Guillermo Caldera , que cumplió condena por el crimen de Bárbara Tiscornia, chocó en su moto contra dos autos. Como estaba alcoholizado volvió a pedir ayuda a su padre para evitar los procedimientos de control
De algún modo fue una réplica de aquellas actitudes reprobadas por toda la ciudad. Meterse en problemas y pedir ayuda a su padre para minimizar las consecuencias. Años atrás, Guillermo Caldera pidió que su padre lo socorriera tras pegarle un tiro en el rostro a Bárbara Tiscornia. Ayer algo infinitamente menor: un contratiempo vial.
El homicida de Tiscornia chocó en su moto con dos autos en la avenida Colón a la altura de la calle La Pampa y como los inspectores de tránsito y la policía advirtieron que estaba con aliento etílico intentaron el protocolo para esos casos.
Sin embargo, Caldera se comunicó con su padre y entre los dos se resistieron al traslado al Cuerpo Médico de la policía y al test de alcoholemia.
Según pudo saber LA CAPITAL, Guillermo Caldera se desplazaba en una motocicleta Yamaha de mediana cilindrada sin casco y sin carné de conducir por Colón cuando, al llegar a la intersección con La Pampa, en circunstancias que se tratan de establecer colisionó con dos autos. Por el impacto, salió despedido y por la caída se fracturó una pierna.
Pese a la grave lesión, su primera reacción fue negarse a ser trasladado al hospital. En esa negativa contó con la colaboración de su padre, que no tardó en llegar al lugar.
La resistencia tenía un motivo: Caldera no quería someterse al protocolo de accidentes de tránsito para obtener el estado de alcoholemia de un involucrado.
Recién horas más tarde, cuando el grado de alcohol en sangre había descendido, Caldera no pudo opoonerse más y el registro asentado en el expediente fue de 0,59.
La policía secuestró la moto y la Fiscalía de Delitos Culposos abrió actuaciones por el delito de “lesiones culposas”.
Un caso impactante
El 22 de abril de 2003 Bábara Tiscornia (20) fue asesinada por Guillermo Caldera de un disparo en el rostro durante un encuentro que pretendía ser íntimo dentro del departamento de la familia del asesino, en La Perla.
En 2005, a Caldera se lo confinó a 13 años de prisión pero luego su pena fue reducida a 10 y desde hace casi dos años se encuentra con la condena agotada. Se lo había encontrado culpable del asesinato, pero también de llevar el cuerpo hasta un acantilado y arrojarlo, con la intención de confundir a la policía, ya que en aquella época se habían producido algunos crímenes de mujeres cuyos cadáveres aparecieron en la zona de Camet.
A Jorge Caldera se lo acusó de haber llegado al departamento cuando aún la joven estaba con vida y de no hacer nada para ayudarla, pero en el juicio que se celebró en septiembre pasado fue absuelto.