por Rocío Malacarne
Para el viejo, aunque ya no esté. (María Wernicke)
Entre un “A veces quiero (…) Pero él no siempre quiere (…) A veces él quiere (…) Pero no siempre yo quiero” oscilan las escenas presentadas en imagen y texto por María Wernicke en Papá y yo, a veces (Editorial Cabriloscopio). “A veces” como la ecuación natural de todo encuentro, sin presentaciones maniqueas o estandarizadas, sino humanas. Una niña y su padre, encontrados y desencontrados a partir de la pregunta, de explicaciones, de juegos, de charlas y de silencios.
La voz de la niña nombra con pocas palabras ese vínculo entre ambos, atravesado por ilustraciones en dos registros, también: el adulto y el infantil. Las imágenes niñas se trazan como garabatos en espacios de la hoja no tan estructurados o determinados, como sí sucede con las otras, irrumpiendo en distintos tamaños, casi clandestinamente.
Las imágenes en blanco y negro y las características formales de esta edición de Calibroscopio, un libro de tapa dura de 21 x 21 cm., recuerda a otros de la autora: Hay días y Cuando estamos juntas, ambos construidos, también, a partir del vínculo con lo familiar, una madre, un padre y una niña.
Tal vez por los encuentros y la familia, es que el lector puede, a partir de los silencios del texto, ir reconstruyendo, página a página, su propio “a veces” y verse conmovido por el recuerdo que aparece, a veces. Un libro para todas las edades, como son los mejores; uno que no presenta algo simple de manera simple, o sí y que, por todo eso, se atreve al desafío.
Como dice el poeta Roberto Juarroz: “Cada uno tiene/su pedazo de tiempo/y su pedazo de espacio,/su fragmento de vida/y su fragmento de muerte.”
(*): Integrante de la ong Jitanjáfora.