La transferencia más resonante del fútbol argentino se gestó en esta ciudad. Cómo fueron las frenéticas negociaciones y varios detalles desconocidos de lo que hizo Diego durante esos días, a partir de una reconstrucción de LA CAPITAL con recuerdos de testigos cercanos y registros históricos.
“Ya está hecho Diego, vas a jugar en Boca”. Jorge Cyterszpiler entró a la habitación y dijo las palabras mágicas. “Pará, cabezón, no vengas a joder ahora”, contestó, incrédulo, Daniel “Tabita” García. Carlos Antonio “el Negro” Carrizo se quedó mudo. Maradona sintió la aceleración de su corazón. Percibió, entonces, el nacimiento de un amor para toda la vida.
Los tres amigos de Argentinos Juniors se fundieron en un abrazo. La noticia corrió rápidamente por los pasillos del hotel Iruña de Mar del Plata. El plantel le hizo una manteada a su líder. Diego acusó dolor y se encerró nuevamente en la pieza. Los compañeros de habitación igual siguieron con las sacudidas. Hasta que el “10” se enojó feo y tuvieron que frenar.
“¡Vamos a meternos al mar!”, se envalentonaron. “¿Ustedes están locos? Hace un frío bárbaro”, fue la respuesta general. Pedro Magallanes, otro incondicional, aceptó la invitación. Había un motivo grande para celebrar.
Entre risas, los futbolistas cruzaron el Boulevard Marítimo Peralta Ramos y apuntaron directamente hacia la playa más cercana, Punta Iglesia, ubicada a la izquierda del muelle del Club de Pesca, que por entonces tenía la publicidad de alfajores Balcarce.
Maradona, comandante de la tropa, fue el primero en entrar al agua, a toda velocidad, como en esa corrida memorable que hizo tiempo después para dejar atrás a tanto inglés. La intensa llovizna le había despejado el camino de turistas. Fue un chapuzón muy breve. Los cuatro jugadores salieron del agua y posaron para el fotógrafo de LA CAPITAL. Diego extendió los brazos, separó los dedos y abrió muy grande la boca, en claro gesto de frío. ¿Se habrá quedado helado por la temperatura del agua o por la cifra que pagarían para comprarlo?
En el corazón de Mar del Plata, Maradona improvisó esa tarde-noche del jueves 12 de febrero de 1981 su primer festejo por el pase a Boca. Pero la negociación tuvo, antes y después, varios capítulos novelescos -más común para los tiempos que corren-, los que se reconstruirán en la presente nota, mediante el recuerdo de los testigos más cercanos y lo que dejó documentado el diario LA CAPITAL y la célebre revista El Gráfico.
Admiración por Independiente, obsesión por Boca
A principios de 1981, Maradona ya era una figura descollante. Por eso, era deseado por los principales clubes de Argentina y del mundo. Claro que hacía falta mucho dinero para pagarlo. El año anterior firmó un precontrato con Barcelona, pero AFA impuso una restricción para impedir la salida al exterior de los jugadores del seleccionado.
Además, Diego pretendía quedarse en el país hasta el Mundial 1982. Apareció River como un gran interesado, pero la oferta no convenció o el protagonista directamente la esquivó. Hasta el “humilde” Loma Negra, bajo el ala de la mujer más rica del país, Amalia Lacroze de Fortabat, intentó seducirlo.
Pero entonces Maradona tenía una idea fija para su futuro inmediato. “Lo conocí cuando yo estaba en Independiente y él siempre iba a vernos. Después jugamos juntos y nos hicimos amigos en Argentinos. Decía que era hincha de Independiente, aunque también le gustaba Boca. Quería jugar en Boca, de eso no hay duda”, aseguró Pedro Magallanes, quien desde hace 33 años reside en Estados Unidos.
“Diego era simpatizante de Independiente o, mejor dicho, era hincha de Bochini. Pero recuerdo que nos decía: ‘¿cómo voy a ir a River? Yo quiero ir a Boca’. Estaba enloquecido por eso”, ratificó “Tabita” García.
Maradona, Carrizo, Pasculli y García sostienen la camiseta de Boca en una producción fotográfica de El Gráfico.
Había un problema fundamental para cumplirle el anhelo: el club de La Ribera no tenía el sustento económico necesario. Martín Benito Noel, su presidente, inventó ese verano todas las fórmulas posibles para convencer a sus pares de Argentinos.
