Por Jorge Raventos
Alberto Fernández regresó de su semana europea para reencontrarse con los problemas que dejó al partir. La peste está lejos de aplacarse: su trayectoria es como el filo de un serrucho, baja un poco y enseguida vuelve a subir, y se mantiene en números considerables. Argentina superó los 3.300.000 casos y las 70.000 muertes y la situación no promete mejoras: el general Invierno todavía no ha entrado en acción. El proceso de vacunación sigue a paso lento, aunque se espera que se acelere en las próximas semanas con las muy retrasadas partidas que prometió (y cobró) Astra Zeneca más las que van llegando de China y Rusia.
La inflación de abril no cayó como esperaba Economía: fue de 4,1 por ciento; con más de 17 puntos en el primer cuatrimestre, el 29 por ciento anual que prometió Martín Guzmán se torna cada vez más improbable. Lo que promete creciente puja distributiva en la segunda mitad del año electoral. ¿Habrá servido de algo postergar la fecha de los comicios?
Los avances que Fernández pudo haber alcanzado durante su viaje, para poder en verdad concretarse deben encontrar asentamiento firme en el territorio que él preside y en la coalición que comparte, donde parece toparse con más dificultades que con sus interlocutores extranjeros. Para sellar un “rápido acuerdo” con el FMI, como sugirió después de sus intercambios con la directora general de esa entidad, debe superar primero las reticencias de muchos aliados y, de conseguirlo, necesitará también obtener el acompañamiento de una oposición que, a medida que se acerca la fecha electoral, va liberando sus pulsiones más confrontativas.
Los ritmos de la elección se aceleran: en julio (apenas en algunas semanas) los partidos deben presentar y oficializar las listas de precandidatos que competirán en las PASO que se librarán dos meses después. Habida cuenta de que las primarias funcionan como una especie de primera vuelta electoral, puede decirse que estamos ya lanzados a esa carrera, que algunos -un tanto exagerados- definen como “el hecho más decisivo de la historia argentina”.
En un país tan contaminado por el cortoplacismo, una descripción hiperbólicas como esa está, sin embargo, condenada: los “hechos más decisivos” pueden ser rápidamente eclipsados por otros que lo son más, llámense devaluaciones, juicios políticos, renuncias de presidentes o de vicepresidentes, elecciones primarias (como la del 2019, sin ir más lejos), amnistías o indultos, para citar algunos de los que se han producido en laas últimas décadas. La delicada situación que atraviesa el país -pandemia, desempleo, pobreza, desfinanciamiento, grieta del sistema político- lo convierte sin duda en un fértil productor potencial de diveersos hechos decisivos.
Maíz por maíz
La gira europea de Alberto Fernández dejó por una semana a la vicepresidenta a cargo del Poder Ejecutivo. La señora de Kirchner CUMPLIÓ ese vicariato con una notable discreción (sin robar cámara, dirían en el ambiente televisivo), muy conciente tanto del poder real que ejerce (y de sus efectos) como de las resistencias que produce la eventualidad de formalizarlo.
El Presidente, entretanto, ha encontrado alivio en esta turné. En principio, le sirvió para tomar distancia del episodio Basualdo, es decir de la desautorización infligida a su ministro de Economía y a él mismo cuando ambos amagaron apartar de su cargo a un subsecretario enrolado con la señora. El viaje también le permitió hilvanar respaldos de influencers extranjeros. Portugal, España e Italia le prometieron ayudarlo en sus gestiones ante el Fondo Monetario Internacional. No se trata de socios decisivos, pero, como decía Perón, “maíz por maíz se come un maizal”.
Francia es el que pesa más, y allí Fernández encontró el aliento de Emmanuel Macron: en la negociación con el FMI -le dijo el presidente francés- “estamos al lado de Argentina”. Lo que se necesita de Macron es, sobre todo, que ayude en la conversación con el Club de París, con el que hay que afrontar un vencimiento de 2400 millones de dólares (que expira este mes aunque dentro de las reglas podría extenderse hasta el fin de julio). Lo que quieren Feernández y el titular del Palacio de Hacienda, Martín Guzmán, es que se permita al país atrasarse unos meses más sin incurrir en default. Se verá qué puede hacer Macron, que llamó “mi amigo” al presidente argentino. La llave principal del asunto, sin embargo, parece estar en el FMI, si del Fondo surge un guiño favorable, el Club de París podría acompañar. Hasta antes del viaje, la oposición pintaba el vencimiento con esta institución como una prueba difícil de superar. Después del viaje, algunos de sus voceros cambian el argumento y escriben que “la postergación con el Club venía cantada aunque se la presentará como un triunfo de la muñeca negociadora de Fernández”.
