La pasión y el duelo. Dos temas que hoy atraviesan de mil formas y de una sola a toda la Argentina. Y los temas que, justamente, está abordando en estos días el licenciado Gabriel Rolón, en su último libro y en el encuentro por streaming que realizará este viernes.
Por Claudia Roldós
“El duelo es la manifestación más potente de la vida. Es la batalla de un sujeto deseante que no piensa entregarse a pesar de sus pérdidas”, porque “somos aquello que hemos perdido y también el mundo que podemos crear a partir de lo perdido”, reflexiona el psicoanalista y escritor Gabriel Rolón.
Su último libro, “El duelo, cuando el amor se hace carne” (Editorial Planeta), está dedicado a reflexionar profundamente sobre esa “guerra íntima” que implica el proceso doloroso que lleva a aceptar la pérdida de lo que se ha amado y continuar nuestra vida.
La pasión es el tema que eligió para abordar este viernes por streaming como “una invitación a sentir, aunque cueste”. “A desear aunque nada nos complete. A recorrer el mundo incierto de nuestras vidas. Porque todo lo que duele, duele porque antes fue amor”.
El duelo y la pasión. Dos temas que hoy atraviesan a cada uno de los argentinos de mil formas y de una sola, son los temas que aborda en una nota que dio a LA CAPITAL antes de esta nueva experiencia del streaming (en Plateanet), formato que le genera incertidumbre al no tener un contacto real con el público.
“No escucho sus risas ni veo sus ojos emocionados, algo que fue trascendente para mí en estos años de construcción de un vínculo tan fuerte con la gente”, en el que está dispuesto a “dejar lo mejor de mí para que podamos reflexionar y emocionarnos a pesar de la distancia”.
“No es justo poner desde afuera un límite al dolor de quién recorre un proceso tan complicado como un duelo”, aseguró el especialista advirtiendo sobre la importancia de transitarlo de manera adecuada para evitar caer en la depresión o la melancolía. Porque “el dolor no es caprichoso”, como dice en el libro.
-¿Cómo se relacionan la pasión con el duelo, tema que aborda con profundidad en su reciente libro?
-La pasión es un momento de desmesura que suele visitarnos. A veces esa desmesura toma la forma de una pasión sexual, otras de un enojo inmanejable. En el caso del duelo, existe un duelo apasionado y no es nada deseable. Se llama melancolía y es una enfermedad muy grave que genera un gran sufrimiento en quien la padece.
-¿Hemos romantizado peligrosamente la melancolía?
-Muchísimo. La melancolía es una psicosis grave. Una enfermedad que en ocasiones destroza la vida del enfermo. No tiene nada de poética ni romántica. Es una dolencia que oscurece la vida y mata los deseos. Y además, se trata de una situación muy difícil de tratar.
-¿Podemos atravesar un duelo sin ser plenamente conscientes de estar viviendo ese proceso?
-Eso ocurre cuando la separación del objeto amado no se da de una sola vez. Pongo como ejemplo esas personas que se separan de su pareja y dicen que el duelo lo hicieron durante la relación. Es decir, que fueron soltando de a poco y no tuvieron que atravesar el trance de la amputación emocional que implica perder de un golpe lo que se ama. De todos modos, cuando he trabajado con pacientes que atravesaron esa situación, más tarde o más temprano, se hizo necesaria la presencia del dolor para terminar de cerrar la historia.
-Estos tiempos de velocidad, de imposición de mirar hacia adelante, de un mundo que sigue corriendo y apura a continuar con la vida, las obligaciones, a quién usted definió como “ensombrecido” ¿es más difícil realizar apropiadamente el duelo?
-Es cierto que no son épocas amables para las personas en duelo. A qué negar que la sociedad escapa de las lágrimas, del silencio, y nos quiere activos y produciendo ya. Pero es deber del “ensombrecido” defender el derecho que tiene a tomarse el tiempo que su duelo requiera. No es justo poner desde afuera un límite al dolor de un sujeto que recorre un proceso tan complicado como un duelo. Como analista defiendo mucho ese tiempo. Porque si se apresura, el duelo no se resuelve como debería, y eso siempre deja consecuencias.
-¿Cómo cree que va a afectar esta coyuntura pandémica en la que no solo no se pueden cumplir ritos básicos del duelo, sino en los que a muchas personas se les superponen distintos tipos duelos?
-Será muy duro. Por supuesto va a depender de lo que cada uno de nosotros haya perdido. Aunque es claro que todos perdimos algo en este tiempo, no es lo mismo quedarse sin un proyecto laboral que la muerte de un hermano. Pero sé que esos ritos faltantes serán origen de muchos duelos traumáticos. Y tendremos que estar a la altura. Todos. Analistas y “ensombrecidos”.
-Aunque sea un proceso tan íntimo, individual ¿cómo se puede acompañar, ayudar a quién lo está pasando, sin errarle, sin caer en palabras vacías de sentido?
-A veces conviene que las palabras queden del lado del que está sufriendo. Suele ocurrir que intentando dar consuelo digamos cosas que lejos de ayudar, alejan a la persona de nosotros. Porque le hace pensar que no valoramos la magnitud de su pérdida o no lo dejamos llorar en paz. Creo que es importante estar, que el otro sepa que no está del todo solo en medio de su infierno. Y esperar a que sea el doliente quien habilite el espacio de la palabra.
-¿Se logra simbolizar el dolor?
-Nunca se simboliza del todo, pero por suerte hay un nivel de simbolización posible que hace que el dolor sea justamente eso, dolor, y no padecimiento. Los ritos, esos que faltaron en esta época, son el comienzo del intento de inscribir el vacío que deja una pérdida. Por eso son tan importantes. Más tarde, cada quien a su manera y según su personalidad y sus creencias, irá simbolizando lo que ha perdido. Cuando esto se haya logrado, quedará todavía un vacío, pero un vacío soportable.