Cuando faltaban detalles para el cierre del acuerdo entre el club de La Paternal y Barcelona, el mandatario boquense recibió un llamado imprevisto. “Escuche bien y no se asuste. Un grupo de gente me acaba de ofrecer seis millones de dólares para comprar al contado a Maradona. En serio. Necesito hablar personalmente”, le dijo telefónicamente Domingo Agustín Corigliano, vocal titular de la Comisión Fiscalizadora del club. Esa conversación fue revelada en aquel momento por los prestigiosos periodistas Rubén Kupa y Eduardo Rafael en El Gráfico.
Al día siguiente, el miércoles 4, Próspero Consoli recibió un telegrama: “Solicitamos condiciones por transferencia jugador Diego Armando Maradona. Saludos. Club Atlético Boca Juniors”. Si bien no hubo respuesta oficial, el presidente de Argentinos, casi por compromiso, prometió escuchar esa propuesta en caso de no tener éxito la negociación con Barcelona.
“Nuestra oferta supera a la de Barcelona. Si Diego es patrimonio nacional, qué mejor que lo adquiera Boca“, reclamó Antonio Moreyra, otro directivo del “xeneize”.
Boca corría contra el reloj y necesitaba meter presión. El protagonista, Maradona, era su gran aliado. Así, el directivo Corigliano viajó a Mar del Plata y arregló una reunión secreta para el viernes 6 en el Hermitage Hotel con el representante Cyterszpiler y el propio jugador. En 40 minutos ya los había convencido. Aunque el sí de Diego estaba dado de antemano.
Consoli se enteró de esa charla y lanzó públicamente un mensaje: “Para mí, Maradona irá a Barcelona”. Diego pensaba otra cosa. Y su decisión encontró más argumentos la noche del 7 de febrero, cuando los jugadores de River lo golpearon continuamente en un partido de la Copa de Oro disputado en el estadio Mundialista.
Los días siguientes, los dirigentes boquenses gritaron a los cuatro vientos una y otra vez que tenían el dinero para comprar a Diego. En las arcas del club los dólares no estaban, pero contaban con la palabra de los inversionistas que realizarían el aporte extraordinario.
Argentinos ya no pudo hacer oídos sordos. Y el martes 10 por la noche, en la reunión Comité Ejecutivo en AFA, permitió el primer acercamiento de Boca. Al día siguiente se estableció la reunión formal entre los clubes, en el consultorio del doctor Pablo Abbatangelo, secretario general del “xeneize”.
Penales a los niños y trasnoche
En Mar del Plata, Diego aguardaba el desenlace de las negociaciones. A las 20.30 de ese miércoles, mientras se realizaba el cónclave en Capital Federal, el futbolista entró vestido informalmente al hotel donde se hospedaba y subió rápidamente a la habitación. Cyterszpiler -que esos días fue y vino de Mar del Plata a Buenos Aires- lo acompañó y luego bajó. “Sé lo mismo que ustedes. No podemos, ni ética ni comercialmente, hablar con Boca o el que sea para arreglar el contrato antes que se formalice la operación. Una vez que la venta esté hecha, recién entramos en escena nosotros”, dijo el representante ante una gran cantidad de periodistas, fotógrafos y camarógrafos. En la puerta del hotel, varios aficionados escuchaban por radio las últimas novedades de la “novela” del verano.
A las 21.28, Diego salió en un Peugeot azul rumbo al predio que la UCIP tenía en el puerto -muy cerca de donde se construyó en 1983 el estadio Superdomo-, por un compromiso que había asumido. En esa exposición denominada “Feria del Atlántico” ejecutó 20 penales a varios de los chicos presentes. “Organizar eso fue un drama porque todos querían tocarlo. Armamos un arco y había muchos niños disfrazados de arqueros, con guantes y rodilleras. El que le atajaba un penal a Maradona obtenía un premio”, contó Eduardo Benedetti, entonces gerente de la UCIP. Fueron tres los pequeños arqueros que le atajaron un penal a Diego y lo pudieron contar de por vida. Uno de ellos, con una vincha “a lo Gatti”, recibió un saludo efusivo de su ídolo.
Diego se mostró distendido durante la visita. Tras hacer algunos jueguitos con la pelota, se sentó junto a su novia Claudia y disfrutó de la gracia de “Mamarracho”, el payaso que hacía un show infantil. “Me encuentro tranquilo con relación a mi posible traspaso a Boca. No hay nada oficial, pero puede ser“, le dijo con una sonrisa a Julio Macías, periodista de LA CAPITAL.
Mientras tanto, en Buenos Aires, todo marchó sobre ruedas. “Faltan unos detalles mínimos, pero estoy convencido que Maradona jugará en Boca”, se ilusionó Noel tras la reunión. Yo diría que está prácticamente hecho en un cien por ciento”, enfatizó Consoli. Había un principio de acuerdo entre Argentinos y Boca.
