Pasó de las grandes obras a las miniaturas. Y de los cuadros con sentido social a las reproducciones. Cuando parecía que todo estaba perdido, le dio un volantazo a su vida y hoy puede decir que está orgullosa de ser la mujer que es. Cristina Rivas, una artista que no se rinde.
Hasta el año 2012, Gabriela Rivas era una artista plástica reconocida por sus obras de temas sociales que además de dar clases y pintar, formaba parte del grupo de pintoras “Por mano propia”, con el que se juntaba habitualmente a programar muestras.
Pero ese año no comenzó bien para ella, que tuvo varios problemas familiares y de salud, hasta que un día se fue a dormir a la noche y no pudo levantarse a la mañana. “No caminé más”, dice hoy rememorando ese instante que marcó su vida.
A pesar de las consultas realizadas a varios especialistas, nunca supo bien qué fue lo que la dejó en silla de ruedas. Sí sabe que ese día, su vida cambió para siempre.
“Pasé momentos horribles, no sólo no podía caminar, tampoco podía ni siquiera sostener la cuchara para comer, tenía que ser asistida absolutamente para todo”, dice Gabriela, quien en medio de ese caos en que se habían transformado sus días, hasta atraviesa una separación inesperada.
Sin poder caminar y sin marido, su situación era grave: “Estábamos en la lona. No teníamos un peso ni cómo generarlo”, agrega.
A pesar de todo, Gabriela no bajó los brazos. Hoy recuerda el momento en que le dijo a Almendra, su hija adolescente: “¿qué tenemos en esta casa que sobre?… ropa. Tenemos ropa de sobra. Traé todo lo que no usemos”. Y Almendra llevó un montón de ropa, que esparció en un sillón. Ahí, fue cuando se le ocurrió la idea: “Vamos a reciclar la ropa y transformarla en bolsos, mochilas y morrales”. Compramos un kilo de arcilla y con ella hice botones, pequeñas reproducciones de cuadros famosos de artistas como Xul Solar, Miró, todos los que me gustaban. Un pedacito del cuadro para poner en la cartera, con una etiqueta dando los detalles acerca del pintor elegido”. Y así nació GAL accesorios para mujer.
Un microemprendimiento que la pintora califica entre risas como un milagro: “pasé de ser marxista y atea a creer en Dios. Nunca había hecho nada, si tenía una máquina de coser era para arreglar alguna pavada de los chicos, pero no sabía hacer nada… y cuando me puse, una voz interna me iba diciendo “cortá acá”, “cosé por acá”, ¡es increíble!, pero así pasé a armar mochilas con patchworks, a hacer carteras, y hasta mantitas para bebés: le hice una a mi nietita y la subí a Facebook y ya me empezaron a llegar pedidos…”.
Hoy el microemprendimiento de la pintora Gabriela Rivas y su hija Almendra, estudiante de Canto en el Conservatorio Gianneo, está en pleno crecimiento. Sus trabajos se están vendiendo no sólo en Mar del Plata sino también en Buenos Aires y en Bariloche y hasta hay una mochila de GAL dando vueltas por Tel Aviv, de una cliente que la compró antes de ir a vivir a Israel.
Ahora Gabriela acaba de hacer un curso de Marketing como paso previo a la obtención de un subsidio del Ministerio de Trabajo, que le permita comprar una máquina semiindustrial.
Aun cuando todo parece que se le estuviera destrabando -ya comenzó a caminar, por ahora con un andador-, persiste un problema y es la falta de entrega de insulina para su diabetes. “Hace siete meses que no baja ni un sólo medicamento de Provincia”, dice. Estoy cansada de ir a Región Sanitaria VIII y ahí me encuentro no sólo con la misma respuesta, sino con la desesperación de mucha gente que está peor que yo, porque hay patologías graves y no hay medicamentos para nadie”.
Como es una optimista irredimible, Gabriela le hace frente a la escasez de medicamentos -en el Iremi le dieron un frasco de los tres que necesita por mes-, con remedios caseros como la leche de alpiste y a la imposibilidad de visitar personalmente a sus clientes, ofreciendo los accesorios a través de la página de Facebook.
Gabriela Rivas hace cada vez menos cuadros y cada vez más miniaturas. Con pinceles más grandes o más chicos, el arte sigue siendo el motor que le salvó la vida.