Historias llenas de amateurismo. Los que llegaron a primera división en los dos deportes. De Carlos Palumbo a Nicolás Dafnos, de Jorge Blanch a Gonzalo Gómez. Postal de años en los que había tiempo para jugar a todo
por Sebastián Arana
Marcos Mata, antes de debutar en la Liga Nacional, atajaba en las inferiores de Talleres. Facundo Campazzo, siendo ídolo en Peñarol, estuvo a punto de jugar un partido de primera del torneo local para el equipo “milrayitas” que entonces dirigía Juan Carlos Eito y no fue autorizado por miedo a que sufra una lesión. Todavía hoy, de pibes, muchos chicos empiezan a transitar al mismo tiempo los caminos del fútbol y el básquetbol. Sin embargo, en algún momento, tienen que optar por uno.
Hubo una época, sin embargo, más romántica, en la que no había necesidad de elegir, en la que ambas sendas podían recorrerse al mismo tiempo hasta llegar a primera división. Mar del Plata tuvo sus exponentes de esta raza singular de deportistas que “juegan bien a todo”. Fueron varios los ejemplos de basquetbolistas que llegaron a jugar en primera en la Liga Marplatense. O de futbolistas que incursionaron en los torneos mayores de la Asociación.
La lista, vale aclarar, no es cerrada, ni definitiva. La falta de estadísticas completas dificulta sobremanera la tarea. Y este primer esbozo surge tanto de la labor de archivo como de la información oral brindada por aquellos privilegiados que tuvieron muchas horas de cancha y hoy la memoria para compartirlas.
Un nombre, sin embargo, surgió de inmediato. Porque el personaje en cuestión, después de colgar los botines y las zapatillas, estuvo activo mucho tiempo más como dirigente, ya que presidió a su club entre 1981 y 1996. Carlos Alberto “Pocho” Palumbo fue uno de los exponentes más notables de los “futbo-basquetbolistas” marplatenses.
“El fútbol fue mi pasión –confiesa hoy, a sus vitales noventa años-, pero me divertí mucho y tuve grandes satisfacciones jugando al básquetbol”. “Pocho” tiene el privilegio de haber sido campeón con Quilmes en los dos deportes.
“Yo empecé jugando en los ‘potreros’, sin guías. Los únicos maestros eran los jugadores que admirábamos e íbamos a ver los domingos. Llegué a primera con mucho por aprender. Integré el equipo de Quilmes campeón de 1948, aunque no tuve mucha continuidad. El único año en el que jugué casi siempre fue en 1955, cuando fuimos subcampeones tras disputar tres finales con River”, cuenta “Pocho”.
“Aunque mi zurda era floja, llegué a primera como inside izquierdo. Pero terminé como inside derecho, formando ala con Julio Saint Esteben. Creo que mi mejor año fue 1951: me cedieron a Racing e hice varios goles, incluso el que aseguró el ascenso ante General Urquiza, que era nuestro gran rival. Quedé muy bien con esa gente”, recuerda.
“El básquetbol me dio más alegrías. En dieciséis años ganamos nueve campeonatos. Pero ahí si tuve un maestro: el ‘Negro’ Carlos Parisi, que era cinco o seis años mayor que nosotros. Yo jugaba de base, pero él era el dueño del equipo. ‘Si querés descansar, en ataque. En defensa nunca se descansa’, nos decía. Era un fenómeno”, apunta con alegría.
La frondosa memoria de Palumbo –también, durante muchos años, integrante de las selecciones marplatenses- trae más nombres a este repaso. El primero, el de un compañero suyo, Juan Antonio “Tito” Zorian. “Llegó a jugar en el equipo de fútbol de primera. En tercera era full-back, en primera half derecho, aunque no tuvo mucha continuidad. Al básquetbol jugó más”, reseña.
“Por suerte, no era entonces un deporte de gente muy alta. Si Campazzo hubiera jugado con nosotros, hubiera sido el pivote del equipo, lo que nosotros llamábamos el centro. El nuestro era Veiga y no llegaba al metro ochenta”, explica “Pocho” y da en la tecla. La altura no era un condicionante para practicar el deporte de los cestos. Y de ahí que varios pudieran incursionar sin inconvenientes en las dos disciplinas.
Historias de goleadores
“A Fernando Gómez, que era alto, lo convencimos para que venga a jugar al básquetbol con nosotros en 1951 y lo hacíamos jugar de centro. Y con él ganamos un título”, apunta Palumbo.
