El abogado y periodista de investigación, autor del libro "Pausa", analiza las respuestas y, sobre todo, las preguntas que se disparan de este ciclo de entrevistas con hombres y mujeres considerados algunas de las mentes más brillantes del mundo.
Por Claudia Roldós
Hugo Alconada Mon no deja de conmoverse cuando recuerda algunas de las entrevistas que realizó para La Nación y para el libro “Pausa”. Tampoco deja de volver sobre algunas de las respuestas y reflexiones de hombres y mujeres líderes, de todos los continentes, que obtuvo para esa serie que nació con el objetivo de analizar cómo será nuestra vida tras la pandemia y, sobre las preguntas a las que invitan estos referentes que se encuentran entre las mentes más brillantes del mundo.
Y cómo no conmoverse con el desgarrador relato de Ellen Johnson Sirleaf, ex presidenta de Liberia y premio Nobel de la Paz, sobre la lucha contra el ébola que le tocó gestionar sin recursos, sin ayuda internacional y que incluye haberse enfrentado cara a cara con la muerte una vez más.
Cómo no entender de otra manera la visión de la filósofa Martha Nussbaum al saber que sus reflexiones están atravesadas por su duelo particular ante la pérdida de su hija.
Cómo no retomar una y otra vez las preguntas que se hace el historiador y especialista en Asia Menor, Rusia y los Balcanes, Peter Frankopan. O cómo no obligarse a seguir desmenuzando los análisis sustentados en la enorme experiencia del ex presidente de Brasil, Fernando Enrique Cardoso.
Cómo no plantearse los desafíos de la tecnología que aborda Delia Ferreira Rubio, las oportunidades de ser mejores que plantea Yunus o el alerta sobre los autoritarismos que señalan Michelle Bachelet o Daron Acermoglu.
Para el libro, Alconada Mon eligió 25 entrevistas, pero la serie lleva más de 100 y sigue. Luego de la publicación consiguió algunas que le estaban resultado esquivas, como a la joven Greta Thunberg o el famoso chef Ferrán Adriá.
Otras le resultaron imposibles, como “referentes que me hablaran desde la fe”: tanto el Dalai Lama como el papa Francisco declinaron su propuesta.
La revisión, la lectura como disparador es, justamente, uno de los objetivos que se propuso el abogado y periodista de investigación con la serie de entrevistas -que aún continúa- y que aportan una visión totalmente distinta y alejada a la nuestra. Y como de reflexionar, de plantear preguntas, respuestas y más preguntas se trata, así se dio su charla con LA CAPITAL, una calurosa tarde de febrero, en el marco de la presentación de su libro en el ciclo Verano Planeta 2021.
– Una de las cosas que me llamó la atención de las entrevistas es el nivel de certeza, de cercanía con el que algunos entrevistados y entrevistadas anticiparon lo que iba a pasar en los meses siguientes, sobre todo en términos políticos.
– Sí, lo que busqué eran distintas miradas de hombres y mujeres en distintos países y continentes para que las perspectivas que mostraran fueran complementarias entre sí y terminaran armando un mosaico. Hay algunos hombres y mujeres más centrados en lo coyuntural, otros que miran más al mediano y largo plazo, unos más optimistas, otros más pesimistas, algunos que plantean escenarios de oportunidades y otros escenarios distópicos. La idea era que quien fuera a leer tuviera un abanico de miradas que aportaran algo.
La idea es que nos sacaran de la agenda habitual de temas argentinos, dejar de mirarnos el ombligo y ver qué están pensando aquellos que viven en Asia, Africa o Europa, porque quizás enriquece o complementa lo que tenemos aquí.
– ¿Salir del narcisismo occidental, como te dijo Frankopan?
– Totalmente. Me alegra que lo hayas mencionado a él porque fue una de las entrevistas que más disfruté y que más me dejaron, entre otros puntos porque hay un momento en el que él plantea que las preguntas, en ocasiones, son más relevantes que las respuestas, porque la calidad de la pregunta genera la calidad de la respuesta. Y el plantea cuáles son las preguntas que deberíamos habernos hecho y no nos hicimos y cuáles son las preguntas que no nos estamos haciendo y deberíamos hacernos. Entonces es en términos maradonianos, ya se nos escapó la tortuga una vez con la pandemia ¿qué tortuga se nos puede estar escapando ahora que nos pegue un sopapo de acá a dos días, dos meses o dos años?, fue interesante porque te obliga a pensar.
– No solo a pensar, sino a buscar alternativas, meterte en otros caminos en otras ideas.
– Sí. Y lo otro que también intenté, con el pedido de libros, series, películas que recomienden es que el libro sea una puerta que te lleve a otras puertas. Que te pueda llevar a otros libros, películas inesperadas, series u otras actividades que de otro modo a nosotros ni se nos ocurrirían. Que fuera como el primer paso de un recorrido que después uno puede seguir o no.
