por Miguel Angel Rouco
El gobierno respira aliviado tras la aprobación de la ley que permite cerrar el humillante capítulo del default.
Con esta ley, no sólo obtuvo un pasaporte para solucionar el conflicto con los holdouts sino que también logró convencer a la oposición de la gravedad de la situación heredada del régimen kirchnerista.
Por ahora, una ráfaga de aire fresco cruza la Casa Rosada y el acercamiento a los mercados internacionales augura un mayor respaldo a los díficiles primeros meses de gestión.
Aún cuando todavía faltan algunos pasos procesales para la resolución del conflicto judicial y aun cuando todavía no se cuenta con los fondos para afrontar la cancelación de la deuda, el panorama es mucho más promisorio.
Es cierto que el trauma de la herencia recibida no permite al gobierno gozar plenamente de estos logros, pero también es cierto que la administración Macri no termina de cerrar los problemas.
El frente externo. Hacia el mediano plazo, el gobierno se apresta a transitar los mejores meses desde el punto de vista financiero.
Las autoridades preven una elevada liquidación de divisas provenientes de abultadas cosechas de maíz y soja que le aseguran cierta tranquilidad.
La salida del default le permitirá acceder a los mercados internacionales en condiciones normales, lo que le abre el camino para facilitar la financiación de 17.000 millones de dólares que necesita para neutralizar el déficit fiscal.
Todos la atención está puesta en la llegada de capitales frescos que le permitan desalentar las expectativas inflacionarias.
El frente interno. Se presenta un horizonte complicado más por errores propios que por factores exógenos. El primer dilema que se presenta gira en torno de la política monetaria y cambiaria.
Por un lado, el ingreso de divisas traerá cierta tranquilidad, pero por otro lado, puede traer una inesperada caída del tipo de cambio real y restarle competitividad a la economía.
¿Qué hará el Banco Central frente a la avalancha de dólares? ¿Emitirá más pesos para comprarlos, para lo cual deberá esterilizarlos con más LEBAC y deberá subir la tasa de interés para impedir que se trasladen a los precios? ¿Se manejará con la liquidez actual y cerrará los grifos monetarios? ¿Bajará las tasas de interés para no asfixiar la economía y evitar un ciclo recesivo?
Más que atractiva será la pulseada entre el BCRA y el mercado en el próximo trimestre.
Aunque queda lejana la hipótesis de una inflación del 25 por ciento para 2016, la nueva proyección se traza en el 30 por ciento, para ponerle un límite a las ambiciones sindicales en las paritarias. Por ahora, es una quimera la baja de la inflación para el segundo semestre.
Pero los errores del gabinete y la falta de coordinación entre las distintas áreas de gobierno, le van a provocar más de un dolor de cabeza al Presidente Macri.
Por un lado, la oposición a aplicar un ajuste sobre el gasto estatal más ostensible -una postura esgrimida por el jefe de gabinete Marcos Peña y el ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay-, mantiene el déficit fiscal en niveles extravagantes e impide bajar la presión tributaria sobre los sectores productivos.
El aumento de la presión fiscal sobre monotributistas, autónomos, trabajadores y pasivos genera una fuerte pérdida de poder adquisitivo de la población.
Los aumentos de tarifas dispuestos por el ministro de Energía, Juan José Aranguren, y de Transporte, Guillermo Dietrich, no sólo resultan traumáticos sino que no solucionan el problema del pago de los subsidios sobre el Tesoro y dejan a gran parte de la población con problemas de acceso a los servicios.
La administración Macri teme que la indómita inflación, se combine con una posible recesión y transforme al país en un cementerio.
No es casual que el ministro de la Producción, Francisco Cabrera, haya prolongado el Ahora 12 por seis meses y ya le anticipó a los empresarios que el programa Precios Cuidados se va a extender hasta fin de año.
DyN.