Se presentó en la Feria del Libro de Mar del Plata "Los hijos de la cosecha", la nueva novela de Gabriela Exilart ambientada en la provincia de Misiones durante la masacre de Oberá. Amor, desamor, odios de clase, inmigrantes buscando un futuro y las consecuencias de los errores se mezclan en esta historia para dar lugar a un libro que atrapa de comienzo a fin.
Por Dante Galdona
Gabriela Exilart, la autora marplatense de género histórico romántico, tiene una nueva y atrapante historia para sus lectores y lectoras, y para quienes quieran descubrirla: “Los hijos de la cosecha” (Plaza & Janes) relata una historia de amores, desamores y desencuentros con epicentro en la provincia de Misiones, durante la masacre de Oberá. Recientemente, fue presentada en la Feria del Libro de esta ciudad, donde la autora convocó a una gran cantidad de público. El siguiente es un extracto de la entrevista realizada en esa ocasión.
-“Los hijos de la cosecha” es una novela ambientada en Misiones, una provincia que no estaba todavía en tus libros. ¿Cómo llegaste a la masacre de Oberá?
-Me he ido convirtiendo un poco en federal en las distintas obras de casualidad, porque los temas me llegan o los he buscado. Ya tenía novelas en varias provincias y me faltaba Misiones, la Mesopotamia, me faltaba algo ahí. Quería el entorno selvático, cálido, la tierra colorada, como que lo llamaba. Y buscando en ese escenario –a mí me gusta más que nada el siglo XX por más que tengo historias en el siglo XIX–, llegué restringiendo la búsqueda a la provincia de Misiones. Y me pasó algo similar a lo que me pasó con Napalpí; era un hecho muy poco conocido que por lo general no se estudia en la escuela, tampoco se estudia en las carreras de grado, porque tengo varios conocidos profesores de Historia y les he preguntado si conocían la masacre de Oberá y solamente una que es autora me dijo “sí, yo la conozco, pero porque hice una diplomatura”. Es un hecho que no se conoce, como con Napalpí, y también estamos hablando de una masacre reciente porque ocurrió en 1936. Entonces pensé que esto lo tenía que contar, el escenario era el que yo buscaba, el hecho histórico era muy llamativo. Y ahí empecé la búsqueda de la bibliografía, que es bastante difícil porque no hay mucha literatura comercial a nivel nacional. Por lo general, estos hechos son narrados a nivel local, entonces hay que empezar a rastrear a historiadores de la provincia de Misiones que hayan escrito sobre este tema, que no había muchos. Pero logré dar con un docente investigador que había hecho su tesis sobre este tema, un libro impresionante que tenía muchos testimonios, muchas partes del sumario judicial y transcripciones de los diarios de la época. Eso para un escritor es maravilloso porque están las distintas voces. Así que encontré a este investigador, logré ubicarlo a partir de las de las redes, después conseguí que él me diera su teléfono, me mandó su libro y después encontré alguna otra cosita más para sumar a la investigación y ahí me puse a escribir.
-Hemingway habla de que cada historia es dos historias al mismo tiempo: la historia que se cuenta y la historia subterránea. En este caso, está la masacre histórica y también la masacre del amor en los personajes. ¿Lo ves así?
-La teoría del iceberg. Respecto a la historia de amor, la novela arranca con una frase que dice “en casi todas las historias de amor, siempre hay uno que ama más que el otro”. La frase era más rotunda, era un pensamiento propio. En un principio era: “en toda historia de amor, hay siempre uno que ama más que el otro”. Entonces pensé que no tenía que ser tan rotunda y puse “en casi todas”, demos una luz de esperanza de que hay amores más parejos. En la novela pasa eso, hay uno que ama más que el otro, hay uno que está dispuesto a jugarse un poco más por esa relación, por esa pasión, y hay otro que se queda ahí en medio de la tibieza, como que no se juega, como que le falta coraje.
Esta historia está muy marcada por el contexto histórico, por los orígenes de cada uno. Para quienes no leyeron la novela y sin rescatar ni develar nada profundo de la trama, la masacre de Oberá ocurrió en 1936 a partir de reclamos de trabajadores de la cosecha de la yerba mate, de té y de tabaco, reclamos por cuestiones económicas, impositivas, de territorio, cuestiones de trabajo, hacen una marcha y son engañados por la policía y son atacados. En esa marcha participaban distintas comunidades que poblaban en ese momento el territorio nacional, eran en su mayoría comunidades de Europa del Este, rusos, polacos, ucranianos, que eran la parte más pobre o trabajadora, era gente que había venido escapando de la pobreza, de la guerra y que se instaló por la promesa de territorio, de trabajo, y si bien en ese reclamo se unen todos, ellos tenían cada cual su idiosincrasia, sus costumbres.
