende a la impulsividad en momentos de desestabilización emocional, que se vería agravada por el consumo de sustancias desinhibitorias. “No descarto que en su decisión de acabar con la vida de -cuanto menos- uno de los funcionarios policiales que pretendían identificarlo actuando conforme sus obligaciones funcionales, bien pudo haber incidido un repentino sentimiento de ira, de ofuscación o de cólera, que de ninguna manera excusan legalmente la conducta reprochada, toda vez que la ira no ampara a quien obra impulsado por él mismo, pero sí pueden llegar a atenuar el reproche, como se verá en la siguiente cuestión”, expresó un psiquiatra que lo evaluó.
Por su parte, para la perito psicóloga oficial Mónica Zunino, Melga tiene una personalidad “ansiosa e irritable”, con escasa capacidad de introspección que le permita reflexionar sobre sus procederes, por lo que más allá de una condena sugirió que realizara un tratamiento psicoterapéutico con el objetivo de trabajar sobre sí mismo y los factores que desencadenan su agresión.
Una defensa que no fue
Melga reconoció desde un inició haber sido quien apuñaló a la policía González, pero en un principio aseguro que se trató de un contexto de legítima, al haberse sentido atacado. Esta hipótesis no prospero y ni siquiera su abogado la tuvo en cuenta durante el debate.
El condenado también sostuvo que estaba “pasado” de clonazepam, aunque tampoco se demostró que hubiese consumido las “45 pastillas” que hacía referencia y, de haber sido así tendría que haber presentado somnolencia extrema, confusión, debilidad muscular o, directamente estado de coma, síntomas estos que estuvieron ausentes en Melga al momento del hecho.
Finalmente, en la sentencia los jueces también ordenaron remitirle una copia a la Fiscalía General, ya que Melga denunció que el operativo había sido realizado de manera ilegal, por lo que los magistrados instan a que se investigue la conducta de los policías ante la posible comisión de delitos de acción pública.