Diego volvió al hotel donde se hospedaba cerca de la medianoche. Todavía no había cenado y el restaurante estaba cerrado. Alertados de la situación, allegados salieron rápidamente en búsqueda de algunas minutas. Así, Diego, Claudia -que se hospedaba en el hotel Presidente- y Cyterszpiler “compartieron bifes de chorizo, ensaladas y frutas”, según precisó El Gráfico. La sobremesa se extendió hasta las cuatro de la mañana. Durante ese tiempo, el representante informó las condiciones que había considerado fijar en el precontrato con Boca.
Acuerdo, Hungría y promesa a “Don” Diego
El jueves 12, Argentinos realizó una práctica amistosa contra Nación de esta ciudad. Cuando Diego regresó al hotel, Cyterszpiler le dio la noticia: el pase a Boca “estaba hecho”. Fue el momento de las felicitaciones, la manteada y “la despedida” en el mar.
“Hacía un frío bárbaro. Fuimos a ver quién era más guapo”, rememoró “Tabita” García. “Éramos los únicos ‘locos’ en el agua. Estuvimos dos minutos. Ya era la tardecita, por eso no había mucha gente”, recordó Magallanes.
Al día siguiente, en La Paternal, los hinchas provocaron disturbios: encendieron una pequeña fogata debajo de una de las tribunas del estadio, en reprobación a la partida del crack. Por la noche hubo una nueva reunión, ahora en primer piso de la calle Virrey Cevallos 215, ya con una mesa amplia de dirigentes. Después de una hora y media, Consoli y Noel salieron juntos. “Maradona puede ser considerado jugador de Boca”, expresó el presidente de Argentinos.
¿Por qué cifra? El club de la Ribera desembolsaría 6 millones de dólares al contado, 500 mil asegurados en un partido amistoso, el 15 por ciento que le correspondía al jugador (900 mil dólares), cancelaría una deuda de Argentinos con AFA (400 mil) y otra con el Banco de San Miguel (1.100.000 dólares), se haría cargo de los gastos de transferencia (porcentaje AFA, Futbolistas Agremiados y Bienestar Social) y cedería seis jugadores en parte de pago: Osvaldo Santos, Carlos Randazzo, Carlos Salinas, Norberto Rotondi, en forma definitiva; y Mario Zanabria y Miguel Bordón, a préstamo por un año.
El sábado 14 la operación empezó a tambalear. Salinas y Randazzo, dos de los jugadores que entraron en la negociación, no querían irse de Boca. “Si pretenden que vaya a jugar a Argentinos, me van a tener que dar muy buena plata”, le dijo entonces a El Gráfico “Carli”, quien pidió una fortuna esperando una respuesta negativa. Claro que después recibió lo solicitado y no pudo evitar cambiar de club, tal como reveló recientemente en una nota con Eduardo Bolaños para Infobae.
Por la noche, Maradona disputó su último partido como jugador de Argentinos. El rival fue Hungría y la competencia la Copa de Oro del Fútbol de Verano. “Hicimos una foto con él sosteniendo la camiseta de Boca. Fue el peor día para nosotros. Se iba a otro equipo y yo estaba muy fastidioso por la situación, más allá de la alegría que tenía por él”, contó “Tabita” García.
Como de costumbre, el “10” era el centro de atención en el estadio Mundialista de Mar del Plata. “Los jugadores de Hungría entraron a la cancha cuando yo me estaba sacando una foto con Diego, que todavía tengo guardada. Iban pasando y se quedaban mirándolo“, graficó Magallanes.
Maradona se cambió los botines en el círculo central, rodeado de fotógrafos. Recibió un banderín con los colores de la Asociación de Hungría, de manos del capitán Sándor Zombori, quien lo invitó a ser parte de la típica foto del equipo formado. Se ubicó abajo, con la pelota, rodeado por los jugadores rivales, quienes no quisieron dejar pasar la oportunidad de llevarse su recuerdo a Europa del Este. Su figura ya era mundial.
El crack de Argentinos no desplegó su mejor fútbol. Pero igual hizo gala de su exquisita pegada con un tiro libre que pasó a centímetros del ángulo. El resultado final fue 1-1, con goles de Tibor Nyilasi (uno de los dos expulsados de Hungría en el choque con Argentina del Mundial 1978) y Eugenio Morel.
Tras el final del partido, al vestuario entró Consoli. “Perdóneme… esta camiseta (blanca) es para mí. Me la quiero guardar como recuerdo. La del último partido se la prometo, pero ésta, por favor, me la quiero llevar yo”, solicitó. Y Maradona entregó la prenda amablemente.