Macrón le regaló a su huésped un libro de Simone Veil con una dedicatoria -en castellano- amable pero, si se quiere, envenenada: en vísperas del encuentro de Fernández con el Papa, lo felicitó por “otorgar a las argentinas el derecho al aborto”.
Macron, Fernández y el chavismo
El presidente francés entregó asimismo un tributo inesperado que Fernández bien podría exhibir ante los críticos locales que le imputan chavismo o simpatías por el régimen de Nicolás Maduro: “Quiero recalcar – dijo con énfasis Macron- su acción determinada, pacificadora en el tema de Venezuela. Nosotros también tenemos apego a la estabilidad de toda la región y a que se encuentre un camino pacífico en ese país, que es un país querido para ambos”. En este tema el líder del neoliberalismo francés, un mandatario bien informado, tiene sobre el inquilino de la Casa Rosada una opinión que difiere marcadamente de la de sus congéneres argentinos. Seguramente ese elogio es doblemente incómodo, ya que también disgusta al jacobinismo oficialista, que preferiría ver a Fernández de la mano de Maduro, no de la de Macrón. El hecho es que esa singular frase del presidente francés no fue destacada por medios, voceros o propagandistas de ninguno de los dos extremos de la grieta argentina.
El Presidente se entrevistó también con su colega italiano, Sergio Mattarella y con el jefe de gobierno de ese país, Mario Draghi, que ofrecieron su respaldo a la Argentina en sus negociaciones financieras con el Fondo. Draghi, un economista de gran prestigio que presidió durante ocho años el Banco Central Europeo, es una figura de fuerte influencia en los círculos financieros del viejo continente y su palabra puede tener peso en las entidades con las que Argentina negocia su deuda.
Diplomacia franciscana
El encuentro de Fernández con Francisco, en El Vaticano, fue cordial (pero breve, puntualizaron intencionadamente ciertos comentarios, desdeñando quizás que,cuando no se necesita traductor, los encuentros pueden acortarse sin perder densidad) . Hablaron de las iniciativas -impulsadas por el Papa y sostenidas por Argentina- de liberar las patentes de las vacunas contra el Covid y de facilitar el acceso a ellas a los países que no las reciben o lo hacen con cuentagotas.
Para Argentina las vacunas y la renegociación de la deuda con los organismos financieros son dos claves para recuperar salud y posibilidades de crecimiento, El mercado está aportando otro puntal: el alza del precio de las exportaciones agroalimentarias.
Para desconsuelo de quienes vaticinaban un desaire del Papa a Fernández, hubo foto del encuentro – y hubo ratificación de que la Santa Sede ayudará al país en la búsqueda de una solución con el Fondo. De hecho, hace meses que lo está haciendo.
En rigor, el primigenio huésped de esta visita, Martín Guzmán se vería el viernes 13 con la jefa del FMI, la búlgara Kristalina Georgieva, en un seminario organizado por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, cuyo canciller (director) es el monseñor argentino Marcelo Sánchez Sorondo. El Vaticano ha ofrecido ese ámbito discreto e informal en el que el ministro puede conversar con la directora general del Fondo, algo que ya ha hecho antes en el mismo espacio. Pero también el Presidente tuvo su reunión con Georgieva, “un charla franca”, dijo Fernández, en la que el Presidente afirmó su decisión de llegar a un acuerdo en corto tiempo. Que ese encuentro se produjera bajo el manto de la Santa Sede es, quizás, un milagro, pero uno ayudado por una diplomacia avezada.
Es una pena que tanto Guzmán como el Presidente llegaran a estos encuentros decisivos devaluados por la erosión interna, pero es posible que esta gira les haya permitido a ambos cargar las pilas para afrontar los desafíos que quedaron abiertos antes de la partida y también los que surgen naturalmente de la difícil situación argentina.
En cualquier caso, si buscaban cartas para jugar, sus interlocutores se las han otorgado. Las palabras de Macron, son una prueba. Las reuniones suscitadas por El Vaticano, otra. Ya lo era esta declaración del vocero del Fondo, Gerry Rice, apenas anterior a esos encuentros : “Estamos muy comprometidos en esas discusiones con el ministro Guzmán. Es nuestra contraparte en esas conversaciones. Estamos completamente comprometidos con él en este momento”. Las cartas están. Hay que saber jugarlas.