Gómez, notable cabeceador, es recordado como uno de los grandes centrodelanteros de la historia quilmeña, campeón en 1948, 1951 y 1956. En 1953 fue el máximo goleador del torneo de la Liga con 23 tantos y totalizó casi un centenar (97) entre 1948 y el único cotejo que jugó en 1956.
Fernando Gómez anduvo cerca del centenar de goles con la “tricolor” de Quilmes. Como era alto, lo invitaron a jugar al básquetbol y fue campeón en 1951.
La memoria de Palumbo abarca también a sus rivales. “Aníbal Vega, arquero del Peñarol campeón de 1949, también jugó al básquetbol y fue compañero mío en alguna selección. Y enfrenté varias veces a Raúl Longhi, el padre del futbolista que luego fue a España. Al fútbol y al básquet, siempre en Kimberley”.
“Pocho” también recuerda a Héctor Miguel, otro cultor de los dos deportes, identificado con Unión, donde jugó al básquetbol y tuvo muy buenos años como futbolista. Miguel marcó 18 goles en la campaña “celeste” de 1952, la del ascenso a la máxima categoría. Entre 1950 y 1955, siempre en el club de la calle 9 de Julio, hizo 59 tantos.
Como basquetbolista, el gol también se le daba fácil. Una noche de 1951 en la que le marcó 30 puntos a Atlético Mar del Plata –notable marca en aquel básquetbol de tanteadores bajos-, LA CAPITAL escribió: “…dada la actuación en esta ocasión y en otras del año este joven valor pasa a colocarse como el hombre más efectivo de nuestro ambiente basquetbolístico”.
Miguel jugó también en la selección marplatense y en ella fue compañero de Palumbo. “En 1955, dirigiendo Luis Fernández, estábamos concentrados para un torneo. Era domingo y se enfrentaban Unión y Quilmes en el ‘San Martìn’. Nos dieron permiso a los dos para ir a jugar con nuestros equipos. Empatamos uno a uno, él hizo el gol de Unión y yo el de Quilmes. Nos bañamos y nos volvimos juntos a la concentración porque esa noche teníamos partido”, apunta “Pocho” con su memoria inagotable.
Poco antes de la aparición de Palumbo en el escenario deportivo, otro “futbo-basquetbolista” escribía una historia muy rica. Jorge Blanch integró, entre otros, el equipo de Sporting que se adjudicó el Torneo Oficial de la AMB en 1943.
La Selección marplatense del Argentino de 1946. Abajo, con la pelota, Jorge Blanch, su goleador, campeón con Unión al fútbol y con Sporting al básquetbol.
Pero su fama como futbolista opaca ese dato. Entre 1938 y 1946, fue referencia inevitable del ataque de Unión. Aquel 1946 puede haber sido el más feliz de su carrera. El atacante central marcó 19 goles en 16 partidos del torneo de la Liga para llevar a los suyos a un muy festejado título de primera división. Con tres “hat-trick” y una tarde de cuatro goles al gran José Saldumbere de Racing. Además, con 11 tantos en 9 cotejos, fue el goleador de Mar del Plata en una de sus más recordadas intervenciones en el viejo Campeonato Argentino, que concluyó con un tercer puesto en el cuadrangular final de Paraná.
Curioso fue el caso de Gonzalo Gómez, el “9” que disfrutaron no hace tanto Círculo Deportivo, Unión y Kimberley, autor de sesenta goles en seis torneos de la LMF y máximo realizador de las temporadas 2010 (23) y 2012 (16).
Apenas llegó a Otamendi defendió a Círculo en los torneos de primera de la AMB, pero mientras jugó al fútbol en Juventud Unida. Y largó el básquetbol cuando pasó al club “verdirrojo” como futbolista.
Gonzalo Gómez levanta sus brazos festejando un gol en Kimberley. Cuando llegó a Otamendi desde Olavarría, fue basquetbolista en Círculo.
El gran aporte de Unión
La contribución de Unión a esta nómina es muy importante. Contemporáneos de Héctor Miguel, Mario Mantoan (llegó a jugar en la selección marplatense de fútbol), Alberto Cuéllar, Julio y Juan Saba (hermanos del gran Roberto) jugaban los dos deportes en la primera en el club de la calle 9 de Julio.
Unión tuvo muchos “futbo-basquetbolistas”. Uno de ellos fue Mario Mantoan, quien llegó a jugar en la Selección de fútbol de Mar del Plata en 1957.
