Por Gustavo Pulti
Más allá de toda consideración política, por razones de estado, hay que respaldar activamente al gobernador Kicillof en su posición de ponerle un límite a este plan de desmantelamiento que está llevando adelante el gobierno de Milei.
Llama la atención que todavía haya quienes no terminen de dimensionar la gravedad de lo que significa para la provincia y para el país el programa económico que está llevando adelante Milei.
Los efectos ya están a la vista, son inocultables. Primero se produjo un ajuste que recayó sobre la población que en pocas semanas vio cómo se le redujo drásticamente su poder adquisitivo, una situación que sigue agravándose con los aumentos de las tarifas y servicios que se hacen impagables.
La reducción de los salarios, de las jubilaciones y de los sectores de clase media con ingresos fijos provocó, como era de prever, una caída monumental de las ventas en todos los rubros, como queda reflejado en los datos alarmantes conocidos durante los últimos días.
Y, para completar el círculo de todo este desastre que está produciendo el plan de Milei, ya se registra una fuerte recesión, suspensiones y despidos que tiene el efecto, además, de provocar una reducción de los ingresos fiscales, agravando de ese modo todo el cuadro.
Solo por mencionar tres datos, la pobreza llega casi al 60 por ciento de la población, lo que determina que haya 27 millones de argentinos pobres y 7 millones de indigentes. Y la reducción del poder de compra, según datos de enero, se refleja en una caída de casi 30 por ciento de las ventas minoristas.
En este contexto, y más allá de diferencias políticas, todas las fuerzas políticas y sociales, trabajadores, empresarios, comerciantes, maestros, estudiantes, deberíamos apoyar activamente la defensa de los intereses de la provincia, es decir, de todos los ciudadanos bonaerenses, respaldando activamente la posición del gobernador Axel Kicillof de ponerle un freno al ajuste brutal que, de seguir profundizándose, nos conduce a una crisis aún más grave que la actual.