Si bien el fuerte son los jóvenes, cada vez son más las familias que consultan por estos establecimientos. En Mar del Plata ya son más de 30 y sus titulares planean crear una cámara que los represente y fomente el crecimiento del sector.
Alrededor de ocho años atrás, la ciudad solo contaba con cinco hostels. Hoy son 34 los establecimientos que les ofrecen a sus huéspedes la posibilidad de acceder a una alternativa económica que les permite compartir
habitaciones con otras personas, utilizar espacios comunes como la cocina y el baño, y vivir una experiencia que sale de lo habitual. Sus titulares aseguran que la “tendencia crece cada vez más”, por lo que decidieron agruparse para crear, este año, una cámara que no solo regule los establecimientos, sino que también ayude a controlar un sector en el que, advierten, existe “competencia desleal”.
“Estamos formando una cámara para poder tener mayor representatividad. Tenemos que lograr que los hostels empiecen a existir para el municipio y se fomente el crecimiento del sector”, señaló Martín, dueño de El Refugio, uno de los hostels con mayor antigüedad en la ciudad.
Los “golondrina”
Denunció, a su vez, que, durante la temporada, existen muchos “hostels golondrina” que a diferencia de los 20 establecimientos que trabajan todo el año, “solo vienen durante el verano y después cierran”.
En la misma línea se pronunció Valeria, una de las responsables del Hostel del Mar y precursora de la creación de la cámara de hostels. “Nosotros tenemos que competir mucho ahora con las inmobiliarias que alquilan departamentos por día o con aquellos que no están registrados y no tienen ningún tipo de control”, aseguró al tiempo que aclaró que los establecimientos registrados crearon una asociación en la cual debaten las tarifas asignadas con el propósito de evitar la “competencia desleal”, algo muy común en el sector.
“No competimos con hoteles”
Martín, a su vez, destacó que ellos no representan una competencia para los hoteles. “La persona que elige venir a un hostel no está buscando lo mismo que en un hotel. No somos competencia, a lo sumo trabajamos a la par de los campings”, expresó, dando cuenta que la posibilidad de compartir experiencias con otros turistas desconocidos y acceder a los servicios extra como la cocina son las principales razones de la elección del huésped.
Pero a pesar de que la “mística” de los hostels difiere mucho de las alternativas de alojamiento tradicionales, la comparación de tarifas es inevitable y el factor económico cobra una importancia en la decisión final.
En temporada alta, los valores oscilan entre los 400 y 600 pesos la noche, dependiendo de la cantidad de camas que contenga la habitación y la zona en la que esté ubicada.
Por ejemplo, Ignacio, uno de los dueños de los tres hostels “Playa Grande” señaló que los precios en temporada baja descienden drásticamente. “Hay habitaciones hasta por 200 pesos”, señaló y aclaró que sus tarifas “suelen considerarse elevadas, pero se tiene que tener en cuenta los valores de los departamentos y hoteles de la zona”.
También familias
La accesibilidad de las tarifas generó, en los últimos veranos, un aumento de las consultas para reservas familiares. Si bien el público fuerte siguen siendo los jóvenes, todos los responsables entrevistados por LA CAPITAL aseguraron que comienzan a recibir algunas familias.
“Si no hay mucha gente, busco hacerles un precio y cerrarles la habitación para ellos solos”, explicó Valeria, quien señaló que también se registran cada vez más ingresos de “personas mayores, no tan jóvenes, que se tientan y quieren conocer cómo es vivir una experiencia de hostel”, señalando que de a poco se va derribando el mito de que “solo es para jóvenes”
Comidas compartidas
Quizás una las características que más los diferencian de los hoteles es la posibilidad de poder utilizar la cocina del lugar. Esta ventaja permite que los turistas puedan preparar sus propias comidas y así ahorrar el dinero que, de haber asistido a un alojamiento tradicional, lo hubiesen gastado en locales gastronómicos de la ciudad.
A su vez, muchos de los establecimientos fomentan lo que llaman “comidas compartidas”, donde todos deciden coordinar un mismo horario y plato, y así disfrutar de un momento de distensión entre nuevos amigos.
“Nosotros tenemos un parque amplio con parrilla y siempre se juntan, hacen asados todos juntos. Compartir esos momentos es muy habitual porque se generan nuevos vínculos”, indicó Martín, de El Refugio.
Para simplificar el proceso, Valeria, del Hostel del Mar, tuvo una idea que los huéspedes agradecieron mucho: “Un menú económico”. Por un valor que ronda los 70 pesos, los huéspedes pueden acceder al plato del día.
“Siempre es comida fresca, entonces los que quieran participar tienen que anotarse con tiempo para que yo llegue a cocinar. ¡Porque todo es casero!”, aseguró y los huéspedes presentes no escatimaron en elogios hacia sus dotes culinarios.
Otros huéspedes contentos fueron los cuatros jóvenes oriundos de la provincia del Chacho, quienes llegaron ayer a la ciudad y decidieron, por primera vez, reservar en un hostel.
“Venimos todos los años pero esta vez decidimos hospedarnos en hostel. Tuvimos buenas recomendaciones, y además de que es más económico, nos gustó la idea de compartir tiempo con otras personas”, explicó uno de los flamantes turistas.
La antesala de la fiesta
Puede que otro de los atractivos para los más jóvenes que deciden veranear en la ciudad sea los servicios de bares y convenios con diferentes boliches de la ciudad.
“Nosotros, como muchos otros hostels de la ciudad, contamos con un servicio de bar. Actualmente también tenemos un convenio con una marca de cerveza que, de 20 a 21, nos ofrecen botellas gratis para los huéspedes”, señaló Martín quien aseguró que una de las políticas que querrán implementar desde la futura cámara será “no permitir el ingreso de alcohol que no provenga del hostel”. De esta manera pretenden asegurarse “un control de la situación” y evitar que la misma se “desmadre” a causa de excesos.
Mercedes de Che Lagarto también aseguró que los “jóvenes utilizan mucho los espacios comunes y el bar”. “Llegan de la playa, se bañan, comen algo y después se juntan acá antes de ir a los boliches”, señaló y aclaró que, por encontrarse ubicados cerca de casas de familia, “el hostel tiene la política de no permitir música hasta después de las 2”.
Alternativa para los universitarios
Teniendo en cuenta que la demanda desciende durante la temporada de invierno, muchos establecimientos se transforman en la alternativa perfecta para estudiantes universitarios que se encuentran en busca de un alojamiento económico donde transcurrir su año de cursada.
En este sentido, Valeria señaló que “la posibilidad de no sentirse tan solos” y la oferta de “un paquete económico” termina siendo suficiente para varios jóvenes que eligen estudiar en la ciudad.
Otro público invernal importante son los extranjeros. A pesar de que algunos sostienen que los arribos de éstos “disminuyó en el último tiempo a causa de la falta de promoción turística del país”, el periodo entre septiembre y diciembre sigue siendo la época en la que más los reciben.
“El extranjero está muy acostumbrado a parar en hostels. Hay algunos que si no encuentran uno en el destino al que quieren ir, no van”, aseguró.
“Históricamente, Mar del Plata es considerada por muchos como la puerta al sur. Llegaban a Buenos Aires, venían acá y después se iban a Bariloche. Pero la falta de promoción hizo que, en los últimos años, muchos optarán por hacer noche en Bahía Blanca”, detalló Martín.