Nació en 1960. Es una institución clave para entender el movimiento artístico de la ciudad. Sigue la lucha por el espacio: piden poder trabajar en los galpones del ferrocarril ubicados frente al establecimiento.
Es “la Malharro”, a secas. En la esquina de Luro y Pampa, se levanta la Escuela de Artes Visuales, institución que cumplió sesenta años de trabajo desde que nació, en junio de 1960. Entonces, el decreto que autorizó su creación también dio vida a otra escuela de arte fundamental: el Conservatorio Luis Gianneo.
Y llegó con la impronta de la renovación, en un tiempo de gran creatividad: no se llamó Bellas Artes, como otras escuelas del país, sino de Artes Visuales, toda una modernidad para la época, recuerda Solana Guangiroli, directora, egresada, grabadora y docente del espacio, quien dice llevar a “la Malharro” tatuada en la piel. Por eso habla de “orgullo” por estar al frente.
Escuela clave para entender el movimiento artístico que tiene esta ciudad: es una verdadera usina creativa, un sitio que “le dio mucho a la ciudad, al país y al mundo” y desde hace unos años, también un espacio para pensar la comunicación, esgrime Solana, entrevistada por LA CAPITAL.
“Con un aniversario así queríamos festejarlo durante todo el año”, agrega. Sin embargo, lejos de achicarse dice que los festejos pasarán ahora al año que viene, cuando regrese la presencialidad en todos los sentidos. Ahí sí, murales, celebraciones y ferias serán posibles de realizar sin la virtualidad en el medio.
Por el momento, como actividad especial se pueden seguir por el Instagram de la escuela una serie de charlas magistrales que se organizaron con destacados profesionales.
Una metáfora
Primero fue un incendio, el del Club Mar del Plata donde la escuela funcionó en sus primeros años. Más tarde, en los años ´90 vino la voladura de la tapa de un tanque de agua que provocó la destrucción de la sede de Funes 1357. Luego llegó el desembarco a la actual sede, en Pampa y Luro, en el interior de unos galpones abandonados. Previo a esto, la escuela funcionó en un jardín de infantes.
La permanente pugna por el espacio generaron en la escuela un espíritu de lucha, una suerte de seguir funcionando aún a pesar de la falta de presupuesto y de infraestructura oficial.
“Tiene una historia medio trágica”, reconoce Solana y asegura que esa misma historia bien puede funcionar como una metáfora del arte en la ciudad. “Hay una desatención estatal hacia la cultura”, observa y habla de la ausencia de proyectos municipales vinculados a lo artístico que involucren a la escuela.
No obstante, entiende que las personas egresadas de la Malharro son potentes transformadores de las comunidades en las que viven. En ese sentido, asegura que “un 30 por ciento de los alumnos de la escuela son oriundos de otros lugares” y al egresar y volver “se transforman en profesionales en sus propios lugares”, dice.
Ahora, en 2020, la lucha por el espacio también se reactualiza. La directora habla de la necesidad de contar con más aulas. Y recuerda que ya hicieron la petición formal para que algún galpón vacío de la Ferroautomotora -que se encuentra en frente al edificio- pase a estar bajo gestión de esta escuela de arte.
Aulas virtuales
En el balance que traza Guangiroli, figura “el gran crecimiento” que tuvo la escuela en los últimos años. Un crecimiento que se advierte “en carreras y en matrícula”.
Casi 1700 personas estudian algunas de las propuestas que ofrece: realización en artes visuales, ilustración (es la carrera que más crecimiento tuvo en los últimos años), diseño gráfico, fotografía, escenografía o realización en medios audiovisuales, última incorporación en la grilla de carreras y especialmente diseñada por docentes de locales. A esa oferta, se suma la carrera de docencia.
Aunque asegura que en algunas disciplinas artísticas resulta difícil la enseñanza a la distancia, mediante la virtualidad -sobre todo en las áreas vinculadas a los talleres-, reconoce el alto grado de versatilidad de los docentes para adaptarse a la educación en esta fase de la pandemia.
“Hace cuatro años implementamos las aulas virtuales, con la idea de que los profesores se pudieran comunicar con los alumnos. Por eso cuando empezó la cuarentena, ya el 1° de abril estábamos dando clases. Tenemos quinientos classroom funcionando“, indica.
Hace unos años, esas aulas virtuales se pusieron en marcha debido a los problemas edilicios de la escuela, que en varias oportunidades vio suspendidas las clases y era necesario seguir con las cursadas.
“Estamos contentos con cómo se van desarrollando las clases, estamos haciendo el esfuerzo para poder encontrarnos cuando la salud lo permita”, agrega la directora.