“Don” Diego observó la situación atentamente, con mirada seria. El presidente de Argentinos se acercó y le dijo: “Quédese tranquilo: el pase se va a realizar sin ningún tipo de problemas y usted va a ver a su hijo jugar en Boca como es su deseo”.
Luego de ese pacto de palabra, el padre de Maradona partió lleno de felicidad desde Mar del Plata a Capital Federal, donde estuvo de paso antes seguir camino rumbo a Esquina, Corrientes, con la idea de descansar luego de varios días de incertidumbre y estrés.
Conflicto y solución
Una noticia que salió en los medios hizo caer el pase. Se supo públicamente que la Dirección General Impositiva iba a investigar el origen de los fondos con los que Boca pretendía comprar a Maradona. Horas después, el “grupo de gente” que iba a poner el dinero, desistió de hacerlo.
Faltaban horas para el cierre de pases y, con la expectativa generada, no había forma de volver atrás. La novedad derrumbó a Argentinos, a Maradona y, sobre todo, a Boca.
El martes 17 el equipo de Silvio Marzolini tenía programado un amistoso contra Racing, en cancha de Vélez. El mismo no se jugó por falta de público: la recaudación no alcanzaba para pagar gastos mínimos. La situación de Boca era desesperante y era vital la llegada del futbolista más talentoso y popular para dar el golpe de efecto.
Fue así que, al día siguiente, todas las partes configuraron una nueva ingeniería financiera para ponerle fin a la situación. Y, ahora sí, acordaron los términos definitivos del traspaso.
El miércoles 18 se cerró el nuevo acuerdo, por el que Diego pasaría al “xeneize” a préstamo por un año, a cambio de poco más de dos millones de dólares. Además, como se había establecido en el convenio anterior, Boca debía hacerse cargo de la deuda del club de La Paternal con AFA y con el banco de San Miguel, más los gastos de la transferencia. Es decir, implicaba una inversión de aproximadamente cuatro millones de dólares. Y Santos, Rotondi, Randazzo, Salinas, Bordón y Zanabria pasaban a Argentinos como parte de pago.
El contrato presentó una opción de compra de cuatro millones de dólares, suma que fue imposible de pagar para Boca, que quedó hundido económicamente después de asumir semejante compromiso. Por eso, tras el Mundial de España, Barcelona se quedó con el crack argentino a cambio de 8 millones de dólares.
Los directivos boquenses debieron aclarar públicamente que el dinero era genuino de la institución, es decir, sin capital inversionista.
Maradona, mientras tanto, estuvo el 19 de febrero en el estadio Mundialista de Mar del Plata, donde el Centro de Periodistas Deportivos de la AFA le entregó por segunda vez consecutiva la Pelota de Oro, por ser considerado el mejor jugador de 1980. “Fue lo más lindo que me ha ocurrido últimamente”, dijo Diego, en clara alusión al sufrimiento que padeció tras los vaivenes sobre su transferencia a Boca.
Unidos para siempre
El viernes 20 al mediodía, Diego firmó el contrato con el club de La Ribera ante las cámaras de Canal 13, que adquirió los derechos para transmitir el acto en vivo. Por la noche jugó el amistoso que se había convenido: el primer tiempo con la camiseta de Argentinos y el segundo con la de Boca.
Aún con una molestia física, Diego cumplió con las 25 mil personas que fueron a La Bombonera especialmente para verlo. Apenas estuvo 17 minutos en cancha en la etapa inicial, hasta que adujo un fuerte dolor en el muslo derecho y salió reemplazado.
Durante el entretiempo, los hinchas clamaron por su presencia. Aquella fue la primera vez que la tribuna explotó con el famoso “Lo quería Barcelona, lo quería River Plate, Maradona es de Boca, porque gallina no es”. Y Diego, sin estar al cien por ciento, salió a jugar ese complemento para su nuevo equipo. Marcó un gol de penal, pero no evitó el triunfo de Argentinos por 3 a 2. Resultado anecdótico: lo importante era ver al pibe prodigio con la azul y oro.
Estos días se cumplen 42 años de la transferencia más recordada del fútbol argentino. El “pase del siglo”, como fue bautizado en su justa dimensión. El que tuvo sus capítulos más íntimos aquí, con mar de fondo. En ese febrero de 1981 Maradona inició su romance eterno con Boca. Firmó en el papel un vínculo por un año, pero afectivamente esa unión duró para siempre.
– Nota publicada en 2021, al cumplirse 40 años del pase de Maradona a Boca
Relacionadas: El Diluvio Universal y la furia de D10s: la noche que Maradona le hizo la cruz a River
Archivo El Gráfico: gentileza Maximiliano Roldán.