Sus comunidades no eran una masa homogénea que reclamaba como masa, sino que se unen para esa marcha. Cada comunidad tenía su independencia y entre ellos también había algunas cuestiones de resquemor. Pero del otro lado estaban los terratenientes, los más poderosos: alemanes suizos, españoles. Esta historia de amor de esta primera parte (porque la novela tiene dos partes) se da entre dos personas que pertenecen a distintos estratos sociales. Una es hija de los que trabajan en la cosecha, una ucraniana, y él es un alemán que también vino de Europa escapando de la pobreza y que tuvo la suerte de caer en un determinado lugar que le permitió ser un hombre de dinero. Ese amor estaba un poco destinado a no poder ser por esta cuestión de enfrentamiento entre los poderosos y los pobres y la idiosincrasia que tenían los ucranianos, sobre todo la familia de ella. Entonces, ese contexto de luchas ideológicas y políticas también influye en esa historia de amor que es la que tienen que leer, no vamos a contar el final pero sí que arranca un poco torcida.
-Suelo intentar identificar la tesis de cada libro que leo. En este caso podría ser y cito: “Tal vez la vida era así de caprichosa y mezclaba amores y desamores para que nunca se encontraran”.
-Excelente lo que dijiste porque es una novela de desencuentros. Yo lo veo como si fueran fichas de dominó que van cayendo, ninguno se corresponde, las parejas no se terminan de dar porque los amores están desencontrados. Igual hay amores felices en la novela, pero pasa eso como en la vida misma. El personaje principal en un momento le dice a la hermana que el amor es una maldición. Porque hay muchos desencuentros, pero eso es parte de la vida, yo trato de que mis novelas sean lo más verosímiles posibles, que sean bien realistas y a veces no se dan los amores que uno quiere, esos amores están mirando para otro lado, tienen cosas pendientes. Pero hay un amor mayúsculo con letra gigante que es el que yo quise narrar en esta novela, que viene de la mano del amor a una mujer pero que es el amor a un hijo. Ese fue el mensaje que yo quise dar más allá de todos los romances desencontrados, hay un amor superador que es el que tiene uno de los personajes, que hay cosas que no termina de saber y que las va a ver el lector al final de la historia. Me parece que ese es el amor que resume todo y es el amor más grande e incondicional, que es el que se tiene a los hijos y a los hijos de la persona amada, a esa mujer o ese hombre que se amó y al fruto del amor de esa persona, también ese era el amor que yo quería contar en esta novela.
-Tomo la pregunta que se hizo a sí mismo un personaje y te la pregunto a vos: ¿amor y pasión son la misma cosa?
-¡Qué pregunta! Yo me la hago también. No. Yo creo que no son la misma cosa. Creo que es algo que confundimos muchas veces en la vida, la pasión con el amor. La pasión se acaba en algún momento, disminuye, y después viene realmente esa comunión, esa aceptación del otro con todos sus defectos. Hoy hablaba con una amiga y me decía: “Yo primero muestro todo lo peor, cuento todo lo peor, para no perder tiempo, que vea todo lo feo de mí y si se queda, bueno, se va a enamorar, pero no pierdo tiempo en el cortejo”. Está bueno dar un poco de juego al cortejo. Yo creo que el amor es eso, cuando uno se queda al lado de la otra persona pese a que conocemos todo eso. Pero si no hay pasión, tampoco podés caer en una buena historia de amor. También hoy escuchaba esto de los finales felices. Bueno, si el amor es feliz, no debería haber final, tendría que seguir. Esas preguntas que se hacen los personajes o esas conclusiones a las que llegan producto de la vida que están teniendo, creo que son las preguntas que nos hacemos todos en algún momento: amor, pasión, ¿son lo mismo?, ¿se puede amar a dos personas a la vez? Y… qué sé yo, puede pasar, el ser humano es tan increíble que pueden pasar esas cosas. Entonces el personaje se cuestiona esto, las pasiones. El estar distraído, el estar atento a lo que nos está pasando es parte de lo que nos pasa todos los días.
-Algo de Horacio Quiroga te apareció mientras investigabas…
-Apareció en uno de los libros con que investigaba, que tiene muchos testimonios. Cuando lo van a buscar a Kamel (N.d.R.: personaje real nombrado en la historia), él no estaba en Oberá, estaba pasando el fin de semana en la casa de Horacio Quiroga. Apareció en un sumario de la causa. Yo no tenía ni idea de eso, no lo hubiera sabido nunca, pero bueno, aparece. Como cuando escribí “El susurro de las mujeres” que también apareció Alfonsina Storni, a quien Julieta Lanteri la había atendido cuando estaba embarazada. Qué fuerte. Pero bueno, son cosas que aparecen en la investigación y obviamente hay que volcarlas a la historia, son personajes que conocemos, que hemos leído en la escuela y me parece que para los que somos lectores encontrar ese tipo de datos es muy valioso.
-¿Cómo volviste del bloqueo de escritora que tuviste después de la pandemia?