– ¿A qué conclusiones llegaste vos de las miradas que te brindaron estas personas?
– La primera: que esto es una maratón, no una carrera de 100 metros llanos. La segunda: que más allá de lo sanitario y de que encontremos la vacuna más maravillosa y que mañana todos podamos darnos esa vacuna, que este baile recién comienza porque el impacto de la pandemia en, por ejemplo, desempleo, desigualdad, pobreza, brecha educativa continuará con nosotros durante meses años o décadas, porque ¿cuánto cuesta crear un puesto de trabajo en Argentina? Muchísimo esfuerzo. Y perdimos 1 millón. ¿Cuánto tiempo vamos a estar para recuperar ese millón? y ¿la brecha educativa? ¿Todos los pibes que largaron el secundario? Sabemos que todo aquel que no completó el secundario, el tipo de trabajo al que va a poder acceder es muy distinto y la paga que recibirá es muy distinta y lo será por el resto de su vida. El impacto de la pandemia no se mide solo en contagios o muertes o vacunas, sino en múltiples variables que van a estar con nosotros durante décadas.
– ¿Te llamó la atención que mientras se observan resurgimientos de nacionalismos, cerrarse y los jóvenes descreídos de la política se vuelven más liberales, tus entrevistados son más bien proclives al estado de bienestar, a las intervenciones estatales como forma de atender esta coyuntura y pensar en el futuro y resolver los problemas?
– Creo que ahí se dan dos ejes posibles a la luz de lo que hablan los expertos. Por un lado como esta pandemia y sus impactos van a medirse durante años o décadas, será necesario un estado de bienestar como red de contención. Esto es más allá de que algunos estuvieran ideológicamente más a favor o en contra de ese estado de bienestar. Lo que plantean es que si no les damos una salida, una oportunidad a los millones que quedaron fuera del sistema económico, fuera del sistema educativo, fuera del sistema social ¿qué vamos a generar? ¿un recipiente para el desastre? ¿para una rebelión? ¿para una guerra civil? No es una cuestión de cálculo teórico, es una cuestión de necesidad.
Y el otro punto que surge una y otra vez de las entrevistas es esta idea de la grieta como riesgo porque es una grieta que no solamente ocurre en Argentina sino que se ve en otros países desde Brasil, Estados Unidos, México, España, y hay más ejemplos. Pero en Estados Unidos el uso o no de barbijo dejó de ser una discusión sanitaria para pasar a ser una muestra de identidad política. Si los demócratas usaban barbijo y si no usabas estabas a favor de Trump, una locura. Eso muestra cómo la grieta termina incluso avasallando los conocimientos científicos, el raciocinio, lo cual es peligrosísimo.
– Hasta con el uso de fake news por parte de figuras públicas.
– Se esconden múltiples jugadas e intereses, algunos muy complejos, otros no. Un ejemplo ridículamente patético que conocí de colegas de alemania que hicieron una investigación de las usinas de fake news, encontraron que allí uno de los principales motores de difusión de fake news se daba a través de Telegram y a partir de un número de teléfono, una misma cuenta que propaga absolutamente todo lo que se le cruce al punto de emitir 800 mensajes diarios. Rastrearon el número y vieron que el dueño de ese número era un pequeño comerciante de Berlín que ni creía en las teorías conspirativas pero había encontrado un nicho en el cual mucha gente comenzaba a seguirlo, entonces cada tantos mensajes metía una propaganda, un comentario sobre su negocio. Buscaba rating para su local.
– Sobre ese tema me pareció interesante el análisis que te señalaron sobre la importancia de las tecnologías, pero también del riesgo de la ‘appdemia’, qué pasa con los datos que toman y almacenan esas apps.
– Se da un aprendizaje que tenemos que recorrer sobre el camino. Por un lado porque es una herramientas utilísima, porque nos permiten en nuestra vida cotidiana desde llegar a destino de manera más eficaz, del mismo modo que hay aplicaciones como en Finlandia que en tiempos de pandemia permiten rastreo rápido de contactos y contagios estrechos, que te alerte que una persona con la que estuviste ayer tiene coronavirus y a vos cuidarte, y por ejemplo, no ir a lo de tu mamá, porque la pones en riesgo. Lo que a su vez generan estas aplicaciones en determinadas ocasiones es que abren la puerta para entregar más información, se actualizan y te piden más datos y si lo empezás a pensar, por ejemplo desde la perspectiva de periodista, es entregar información a una aplicación sobre con quién estuve y hasta puede ser vulnerar el secreto de la fuente. Por una cuestión sanitaria puedo poner en riesgo un funcionario que me da información. Puede pasar con policías de investigación y tantas otras cosas.
