Llegó a Mar del Plata precedido por el éxito de la película "Argentina, 1985" y de la serie "Santa Evita", producciones en las que se lo vio el año pasado. Ahora, en la obra de teatro "Laponia" apuesta a contar una historia que propone dejar de lado los fundamentalismos.
Como en círculos concéntricos, están Basile, el repulsivo abogado que defiende a Videla en la película “Argentina, 1985”; Julio Alcaraz, el peinador y confidente de Eva Perón en la serie “Santa Evita”; Germán, el argentino de “Laponia” que en Finlandia intenta que la convivencia familiar no se rompa del todo y se convierte en mediador de dos maneras de ver la vida. Y en el centro de esos círculos movedizos, el actor, el intérprete que da vida a estos tres personajes disímiles: Héctor Díaz.
Un mismo hombre, tres historias.
Este verano, Díaz es uno de los integrantes del elenco de “Laponia”, la exitosa obra que sube a escena en el Teatro Bristol y que es parte de la rica oferta teatral de temporada.
“Luis Sandrini contaba el temor y el miedo con el que vivía la exposición en cada función de teatro (…). Te digo que me siento bastante identificado”
Metido en el rol de Germán, el actor le pone el cuerpo al compañero de Mónica (Laura Oliva). La pareja se hospeda, en sus vacaciones, en la casa de la hermana de ella, Ana (Paula Rasenberg), quien vive en Finlandia junto a su compañero Olavi (Jorge Suárez) y su hija. Hasta allí viajan para conocer las hermosas auroras boreales y, de paso, hacer que su pequeño hijo se compenetre con la tierra de Papá Noel.
Pero la armonía estalla entre los adultos y la convivencia se vuelve un duelo de cosmogonías, de paradigmas y emergen un puñado de secretos como icebergs filosos.
Héctor Díaz.
“Laponia tiene muchos planos, uno de ellos tiene que ver con la magia, con la ilusión, con la verdad, con las diferentes idiosincrasias entre un país latino como el nuestro y uno escandinavo”, cuenta Díaz.
Sostenida por excelentes actuaciones, la pieza que dirige Nelson Valente es la oportunidad de Díaz para meterse en la arena caliente de la temporada estival de Mar del Plata, un territorio que conoció solo en otra oportunidad. Y, de paso, también se permite conectar con ese público que celebró aquellas dos actuaciones que fueron parte de los contenidos audiovisuales de 2022 y que aún siguen en agenda -la película “Argentina, 1985” ganó esta semana los premios Globos de Oro y tiene cada vez más chances de quedarse con un Oscar-.
En una entrevista con LA CAPITAL, Díaz enlaza su profesión de actor, a la que dice haber llegado “de casualidad”, con otras disciplinas artísticas: la pintura y la música. A Basile y a Alcaraz los pintó, los compuso, con diversas tonalidades, tal como haría un artista visual. “Fui el modelo vivo de ambos, sentí como si los hubiera pintado con diferente luz”. El primero, más oscuro; el segundo, más luminoso y cálido.
En el escenario del Bristol, metido en el papel de Germán, un personaje que busca mediar en los conflictos.
“Los trabajos de ‘Santa Evita’ y de ‘Argentina, 1985’ ocurrieron prácticamente en simultáneo. Terminé de filmar un viernes la serie y el lunes siguiente, por cuestiones de calendario que se dieron así, empezaba a rodar ‘Argentina, 1985’. Por eso, Basile se armó bastante por oposición con el personaje de ‘Santa Evita’, que es un tierno, es entrañable y totalmente alejado de toda la carroña política”, recuerda.
“A veces pienso que un actor es más un pintor o pienso la actuación musicalmente. Estos dos personajes se armaron entre la blancura de uno y la oscuridad de otro”, sigue Díaz y explica por qué siente que lo musical también atraviesa su oficio de actor.
“De niño yo estaba bastante dedicado a la música, después me abrí, pero tuve una infancia muy musical. Después, reconecté con lo artístico a través del teatro de una manera bastante casual, no muy buscada, el escenario me encontró a mí. Y hay un primer contacto que puede ser lógico, sintáctico, semántico (con el texto teatral) -el lenguaje maneja palabras, maneja textos-, pero los textos son sonidos, así lo siento. Como actor me di cuenta de que hay que armarse un pentagrama para poder terminar de entender una obra, la termino de comprender una vez que la tengo transformada en mi cabeza en una partitura. Y parte de esa partitura la termina de escribir el público”. Habla de las risas de la platea, de los silencios de las obras, de las esperas necesarias en el drama como si fueran los movimientos de una obra musical clásica.
Un momento de “Laponia”.
-No sos un actor de las temporadas marplatenses, no te vimos mucho en Mar del Plata. ¿Por qué?
-En mi carrera no he solido ir a Mar del Plata, fui una sola vez en 2017 con una obra que se llamó “Bajo terapia”. Me encantó porque tuvimos la oportunidad de estar en dos lugares, en Mar del Plata y luego recorrer la costa. Era como repetir de alguna manera un recorrido similar cada mes, pero visitando absolutamente todas las playas, haciendo centro en Mar del Plata. Fue la experiencia de viaje: dentro de una gira tener una gira a su vez, o sea que la verdad que sí, fue entrañable la temporada, muy hermosa y siempre tuve ganas de volver.
