Estrena en el Auditorium "200 golpes de jamón serrano".
Aburguesado. El teatro comercial lo tenía aburrido y aburguesado. Así recuerda el actor Gustavo Garzón la chispa que encendió el espectáculo “200 golpes de jamón serrano”. Con ganas de patear el tablero, la buscó a Marina Otero, bailarina y directora de teatro independiente, para que juntos pudieran darle forma a una obra que se animara a exponer en un escenario algunas verdades.
Con esa impronta nació este espectáculo, escrito y dirigido por Otero, que subirá a escena este viernes y sábado a las 21.30 en la sala Astor Piazzolla del Teatro Auditorium. Además de Garzón y Otero, los acompañan Fede Barale y Lucía Giannoni.
En una entrevista con LA CAPITAL, Garzón reconoció que el achanchamiento de los actores y las actrices profesionales se debe a la necesidad de tener asegurado “el pan de cada día, por eso no arriesgamos tanto”. Frente a esa situación, eligió correrse y, a cambio, enfrentarse con la sinceridad.
“200 golpes de jamón serrano” narra cómo el propio Garzón, un actor famoso y acostumbrado a trabajar siempre a cambio de dinero, se acerca a Otero, una bailarina de teatro independiente treinta años más joven, con la ilusión de hacer una obra que lo saque de su aburrimiento. La bailarina acepta dirigirlo, con la esperanza de que el famoso le llene la sala, y el teatro le dé de comer.
Dinero versus arte. Fama comercial versus prestigio. El espectáculo tensiona esos mundos que parecen excluirse.
Sobre el escenario, “llamo a las cosas por su nombre, nombro actores, productores, corro riesgo porque no hablo bien de todo el mundo, muestro mis bondades, mis limitaciones, mis posibilidades, lo que sé, lo que no sé, lo que puedo, lo que no puedo y lo que tengo de bueno y de malo como persona, está todo expuesto ahí, así como Marina hace lo mismo. Y el espectáculo interpela muy directamente a la gente, es muy directo, muy al corazón, es gracioso y emotivo a la vez”, adelantó Garzón, quien se mostró feliz por la llegada a una sala como la Piazzolla, que conoce como espectador pero en la que nunca trabajó.
En esta obra, también se anima a hacer cosas que nunca hizo en un teatro, a pesar de tener mucha experiencia. “Canto, bailo, toco la guitarra, es una obra que parte de mi vida pero la escribió Marina, es una obra extraordinaria y me siento muy orgulloso de subirme a un escenario a hacer esto, creo que es lo que más me ha gustado hacer en un escenario desde que piso tablas, no solo por el contenido sino por la forma, que es tan importante”.
-¿Por qué exponerte tanto?
-Se trata de las necesidades personales, yo tuve esa necesidad y estoy muy contento. Estoy en una edad en la que no tengo mucho qué perder, uno tiene que hacer lo que tiene ganas, decir lo que tiene ganas, correr los riesgos que se corre pero también tener los beneficios, yo nunca había recibido tantos agradecimientos, tantas gratitudes por un espectáculo, tantos abrazos, bueno hoy son codazos, la gente lo valora porque ésta es una sociedad muy hipócrita también, en el arte hay mucha hipocresía y a todo el mundo le parece maravilloso lo que hace el otro y en el fondo piensa todo lo contrario. Entonces si uno se sube a un escenario a decir las cosas como son, bueno puede haber alguno que no le guste pero en general se agradece la verdad, la verdad es algo que se agradece, la pura verdad del ser humano.
-¿La sinceridad termina siendo una gran rebeldía o un acto revolucionario?
-Sí, la verdad que sí porque ésta es una sociedad muy careta, en general. Entonces cuando entrás a una sala y ves a personas que te dicen las más profundas verdades se agradece. Y así ocurre.