Un poco más cerca en el tiempo, entre finales de la década del 60′ y comienzos de los 70′, Dante Oliver también hizo lo propio. Su actuación deportiva más conocida fue como basquetbolista e integrante de los equipos de Unión que ganaron los cuatro torneos de la AMB entre 1977 y 1978. Pero también integró equipos “celestes” de Primera B y Segunda de Ascenso.
“Al fútbol jugaba de ‘9’, pero lo hacía por mi viejo y como pasatiempo. Para nada era una rareza jugar los dos deportes. En mi camada lo hacíamos casi todos. Cuando estábamos en tercera o cuarta, jugábamos como locales en Alvarado y volvíamos corriendo al club para jugar en cadetes. Tuvimos una cuarta que fue subcampeona. De ese equipo, llegué yo a primera y no me acuerdo si Maico Abachian“, apunta Oliver.
Dante Oliver busca un rebote. Basquetbolista de gran recorrido en Unión, cuenta con algún gol para el equipo “celeste” en Primera B.
“Cuando vino al club como entrenador Ángel Amoedo, largué el fútbol. Ese hombre nos cambió la cabeza. Cuando se fue, hacia 1974, nos dijo: ‘A ustedes en tres o cuatro años no les gana nadie’. Y tenía razón”, recuerda.
“Fui pivote con 1,85 metros, algo muy corriente en aquellos años. Aunque Amoedo nos hizo jugar a todos de todo”, finaliza Dante.
Compañero en aquellos años de Oliver, la trayectoria de Juan Rey, un anotador talentoso, es ampliamente conocida como basquetbolista, integrante durante varios años de la selección marplatense y de los apuntados equipos campeones de Unión.
Sin embargo, pocos recuerdan su pasado como futbolista de primera división. Juan atajó para Argentinos del Sud, en Segunda de Ascenso, en 1985. “Me estaba retirando como basquetbolista y me convencieron de sumarme como tercer arquero. A mí me gustaba el arco, pero sólo había atajado para el equipo del banco. Cuando me dijeron que vaya a ficharme a la Liga, con treinta años tuve que hacer la fila con pibes de seis o siete, una risa”, recuerda Rey.
Bandeja de Juan Rey jugando para la Selección de Mar del Plata. También atajó para Argentinos del Sud.
“En uno de los primeros partidos nos golearon y el titular no fue más. Y el suplente cayó preso antes del partido siguiente. De manera que me pusieron y atajé casi todo el torneo. No tenía problema para ir hacia arriba, los centros los bajaba con una mano, pero sufría cuando me pateaban abajo. Era común en esos años que jugáramos a todo. Yo patiné y fui campeón juvenil, al mismo tiempo, de salto en largo y alto”, apunta Juan.
Nombres y más nombres
Hay otros nombres para esta reseña. Uno de ellos es el de Hugo Ochoa, un mediocampista que vino en 1960 a Mar del Plata desde Junín a probarse a Peñarol y no pudo hacerlo. En el interín, conoció a Marcelino Cornejo, quien lo llevó a entrenar a Quilmes, que le terminó comprando el pase. Cuando fue al club a firmar, el ex periodista Oscar Gañete Blasco (por entonces entrenador de básquetbol en Luro y Guido) lo reconoció de un Provincial de básquetbol y lo hizo fichar también para ese deporte. Se quedó diez años. No pudo ser campeón en fútbol, pero se cansó de cortar las redes en tiempos de “Chupino” Martínez, Ricardo Galasse y “Tito” Kucic, entre otros. Incluso, en 1966 integró la selección de Provincia de Buenos Aires en el Argentino de Jujuy, el primero de la gran serie de títulos de los “monstruos” de Bahía Blanca.
Hugo Ochoa vino de Junín en 1960 a jugar al fútbol a Peñarol, pero terminó fichando en los dos deportes para Quilmes. Brilló como basquetbolista.
Otro quilmeño que se suma a la lista es José Dominé. Base cuando Mario Blumetti dirigió el equipo de básquetbol de primera y, al mismo tiempo, defensor central en las filas “tricolores” y más tarde en Independiente.
Salvador “Nene” Parisi y Roque Teruggi, dos “fogoneros” del Independiente que logró en 1953 el retorno a primera división, también integraron equipos “rojos” en tiempos de enconada rivalidad basquetbolística con Quilmes.