-Después de la serie “Santa Evita” y de la película “Argentina, 1985”, llegás a Mar del Plata más famoso, más popular. ¿Creés que la experiencia será diferente?
-Uno no se da cuenta de eso, es algo que va trascendiendo a uno, uno está concentrado en el trabajo, en el día a día. Yo hago teatro hace treinta años, cuando fui a Mar del Plata aquella vez tenía un largo camino en el teatro y en la televisión. Es verdad que ahora ocurrieron una serie de hitos en lo audiovisual que quizá hacen que mi imagen sea más reconocida o más identificable. Pero a mí no me cambia el sentir, sigo siendo el mismo actor. El otro día veía un video de Luis Sandrini, siendo Luis Sandrini ya, y contaba el temor y el miedo con el que vivía la exposición en cada función de teatro, en la previa. Cuando salía al escenario creía que lo sabía todo, arriba del escenario, y se sentía indestructible. Luego, salía y volvía a experimentar ese miedo. Yo te digo que me siento bastante identificado con eso en toda mi carrera. Empecé tarde (en la actuación) y siempre lo experimenté, desde mi primer taller de teatro.
-¿Es algo parecido al vértigo?
-Sí, al vértigo, total, muy vinculado al vértigo. No lo tenía recorrido antes de hacer mi primer taller de teatro. Al vértigo lo experimenté artísticamente, para mí el teatro siempre fue una actividad vertiginosa y, en ese sentido, me siento el mismo. Entonces, de verdad lo que tiene que ver con el reconocimiento no cambia mucho mi sistema nervioso a la hora actuar.
-¿Sentís el reconocimiento?
-Paradójicamente, como he tenido un período en que tuve varios trabajos seguidos en Telefé, en comedias, hubo épocas en que he sentido aún más fuerte que ahora esa popularidad o el reconocimiento en la calle. Ahora, es un reconocimiento más puntual, más tranquilo, menos enfervorizado, más de felicitaciones por el trabajo, me dicen “¡qué buen laburo!”. Puedo entablar una conversación con la persona que se acerca.
-¿Tendrá que ver con que tanto “Argentina, 1985” como “Santa Evita” fueron productos de cine y plataformas, más específicos?
-Es gente que decide tomar la decisión de ir a ver esos productos por algo, porque tiene ya un deseo de acercarse a ellos y no es simplemente lo que aparece en televisión y uno ve medio mecánicamente. Estoy orgulloso de todo, estoy con tres cosas en las manos que me tienen en estos últimos años sumamente contento, satisfecho y realizado: “Laponia”, “Argentina, 1985” y “Santa Evita”.
-En “Laponia” se cuentan esas diversas maneras de entender la vida, la familia y la crianza de los hijos.
-Tiene muchos planos, uno de ellos es ese: el poder de la magia, de la ilusión, de la verdad, la diferencia de idiosincrasias entre un país latino como el nuestro y un país escandinavo. Hay uno de los personajes, el que interpreta Jorge Suárez, que es un finlandés. También es una razón para pasar por ahí, es una obra muy tribunera en el mejor de los sentidos, en el sentido de que el público va tomando posiciones de un lado y del otro, toma partido por uno y por otro, creyendo que cada personaje tiene la verdad. Luego, se llega a la conclusión de que la verdad no está en ningún lado o que está en todas partes, en realidad.
-Es un aspecto de las sociedades contemporáneas, en las que un mismo fenómeno puede ser visto desde distintos lados. Y todos son válidos.
-Total, genera una mirada muy de rompecabezas, todo es de una enorme relatividad y también la obra baja un poco los decibeles. Por otra parte, es tierna por el tema que toca. Decía que baja los decibeles respecto de ciertos fundamentalismos, de ciertas verdades defendidas con muchos niveles de violencia hasta llegar al destrato, incluso, e imposibilitar la discusión de los temas y no poder hablarlos. De alguna manera toca ese tema, “Laponia” busca que tratemos de ecualizarnos para la convivencia.
-En ese sentido, la obra nunca se cierra en un sentido, sino que abre interpretaciones.
-Parte de puntos de vista muy cerrados, pero desemboca en una conclusión muy abierta. En ese sentido, deja un lindo aire, una linda atmósfera.
-¿Cuánto te informaste de Finlandia para poder hacer “Laponia”?
-Me gusta interiorizarme. En “Laponia” leí bastantes cosas sobre Finlandia, investigué bastante sobre las auroras boreales y sobre otros temas de Finlandia. Porque claramente yo tenía que saber más de ese lugar al que iba a ir, aunque fuera en una sala de teatro y la escenografía representara una cabaña en el medio de un lugar del Polo Norte a casi 30 grados bajo cero. Sabía poco de Finlandia. Me interesa el escenario como lugar de vértigo, me interesa toda esa zona de investigación.