La escritora marplatense se mete de lleno en el feminismo en su última novela. "El camino hacia la igualdad a veces me parece una utopía", reflexiona la autora de "El susurro de las mujeres", que enlaza historias ficcionales en el entorno de Julieta Lanteri y la lucha de las mujeres de entonces por la igualdad de derechos.
Por Claudia Roldós
Julieta Lanteri, los feminismos, la lucha por los derechos de las mujeres, por ser libres de cumplir sus sueños, el costo que hace cien años y, aún hoy, sigue teniendo en ciertos ámbitos esa lucha por la igualdad toman protagonismo en “El susurro de las mujeres” (Plaza & Janés), la nueva novela de la marplatense Gabriela Exilart.
La prolífica escritora tiene una amplia trayectoria contando luchas y sueños de mujeres en distintos períodos. Pero, en esta oportunidad, se mete de lleno a darle voz a los importantísimos aportes de un grupo de pioneras, que fueron silenciadas por la historia.
No solo Julieta Lanteri, sino Cecilia Grierson y Angélica Barreda, entre otras profesionales, militantes y académicas, son contadas en esta novela que vincula a dos hermanas ficcionales y su tía, en el entorno de estas luchadoras que buscaban cumplir sueños personales, pero que a la vez se ocuparon de obtener logros colectivos.
“Alzar la voz sigue teniendo costo para nosotras”, reflexionó la escritora en una charla con LA CAPITAL, en la que profundiza sobre las complejas temáticas que siguen dando que hablar en la actualidad y hacen visibles las mejoras pero, sobre todo, poniendo el ojo en todo lo que aún falta, para la igualdad plena de derechos.
“El camino hacia la igualdad a veces me parece una utopía”, consideró la autora de esta novela basada en la historia real de un momento clave del país: los años previos y posteriores al centenario de la Revolución de Mayo. Este contexto histórico se combina con el relato de una familia de mujeres inmigrantes que se ven envueltas en la necesidad de hacerse cargo de un campo en una época en la que las mujeres no eran consideradas en los ámbitos empresarios. A su vez, narra sus luchas personales de superación y la búsqueda de la felicidad -como la compatibilidad entre los estudios, una carrera profesional y la formación de una familia o la capacidad de amar libremente-, con sus consecuencias en un ambiente machista.
– ¿Por qué decidiste rescatar la figura de Julieta Lanteri? ¿Te sentiste identificada con su historia o parte de su historia?
– Conocí la historia de Julieta Lanteri gracias a la profesora María del Carmen Valdéz, del Programa Universitario de Adultos Mayores y, de inmediato, sentí que tenía que escribir sobre ella. Me sentí identificada con muchos aspectos de su vida. Fue una gran luchadora e idealista, librepensadora, como yo. A ella también le tocó pelear contra un sistema que no le permitía asumir un cargo docente -en mi caso, mi lucha no es por el cargo, sino por las horas que se me negaron y le otorgaron a un hombre, juez y miembro, en su momento, del C. Académico-.
– ¿Fue difícil encontrar material profundo sobre su figura, su historia personal, su legado? ¿Y de Cecilia Grierson y Angélica Barreda, que también tienen su espacio en la novela?
– No hay demasiado material bibliográfico sobre estas mujeres que tanto hicieron por nosotras. De hecho, solo conseguí dos libros, uno lo tuve que comprar por internet a una librería de San Martín de los Andes. Esa falta de bibliografía también nos dice algo, nos dice que estas precursoras no fueron contadas por la historia. Por fortuna, los dos libros que conseguí tenían mucho material, muchas transcripciones de debates y conversaciones que pude volcar en la novela.
– Hablás ya desde el título del susurro. En el caso de Julieta, pasó del susurro a declamar públicamente, tenía espacio en medios y, a pesar de todo, muchas veces no fue escuchada. En el caso de Fiorella, cuando pasó del susurro a querer imponer su voz, su deseo, la callaron. ¿Era la intención el juego de palabras? ¿Creés que alzar la voz sigue teniendo costos para las mujeres hoy?