-Creí que había perdido la magia, la verdad que fue horrible porque la historia la tenía más o menos en la cabeza, tenía la documentación, tenía todo, pero escribía feo y mi amiga Gladys lo sabe porque ella leyó las tres versiones de la novela donde el personaje pasaba de tener 13 años a tener 45, después a tener 30… Pasó muchas épocas esta novela hasta que encontré el camino. Pero es horrible porque no es que no podía escribir, escribía cosas, poesía, cuentos… Pero escribía para la novela y era algo feo, que no me conmovía. Yo no sé si fue producto de la pandemia que obviamente a todos nos afectó de distintas maneras porque yo en pandemia escribí mucho, escribí tres novelas en un año que es una barbaridad, dos novelas históricas y una novela corta que fue “Pulsión”. Fue mucho pero era una necesidad en ese momento de encierro, de incertidumbre.
Y después pasó eso de escribir feo, de escribir cosas que no conmueven y si a mí no me conmueve lo que estoy haciendo, lo dejo, lo borro. La verdad es que no se lo deseo a nadie. En ese momento hablé con Leo Oyola, que es de otro género pero que a veces intercambiamos charlas, y él me dijo que es normal, que después de diez años caés en un bache y se da una meseta de un tiempo más o menos largo de no poder producir cosas buenas, pero después vas a salir. Bueno, por suerte no fueron diez años, sino casi tres.
-¿Te modifica cada historia que escribís?
-Yo creo que sí, que cada historia que uno lee o que uno escribe te modifica algo, te va dejando cosas, pensamientos, reflexiones, mensajes, actitudes. Creo que hay libros que nos marcan. Es distinto lo que me ha pasado con cada una. En esta, cuando la terminé fue un alivio tremendo porque ya no la quería más, era mucho tiempo para estar con la misma gente, con la misma historia, y necesitaba ponerle un cierre porque me costó mucho. Hay otras novelas que las termino y quiero seguir y me quedo re enganchada con los personajes y busco un hilo de donde tirar para hacer otra historia, como me pasó con las de la Guerra Civil Española, que terminé de escribir “En la arena de Gijón” y quería seguir con esa gente, con esa historia, y encontré por dónde seguir. No había dejado una punta adrede, pero cuando terminé y sentí esa falta, empecé a buscar y encontré la punta. También me pasó con “El susurro de las mujeres”. Pero hay otras novelas que se terminan y uno se despide de esos personajes. Ahora con esta historia, un compañero de tango me prestó un libro que estaba relacionado con lo que estaba haciendo pero era de 30 años después, entonces mucho no me servía, pero lo empecé a hojear y me di cuenta de que tenía la continuación, entonces empecé a modificar cosas que ya había escrito para que me sirvieran a futuro. Personajes a los cuales les cambié, por ejemplo, una niñez dorada, que eran personajes de relleno y que luego van a ser protagonistas.
-Cada libro que leemos, aunque relate hechos históricos, dialoga de alguna forma con el presente. ¿Qué diálogo tiene este libro con el presente?
-Bueno, los conflictos que se narran en la primera parte, los reclamos de los que trabajan en la cosecha hoy por hoy se siguen dando. Obviamente, no se trabaja de la misma manera en los secaderos y el trabajo quizás no es tan manual como en esa época, pero los reclamos son más o menos los mismos. Cuando presenté la novela en Buenos Aires, en una de las entrevistas me comentaron que habían estado entrevistando a gente que trabajaba en la cosecha de Misiones y los reclamos eran similares, está muy vigente todo eso. La otra parte tiene que ver con los inmigrantes, ésta es una novela de la vida de los inmigrantes en nuestro país, de cómo se fue formando también la sociedad del litoral, cómo ellos se fueron amalgamando, porque además pensemos que tenían la barrera del idioma. Entonces, toda esa cuestión social que podía hablar el idioma era una especie de portavoz de todos los demás, el que llenaba formularios, toda esa discriminación y esa aceptación que paulatinamente se fue dando, el cruce con los criollos, las nuevas familias que se formaron, una época de mucha inmigración de los países de Europa y hoy uno se pone a pensar en eso. Por ejemplo, yo me siento de la generación que está en el medio, mi mamá es española, mis tíos son españoles, somos hijos de inmigrantes y hoy los que se van son nuestros hijos.
Nuestros hijos afuera sufren ese proceso de adaptación, de aceptación, por más que se vayan con papeles y todo, hablás distinto, tenés un cantito distinto, sos argentino, pero te vas a buscar el futuro allá, entonces es como un espejo. Lo que le pasó a toda esta gente que vino con un sueño, una esperanza, uno está como en el medio y ahora son los nuestros los que se van a buscar eso. Esperemos que les vaya muchísimo mejor y que no tengan que sufrir tragedias como estas, de este tipo de masacres. En lo que estoy escribiendo ahora también hay una cuestión que tiene que ver con los inmigrantes y esta discriminación y este odio racial que se está dando también ahora en Europa, entonces es como que es una novela histórica, sí, pero tenemos todo ese reflejo, son temas que están vigentes siempre. El tema de la identidad también es otro de los temas que cuenta la novela así como por debajo de la superficie, también hay un tema que tiene que ver con la identidad, de saber quiénes somos, de dónde venimos, quiénes son nuestros padres, nuestros hijos y si realmente son los que creemos que son.