– Este debate resalta el valor de la información.
– Sí, las aplicaciones no son ni buenas ni malas, son como tantas otras herramientas. En las manos correctas sirven, en manos incorrectas son un desastre. Entonces el punto no es la aplicación en sí, sino cómo las controlamos y cómo nos cuidamos.
– Pero las mismas manos pueden ser hoy correctas y mañana no.
– Ahí es donde Daron Acemoglu, el gran politólogo y economista turco que ahora trabaja en el MIT, decía algo así como que tenemos que darles más facultades a los Estados y luego tendremos que trabajar el doble o el triple para controlarlos.
– Ese tipo de análisis puede realizarse con el tema del trabajo, el home office ¿Te parece que en países como Argentina, la ampliación de esta modalidad puede profundizar la precarización, las brechas que ya había?
– Sí, y además, lo que pasa es que la pandemia es una lupa que agiganta los problemas existentes, revela realmente cómo somos. En definitiva, desnuda las brechas sociales existentes, personas que podían trabajar desde sus casas estuvieron a mayor resguardo. Aquellos que tenían que salir a trabajar cada día, para ganarse el pan de cada día tuvieron que salir igual y no hubo aplicación, ni teléfono ni nada que se los pudiera solucionar. El que ya estaba precarizado tuvo que salir a la calle porque sino no comía. Son situaciones que se han exacerbado.
– ¿Lo mismo puede aplicarse a la educación?
– Si ya había desempleo esto lo potencia, si ya apostabas a la investigación, esto permitió dar un salto exponencial hacia adelante, si tenías problemas de pobreza mucho más. si tenías problemas de desigualdad, mucho más, entonces esa idea de una pandemia que revela realmente como sos. Más las enormes disparidades que existen. En el sector educativo, tenés por lo menos 3 o cuatro niveles: el que tiene poder adquisitivo y pudo contratar maestra particular para sus hijos con clase presenciales en el jardín de sus casas, en una quinta, o en un country (y conozco casos); el nivel de aquellos que tuvieron la fortuna de tener una laptop o un teléfono y participaron en clases virtuales y el nivel tres, el que no se conectó porque no tiene laptop o teléfono o internet o electricidad. Estas disparidades se exacerbaron y el riesgo que tenemos es que lo agigante. Y sí, la precarización se va a potenciar. Los riesgos de mayor desigualdad económica, laboral y educativa también.
– Y la falta de educación conduce a más precarización.
– La precarización tiene sus aspectos negativos y positivos según donde estés parado, según cuales son tus oportunidades. No es solo una cuestión de qué es bueno o qué es malo, sino depende de qué capacidades, talentos oportunidades tengamos, porque no es lo mismo perder un empleo para alguien que tiene alta capacitación y a su vez alta educación y demás, porque las posibilidades son un poquitito más altas de conseguir otro. Es muy distinto si queda precarizado aquel que tiene el secundario incompleto. sus oportunidades de volver al sistema laboral son ínfimas. Y volvemos, de allí la importancia de un estado de bienestar. El estado de bienestar no está para aquellos que tienen oportunidades, se crea para aquellos que no tienen oportunidades y necesitan un apoyo para poder abrirse camino.
– Hugo te voy a copiar un recurso porque me pareció muy interesante el resultado que te dio en tus entrevistas: ¿qué no te pregunté qué te gustaría contar?
– (Risas) Es una pregunta que muestra cómo a menudo se nos escapa la tortuga. Algunas de las mejores respuestas surgieron de esa pregunta, porque ahí sale lo que al otro le preocupa, intriga y no tiene nada que ver con lo que estamos preguntando. Y en mi caso, lo único que te diría es, abrevando de lo que dijeron muchas de las personas que entrevisté, que esto es una maratón, que no son 100 metros llanos y que tiene lo malo y lo bueno de la maratón: lo malo es que te desgasta, que necesitás paciencia, lo bueno es que tenés tiempo para corregir errores, para acomodarte y que en definitiva podemos aprender de lo que vivimos en 2020 para que en 2021 no nos vaya tan mal, para que si tuviéramos que quedar confinados otra vez podamos decir qué es lo que hice mal en 2020, qué debo corregir, qué es lo que me faltó en mi casa que tengo que adaptar si tuviera unos mangos. Y mirando incluso al hemisferio norte que están 6 meses por delante nuestro en esta pandemia y están viviendo la segunda ola, peor de lo que fue la primera, entonces en previsión de un segundo invierno ¿cómo nos tenemos que preparar para lo que eventualmente venga?
– ¿En eso, cómo creés que nos está yendo?
– Ahí es donde depende de nosotros.