– Qué interesante deducción… No, no estuvo en mi mente ese juego de palabras en relación a Fiorella. El título surgió a partir de una frase de Rosa Montero, que abre la novela. Respecto de la segunda pregunta, lamentablemente, sí, creo que alzar la voz sigue teniendo costo para nosotras. Cuando nosotras hablamos fuerte, somos tildadas de “histéricas” o “locas”. Incluso a veces, el hecho de ser mujeres nos coloca en una situación de inferioridad frente a los hombres. La semana pasada sufrí un episodio desgraciado en una casa de reparación de computadoras. Me sentí muy mal y cuando le conté el episodio a mi hijo, que me había llevado, me dijo que si yo hubiera sido un hombre, eso no me hubiera pasado. Y tenía razón, hasta ese momento no me había dado cuenta de lo maltratadas que somos a diario.
“El susurro de las mujeres” fue editado por Plaza & Janés.
– En tus novelas, de una forma u otra, siempre contás historias de mujeres que luchan por sus derechos, por sobrevivir, por hacer valer sus sueños o sus deseos, por conocer su historia, su identidad, por desvelar secretos. En este caso, ¿es, además, el feminismo, las luchas feministas, protagonista?
– Sentí que era momento de entrar de lleno en el tema, ir a sus orígenes, mostrar que todo lo que se reclama hoy no es nuevo, que existieron mujeres de avanzada que pensaron en lo que hoy llamamos ESI, que bregaron por la autonomía de la mujer, por los derechos de los niños, la patria potestad, el aborto, el divorcio, el derecho al voto, a dar clases, a ser electas y tantos temas que todavía siguen cuestionándose. Ellas no fueron contadas por la historia, al menos no en profundidad. En “El susurro de las mujeres” las muestro en su día a día, en sus labores cotidianas, en sus sueños y también en sus miedos. Era hora de que me ocupara de ellas.
– Recurrís a contar un crimen de los que hoy reconocemos como femicidio, relacionado con el hecho de replantearse el “deber ser” de la mujer casada. ¿Cómo fuiste armando esa parte de la historia?
– Me costó bastante hacer evolucionar a los personajes, tanto los femeninos como los masculinos. El arco dramático aquí es bastante pronunciado, ninguno de los protagonistas es el mismo al promediar la novela. Tuve que meterme en la cabeza de un hombre celoso, despechado, y también en la de una mujer de esa época, que se debate entre sus sueños y lo que ella cree amor del bueno.
– Dardo y Fausto representan dos paradigmas contrapuestos de masculinidad que se podrían detectar, con matices, más de cien años después. ¿Es la idea mostrar que, si bien ha habido cambios, queda mucho por transitar aún en pos de la igualdad?
– Los personajes masculinos fueron pensados así desde el inicio, pero el que más me costó fortalecer fue Fausto, darle un toque más atractivo. Allí debo darle las gracias a mi editora, Florencia Cambariere, quien me hizo ver el detalle. El camino hacia la igualdad a veces me parece una utopía, tenemos muchas cosas aún demasiado arraigadas y me incluyo en ese arraigo.
“Me sentí identificada con muchos aspectos de su vida. Fue una gran luchadora e idealista, librepensadora, como yo”, definió Gabriela Exilart sobre la figura de Julieta Lanteri.
– En cuanto al tema de la prostitución, que preocupaba ya a Lanteri, hay cuestiones que no han mejorado…
– La novela quiere reflejar esa situación de dominación económica que obliga a la mujer a prostituirse para sobrevivir. En muchos casos era la pareja quien “entregaba” a su compañera para generar un ingreso. La mujer era degradada, anulada y cuando la ruptura llegaba, en la mayoría de los casos como liberación, la única herramienta que tenía esa mujer era su cuerpo, porque además había perdido su autoestima y su seguridad.
– A raíz de las dos historias ficcionales principales, también está el planteo del matrimonio como vía de escape y como trampa. Al igual que el deseo, la sexualidad y la maternidad, cuestiones que dialogan directamente con la actualidad.
– Sí, quise comparar el ayer con el hoy. Creo que las relaciones de pareja hoy, al menos en las generaciones más jóvenes, son distintas, más libres, con menos prejuicios y ataduras. Hay incluso una deconstrucción del amor romántico, situaciones que antes se creían románticas -celos, control, dominación económica- hoy son vistas como lo que realmente son. Hoy las mujeres piensan/pensamos distinto, estamos tratando de vivir sin tantas culpas debidas a los mandatos sociales que vienen impuestos desde años atrás.