Mauricio Ugozzoli, a comienzos de los ’70 defensor de Deportivo Norte y luego de San Isidro y Al Ver Verás –club al que llegó a presidir-, integró también varios equipos de Peñarol, donde fue compañero del “Negro” Urciuoli y fue dirigido por Enrique Kubo, quien también en su Tres Arroyos natal fue basquetbolista (aquí en Independiente y Atlético Mar del Plata) y futbolista de primera.
Mauricio Ugozzoli posa en el “San Martín” con la camiseta de Deportivo Norte a comienzos de los ’70. En esos años jugó al básquetbol en la primera de Peñarol.
¡Y también jugaba al rugby!
La reseña termina con otro notable. De formarse el podio de los mejores basquetbolistas marplatenses de la etapa previa a la Liga Nacional, probablemente lo hubiera integrado. Nicolás Dafnos y su endiablada destreza con la pelota marcaron una época. Una gloria de Juventud Católica y luego de Sporting, que terminó una carrera de casi dos décadas en Unión en 1979.
“Nicola”, como lo apodaban siempre, llegó hasta integrar una selección de Provincia de Buenos Aires en el Campeonato Argentino de 1961 en Formosa junto a los “cracks” de Bahía Blanca. “De ese torneo me quedó una historia bárbara. Luis Fernández nos hacía usar en Católica pantalones más largos de lo habitual, como los que se usaban en el rugby. Antes de viajar, fíjate como sería todo de amateur, me dijeron que me llevara el pantaloncito. Y yo me llevé el que usaba en Católica. Los demás jugadores tenían los shorts cortos de la época y sólo yo tenía largos.
El público me puso ‘Cantinflas’, me volvieron loco todo el torneo. Yo me cagaba de risa, siempre tuve buena onda con la gente”, cuenta Dafnos, quien el último 12 de setiembre cumplió 79 años.
Pocos lo recuerdan, pero el gran malabarista del básquetbol marplatense también jugó al fútbol en primera división.
“Me inicié en Nueva Pompeya, como muchos de los chicos del barrio. Pasé a Independiente en un canje por ‘Jony’ Distéfano, otro que jugó los dos deportes. No pasé de tercera, pero con los años, por trabajar en su inmobiliaria, Néstor González me convenció para jugar en General Mitre. Y ahí si llegué a primera y estuve cerca de tres años, fui compañero de Luis Gonzalo, de Pedro Espatolero…”, recuerda.
“Mayormente me ponían de wing izquierdo, era rápido. Salvo de ‘9’, porque no era goleador, lo hice en casi todos los puestos de ataque. Incluso, en 1970, jugamos una final con Libertad para ascender a Primera B. Empezamos ganando 1-0 con gol mío, pero después perdimos 2-1”, agrega Nicola.
“Disfruté mucho esa etapa de futbolista. Gente buena la de Mitre, tuve los compañeros más atorrantes de mi vida, pero atorrantes con códigos”, sostiene Dafnos.
Nicolás Dafnos, excepcional basquetbolista, también jugó al fútbol en la primera de General Mitre (el del medio en la fila de abajo) y al rugby en la primera de Pueyrredón.
La veta deportiva y competitiva de Dafnos, sin embargo, no se agotó con el básquetbol y el fútbol. Además jugó al rugby -como otros basquetbolistas destacados de ese tiempo, como “Picho” Fresno, Paklayan, el “León” Mayorano, Ricardo Galasse o “Tito” Kucic- en la primera división en Puyrredón. “Era muy amigo de los hermanos Gerometta, de Peñarol, y ellos me llevaron. Fui hasta a una gira a Brasil. Me pusieron de apertura, el manejo de pelota que tenía del básquetbol me sirvió de mucho porque en el rugby es muy importante que no se caiga y a mí no se me caía nunca”, apunta Dafnos.
“Me pasaban a buscar para ir a jugar y lo hacía sin entrenar. Pero era otra época. Había más jugadores que entrenadores y uno aprendía mirando y copiando. Y yo aprendía rápido, estaba dotado para los deportes”, explica Nicola.
“Era todo muy amateur, había mucha bohemia. El barrio y los clubes eran muy importantes en la sociedad. Y había tiempo, por eso podíamos jugar a todo. Otra cosa: nosotros éramos cuatro hermanos y el único que trabajaba afuera era mi viejo; hoy, si te descuidás, labura hasta la nona”, finaliza riendo, pintando una época del deporte marplatense que no volverá. Y Dafnos fue un gran símbolo de esos años en los que había tiempo para jugar a todo.
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